Tic, tac, tic, tac. Poco a poco, cientos de mujeres comenzaron a llegar al Paseo Bravo, en el Centro Histórico de Puebla. Con plumones y cartulinas de colores, algunas terminaban de alistar los carteles que llevarían consigo para tomar las calles del primer cuadro de la ciudad y alzar la voz en un grito de justicia, libertad, así como de esperanza.
Entre los asistentes se encuentran mujeres, niñas, niños, personas no binarias, trans y todo aquel que ha sido testigo de lo que la violencia machista puede hacer en la vida de una persona, de un grupo, de una ciudad y de un país. Y así, entre caras conocidas y nuevos aliados, llegaron junto al reloj de El Gallito.
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Minutos más tarde, la calle entre la 11 y la 13 Sur comenzó a pintarse de morado y de verde, tonos que no se habían visto tan fuertes y vibrantes desde el pasado 8 de marzo de 2020.
Las mujeres mayores ayudan a las más jóvenes a escribirse en los brazos datos que podrían ser indispensables en caso de emergencia: Nombre, teléfono y enfermedades de gravedad.
Sobre Reforma, avanzaron otros contingentes qué, horas antes, hicieron lo propio en un llamado al respeto de los derechos humanos y de freno a la impunidad en un estado, en el que una de cada dos personas desaparecidas es mujer, en una ciudad, dónde agredir a cualquier fémina no tiene consecuencias.
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Las voces lejanas se escuchaban cada vez más fuerte, entre gritos y aplausos, reciben a sus compañeras del Frente Feminista Radical, Bloque Negro, Mujeres Unidas de Puebla y el colectivo Voz de los Desaparecidos, que se unen a la formación y comienzan a caminar rumbo al Zócalo.
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Con un sol aquietante, más de 2 mil 500 asistentes, en su mayoría mujeres de todas las edades y personas no binarias, partieron del Paseo Bravo y marcharon sobre la avenida Reforma con dirección al Zócalo de la ciudad, para exigir derechos humanos, sociales, sexuales y reproductivos; así como justicia ante los crímenes sin sentencia.
Entre los carteles podían apreciarse frases como «Tranquila mamá, hoy no voy sola a la calle», «Hoy marcho por las que ya no están», “El aborto es una decisión personal” y «Lucho hoy para no morir mañana», que dejaron ver el hartazgo que existe al no ser escuchadas por las autoridades, cuando exigen lo que por ley les corresponde.
A su paso por las calles, algunos fijan su mirada en el contingente. Unas eran frías, otras de desagrado, de hastío; sin embargo, se contrarrestaban con aquellas que se mostraban amables, mismas que se complementaban con gritos y puños elevados, que se suman a la lucha que no debería permanecer, pero continuará mientras las cosas no cambien.
Las chicas del Bloque Negro se adelantaron unos metros, otras con carteles, mantas y pañuelos las siguen para cubrir la escena. El olor a pintura se hizo presente y al llegar es posible apreciar las pintas que han dejado.
“Ni una más”, “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, “Vivas nos queremos”, “Castigo a los agresores”, son algunas de las oraciones que se leen en las paredes y el piso. En ellas, no hay ninguna mentira; sin embargo, hoy hay frustración, cansancio, impotencia e incluso desesperación.
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Cada letra se empata con las consignas que, al unísono, se podían escuchar a tres calles a la redonda, el miedo que les provocaron algunos hasta el día de hoy, es uno de los motores que las ayuda a continuar su recorrido.
La marea morada y verde lucía impresionante y resonaba con todo, una vez que arribó a su destino, pues desde los balcones y locales, algunos comerciantes, restauranteros y comensales se sumaron a la causa con aplausos, con silbidos, coreando sus gritos, algo que recargó el ánimo de quienes llevaban más de 4 horas caminando.
Por fin, ya juntas en la plancha del Zócalo, las mujeres se deshacen en abrazos, cánticos y risas. Su misión está cumplida y Puebla volteó a verlas, Puebla está despertando de la inconsciencia. Junto a la fuente, un grupo de ellas hace denuncias públicas sobre episodios de violencia, omisiones por parte de los cuerpos de seguridad, amor tóxico y desinterés del tema.
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Las sonrisas mutan de nuevo al recordar el motivo de la lucha, no tendrían por qué exigir aquello que debería ser suyo, no tendrían por qué identificarse con cada uno de los relatos.
Foto: Humberto Aguirre