El uso de las criptomonedas está revolucionando la economía mundial. Muchas personas y empresas se han lanzando en la creación de estas divisas digitales utilizando una importante cantidad de equipos, que demandan una gran cantidad de energía eléctrica. Por eso, la contracara de este nuevo mundo de finanzas desreguladas es su posible impacto en el medio ambiente.
Los defensores de este sistema al alcance de un click, cuyo uso aumentó en la pandemia, dicen que la elaboración del dinero físico ya era, de por sí, muy contaminante. En efecto, se gasta papel en billetes y metales en monedas, sumado a la electricidad en los bancos y cajeros automáticos, y el combustible para transportar plata en camiones de caudales, que a su vez producen gases de efecto invernadero. Ello, sin mencionar el plástico usado en las tarjetas para operaciones electrónicas más convencionales. El argumento suena convincente.
Sin embargo, aunque las actividades económicas tradicionales no sean muy amigables con el planeta, eso no parece suficiente para legitimar procesos de ‘minado’ —como se llama a la fabricación de criptomonedas— perjudiciales para la Tierra. Para combatir esto, o incentivar a que se mejoren las prácticas, se han realizado informes que pueden dimensionar el asunto.
El bitcóin consume más energía que países como Noruega, Suecia, Emiratos Árabes y Argentina
El tercer estudio comparativo global de criptoactivos, publicado en 2020 por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), afirmaba que solo el 39 % del consumo utilizado se basaba en energías renovables. Si se analiza la red bitcóin, la cripto más popular, la electricidad utilizada creció de modo exponencial entre enero del 2017 y febrero del 2022, según otro análisis de la misma casa de estudios. De hecho, el consumo mensual se multiplicó por nueve.
Además del consumo eléctrico, preocupa el descarte de equipos electrónicos, desechados al finalizar su vida útil.
Si las mediciones se hacen de forma anualizada, la red demanda casi 127 teravatios por hora, superando incluso el consumo de varios países para producir, calefaccionar, trabajar y trasladar personas, entre otras actividades indispensables. Así, la criptomoneda usa más electricidad que Noruega (124,28), Suecia (123,24), Emiratos Árabes (122,38) y Argentina (121,76). Si se lo compara con la minería global de oro, su demanda energética es similar: 131 teravatios por hora.
Además del consumo eléctrico, que puede requerir el uso de otros componentes para desarrollar la energía, como el carbón o el gas, preocupa el descarte de equipos electrónicos, desechados al finalizar su vida útil.
«Una gigantesca masa de cables, fierros y placas electrónicas»
El ‘minado’ de criptomonedas demanda mucha energía porque su proceso informático es bastante complejo. Todas las operaciones se integran en una base de datos denominada ‘blockchain’, o cadena de bloques, que requieren verificaciones de computadoras conectadas en la red.
«Consiste en encontrar la respuesta a un problema criptográfico contenido en el propio bloque. La particularidad es que la solución no tiene una fórmula, solo puede hallarse probando una y otra vez por fuerza bruta computacional. El hallazgo de esa incógnita garantiza que la información contenida en el bloque es verídica. Aquella computadora que llegue primero a la solución, cobra un premio en nuevas criptomonedas», dice Andrés Rabosto, profesor de las materias Teoría Sociológica El Capital e Informática y Relaciones Sociales en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
«A medida que el precio del bitcóin se fue disparando, las ganancias de la minería se multiplicaron atrayendo las inversiones de capitales de riesgo«, agrega el becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Así, «la competencia condujo a la producción de ‘hardware’ de minería cada vez más potente y a la optimización del consumo eléctrico, hasta el punto en que la potencia necesaria sólo puede alcanzarse por sucesivas inversiones de capital en equipos e infraestructura».
Fuente RT
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