Es muy conocida la frase del intelectual marxista italiano Antonio Gramsci sobre los tiempos de crisis: “La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diversos fenómenos morbosos”. El contexto de esta cita son las reflexiones de Gramsci sobre la “crisis de autoridad” de la clase dominante y las oportunidades de las nuevas generaciones dirigentes. En general se presenta esta cita como una manifestación poética de que en tiempos de crisis y confusión emergen monstruos incontrolables. Algunos de esos monstruos hoy serían los grupos neofascistas que reivindican la violencia xenófoba y antifeminista, o las “nuevas” guerras en Siria o Ucrania.
Pero los monstruos no son únicamente esos excesos indeseables de los que nadie quiere hacerse cargo, sino también los respectivos lados oscuros de los viejos y nuevos actores de la crisis. Es un error interpretar que los “fenómenos morbosos” de nuestra época son una especie de monstruo extranjero que viene a molestarnos. Esa sería una manera irresponsable de interpretar la crisis. Los monstruos más relevantes son los propios. Y esta última semana de nuevo gobierno y debate constituyente son una clara muestra de que vivimos un tiempo en el que lo nuevo no puede nacer hasta que las nuevas generaciones dirigentes confronten sus propias limitaciones y puntos ciegos.
No cabe duda de que el nuevo gobierno fue recibido con un entusiasmo que en Chile no conocíamos desde el primer triunfo de Michelle Bachelet. Ella y Boric representan una promesa de cambio responsable sobre la base de simbólicos experimentos en el ámbito de la representación política: una, mujer e hija de militar torturado, el otro, joven y dirigente estudiantil sin corbata; ambos sostenidos por una coalición amplia que incluye a sectores de izquierda. Con puntos de partida y programas distintos, ambos han sido la promesa de que en Chile es posible cambiar las cosas.
Pero, en política, ese entusiasmo siempre está acompañado de grandes expectativas y muchas presiones desde distintos sectores. La primera semana ya ha sido una gran prueba para el nuevo gobierno del interregno. Se ha tenido que enfrentar a sus propios monstruos, es decir, a sus propias fantasías hechas realidad.
LA PERSISTENCIA DEL ESTADO COLONIAL
El acontecimiento más intenso de la semana fue el viaje de Izkia Siches a territorio ancestral mapuche y particularmente su intento de viaje a la Comunidad de Temucuicui. La flamante primera ministra del Interior y la Seguridad Pública intentó cumplir una de las promesas de campaña: abordar la situación del Wallmapu con disposición de diálogo con todos los actores. Ya sabemos cómo terminó ese intento.
La ministra sabe que ella representa a un nuevo gobierno, y que su presencia personal en el Wallmapu podría entenderse como un cambio de enfoque con respecto al diálogo a balazos. La ministra sabe que el Estado y el gobierno no son lo mismo. La ministra sabe que no es lo mismo este gobierno que el anterior. Pero pareciera que no sabe que para las comunidades que han sido aterrorizadas durante siglos por todo tipo de gobiernos, el Estado de Chile es uno y el mismo, independiente de la administración de turno. Pareciera que la ministra quedó atrapada en la fantasía progresista de que el diálogo depende solo de la voluntad, y creyó que era posible adentrarse en territorio autónomo sin antes crear las condiciones materiales para el diálogo. ¿Qué hubiese pasado si antes se hubiesen tomado medidas concretas con respecto a los presos políticos mapuche o la situación de las tierras?
Uno de los monstruos que acompañará a este gobierno será la persistencia de los rasgos coloniales del Estado de Chile. Desde el nacimiento de la República y los tiempos nefastos de la “pacificación de la Araucanía”, la política nacional ha sido el exterminio de los pueblos originarios. La alternativa que emerge cada tanto es la integración de los pueblos en los términos que plantea unilateralmente el Estado. El debate sobre la plurinacionalidad ha replanteado la cuestión de quién establece los términos de la integración y qué rol juegan allí los mismos pueblos originarios.
Pero la ocupación militar y empresarial del Wallmapu no es algo que se pueda deshacer en unos años. Es recomendable que el gobierno se atreva a disipar la fantasía de que basta con las buenas intenciones. Sería preferible que acepten que hoy son representantes del Estado de Chile, y no solo de un nuevo gobierno, y que sobre sus hombros recae el peso de una historia colonial cuya prioridad permamente ha sido la defensa del capitalismo forestal y agrícola. El traspié de esta semana es un recordatorio de que la persistencia del Estado colonial implica necesariamente la resistencia en su contra.
LAS PROTAGONISTAS SECUNDARIAS Y LOS MONSTRUOS DE LA MISOGINIA
Esta semana vimos un nuevo despliegue movilizado de estudiantes contra la violencia patriarcal. Parece que se prepara una nueva ola feminista, liderada ahora por las secundarias. Una nueva ola que busca avanzar contra el pacto patriarcal de hombres compartiendo sus fotos y fantaseando con ser violadores colectivos. Una nueva ola por la erradicación de la violencia en las escuelas, aquella ejercida por compañeros o por profesores, y que es normalizada por los adultos que le bajan el perfil a las demandas de las estudiantes.
La respuesta del Gobierno fue en la línea correcta. Le abrió las puertas a las estudiantes que quisieron reunirse con sus ministras, aprovechó la ocasión para dirigirse a las personas adultas en las escuelas y los hogares, para decirles que tienen una responsabilidad fundamental en acompañar los procesos de develación de la violencia que están viviendo las estudiantes. En este sentido, el nuevo gobierno tiene la oportunidad de lograr uno de sus sueños más profundos: ser un gobierno feminista. ¿Es posible un “gobierno feminista”? Es poco probable, y nuevamente tiene que ver con los siglos de una república patriarcal y la naturaleza del gobierno en una sociedad capitalista. Pero más allá del debate sobre el concepto/consigna de “gobierno feminista”, es urgente la implementación de políticas e iniciativas en instituciones públicas que estén inspiradas por el movimiento feminista de las últimas décadas.
Uno de los caminos que debe explorar el Gobierno son las políticas públicas que permitan identificar las condiciones que hacen posible la violencia de género. No basta con responsabilizar a las mujeres que la reciben abriendo canales para que denuncien o se protejan, aunque es necesario y debe hacerse. No sirve simplemente individualizar la culpa en tal o cual hombre moralmente reprobable o legalmente punible, aunque deben haber responsabilidades individuales y cambios de conducta. Sin duda que no necesitamos un aumento de penas para reforzar el mismo Estado policial y carcelario que ejerce legalmente las peores formas de violencia político-sexual.
Poner el énfasis en las condiciones que hacen posible la violencia de género nos permite avanzar en una responsabilidad social ante la misma. Lejos de reducir el problema a unos cuantos monstruos misóginos, necesitamos enfrentar la responsabilidad colectiva que tenemos todos los hombres en esto. Somos la mayoría silenciosa que habilita espacios para el acoso, el abuso y la violencia cuando no confrontamos las prácticas misóginas cotidianas de nuestros amigos, profesores o parientes.
Pero tampoco basta con identificar nuestra responsabilidad personal en cuanto hombres. Necesitamos una incursión agresiva contra las dinámicas machistas en los espacios educativos, laborales y el espacio público en general. Necesitamos campañas dirigidas a los hombres, llamando a romper con el pacto patriarcal y tomar partido por una transformación de las relaciones sociales patriarcales. Y sobre todo, necesitamos reorganizar el trabajo remunerado y no remunerado, para comenzar a erradicar realmente las condiciones sociales que hacen posible la violencia de género. Esa violencia refuerza jerarquías sociales muy arraigadas, que se basan en la “inferioridad” de las actividades de las mujeres, y en su subordinación a la reproducción de las relaciones sociales capitalistas.
No es tan importante la fantasía de ser un “gobierno feminista”. La política es simbólica, pero su simbolismo no tiene sentido si no se sustenta en transformaciones institucionales que impacten en la vida cotidiana. Aquí también el nuevo gobierno se enfrentará a la posibilidad de que emerjan los “fenómenos morbosos” a los que hacía referencia Gramsci. Recibirá presiones fuertes desde los sectores conservadores dentro y fuera del gobierno, pero también se enfrentará al movimiento feminista que hizo posible su triunfo en la segunda vuelta, que nunca dejará de estar alerta a su desempeño en este ámbito.
LAS ALIANZAS CON LO VIEJO: EL MONSTRUO CONCERTACIONISTA
El análisis de esta semana no puede terminar sin un breve repaso de los “fenómenos morbosos” que resultan de la compleja alianza que gobierna hoy.
El día jueves 17, el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, negó la existencia de la prisión política mapuche, afirmando que “las personas que están hoy condenadas por un delito, han sido condenadas por nuestro sistema judicial, por lo tanto, están condenadas por un delito que está tipificado en el Código Penal. Desde esa perspectiva no son presos políticos”. Haciéndose eco del relato criminalizador del pueblo mapuche, Monsalve viene a instalar en el corazón del gobierno de Boric una peligrosa cuña que podría desarmar los esfuerzos de la ministra Siches por diferenciarse de los gobiernos anteriores en sus relaciones con las comunidades en resistencia.
Por otro lado, otro acontecimiento de la semana fue el anuncio de la designación del cura Felipe Berríos para dirigir un programa nacional para abordar la realidad de los campamentos. El ministro de Vivienda, Carlos Montes habría invitado a Berríos y la Compañía de Jesús salió a asegurar su lugar en la mesa mediante un comunicado que informaba la designación. Pero pronto quedó en evidencia que no era tan fácil meter por la ventana a un cura, por más bueno que se presente ante la imagen pública. La Iglesia Católica es una institución atravesada por su propia podredumbre y sería un error que el gobierno le otorgue lugares de responsabilidad política o técnica.
¿Qué conecta a estos dos hechos? Ambas son arrancadas de tarros de viejos militantes del Partido Socialista, que habían gozado hasta ahora del privilegio de haber entrado por la puerta trasera al gobierno de Apruebo Dignidad. Es totalmente esperable que veamos nuevas manifestaciones de este mismo conflicto, a medida que el PS busque aumentar su influencia sobre el gobierno y reforzar sus redes de poder en el Estado.
No hay que ser pitoniso para saber que esta alianza por conveniencia puede ser la tumba del nuevo gobierno, que lo podría convertir en uno más de los viejos gobiernos. Apruebo Dignidad apostó por un pacto ministerial de gobernabilidad, que les diera la posibilidad de llevar a cabo los aspectos centrales de su programa. Pero ¿cuánto se gana cuando se hacen alianzas con los que ya demostraron estar en contra de esos mismos cambios? Por eso he intentado señalar en esta columna que hay monstruos que pueden nacer en las entrañas mismas de las fantasías del gobierno de Boric. O siguiendo el consejo atribuido a Oscar Wilde: ‘ten cuidado con lo que deseas, porque puede hacerse realidad’.
Por Pablo Abufom
Militante del Movimiento Solidaridad y editori de la revista Posiciones.