Muy pronto tendrá lugar el racionamiento de agua en la zona central de Chile y después es probable que ocurra un racionamiento de energía, de materiales para la construcción, de alimentos, etc. Hace por lo menos diez años que se habla de esto en los medios especializados y a quienes sosteníamos esta posibilidad se nos calificaba de alarmistas o apocalípticos. Hoy, sin embargo, parafraseando al activista español, Luis González Reyes, las restricciones son un hecho y no una opinión.
Considerando la magnitud de los cambios que tendremos que hacer para adaptarnos a la crisis climática y ecológica que ya hemos comenzado a vivir y que en algunos años más se hará sentir con fuerza, el racionamiento de agua será una oportunidad única para prepararnos y aprender a desenvolvernos en una nueva realidad.
Según el científico Antonio Turiel en su artículo “Modelos de racionamiento”, disponible en su blog “The Oil Crash”, existen básicamente tres formas de abordar el racionamiento: el enfoque coyuntural, el enfoque duradero y el enfoque decrecentista. Desde nuestro punto de vista, a medida que avance la crisis climática y ecológica, estos modelos se irán convirtiendo en etapas de un sólo proceso de decrecimiento de la producción industrial de mercancías y productos. Dependerá de nosotros si este decrecimiento tendrá lugar de forma caótica o si se transformará en un proceso de adaptación profunda, creativo y pedagógico, que nos permita enfrentar esta nueva era. En definitiva, estas son las nuevas condiciones que nos impone la naturaleza en su afán de encontrar un equilibrio para mantener la vida en el planeta.
La élite crecentista que nos gobierna (y que nos ha gobernado siempre, ya sea de orientación ideológica de izquierda, centro o derecha) catalogará a la sequía como algo coyuntural y pasajero y no como una transformación de un territorio en una región árida. En un primer momento, le dejará al mercado la tarea de hacer el racionamiento por precio o limitando la cantidad de productos adquiridos. Es decir, se elevarán los precios de los productos escasos y se impondrán cuotas a los productos esenciales en los supermercados. Entonces, en este contexto, podría surgir un mercado negro donde los sectores con más recursos paguen más por obtener agua para fines no esenciales como piscinas o regadíos.
Cuando esta etapa demuestre que no estamos frente a un fenómeno coyuntural y reversible, sino que es estructural y duradero, vendrá la intervención del Estado que tendrá que gestionar recursos e implementar las medidas pertinentes. Esta etapa de intervención probablemente considere el reparto de forma limitada de un producto de origen natural en puntos fijos o en camiones aljibes, por ejemplo, en el caso del agua. Será evidente que se presentarán miles de casos distintos y la respuesta será lenta y burocrática, lo que convertirá a la medida en muy impopular. Entonces el Estado comenzará a prometer iniciativas que se presentarán como coyunturales pero que en realidad serán permanentes, como las inversiones en plantas desaladoras (que además de ser caras crearán una nueva forma de pobreza: la pobreza hídrica).
Finalmente, el enfoque decrecentista supone que los recursos no sólo no podrán de nuevo crecer, sino que tampoco podrán mantenerse, pues, por las condiciones ambientales, predominará un decrecimiento sostenido de ellos. Este enfoque decrecentista del racionamiento es, desde nuestro punto de vista, la forma más aconsejable de considerar el tema, pero también es necesario advertir que puede acarrear un peligro para la democracia.
El enfoque decrecentista obligaría a fijar metas en el uso y la distribución del agua, es decir, la sociedad debería adoptar un nuevo proyecto de país (como podría ser una Constitución para sobrevivir). En función de los intereses contrapuestos, existiría el peligro de que un sector de la población prefiera contar con la seguridad del suministro a cambio de sacrificar su libertad. Como dice Turiel, en el artículo ya mencionado, “Podría imponerse este modelo (decrecentista de racionamiento) sin necesidad de tanto consenso a través de sistemas de control social, represión y autoritarismo, y posiblemente fuera mucho más sencillo, aunque sea incompatible con la democracia”. De esta manera, el racionamiento del consumo por fenómenos de la crisis climática y ecológica podría abrir la oportunidad al desarrollo del ecofascismo si es que la democracia falla a la hora de dar una respuesta.
En Chile, debido al régimen jurídico del agua, existe saqueo, acaparamiento y mal uso de este recurso, pero, dentro de un contexto de escasez por la crisis climática que afecta a todo el mundo, estos factores se volverán inseparables y demostrarán los límites del enfoque centrado en el crecimiento. Vivimos un tiempo de contracción y no de expansión de los productos provenientes de la naturaleza. La escasez llegó para quedarse y tendremos que abogar por un racionamiento que sea democrático, pedagógico y al mismo tiempo creativo.
Por Manuel Baquedano
Presidente del Instituto de Ecología Política
Publicado en Poder y Liderazgo 07.04.22