Andrés Sarmiento, director de la Feria del Libro de Bogotá (FILBO), habló con Sputnik sobre la polémica generada por el pronunciamiento de la Feria de Guadalajara de prohibir la presencia de editoriales rusas, y relató lo que será uno de los eventos culturales más importantes del país.
Andrés Sarmiento y la apretada agenda de los días previos a la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2022. Y el compromiso de hablar con los medios, sobre todo cuando ya se ha dado la palabra de dar una entrevista. Por eso, a pesar de los percances que siempre aparecen en un evento tan grande —estaba buscando una carpa enorme—, este bogotano de 42 años buscó el espacio —bien sea a la hora del almuerzo— para hablar con Sputnik sobre lo que será el regreso a la presencialidad —luego de dos años— de uno de los eventos culturales más importantes del país, que irá del 19 de abril al 2 de mayo, de lo que ha sido su trayectoria y cómo llegó a ser el director de la FILBO.
Para iniciar esta conversación, el tema fue la propuesta que surgió desde la organización de la Feria del Libro de Bolonia, un mes atrás, en la que convocó a los demás eventos en el mundo para censurar editoriales rusas en protesta por el conflicto que este país vive con Ucrania. La Feria de Guadalajara replicó el mensaje y abajo en la firma apareció el nombre de la FILBO.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—Si bien me pronuncié en su momento en contra de la guerra, porque no estoy de acuerdo con los conflictos bélicos, no quise que esto se volviera un tema de política internacional y le pedí a la organización de la Feria de Guadalajara, que había replicado el mensaje por sus redes, que quitara el nombre de la FILBO de la firma conjunta. Eso sucedió hace un mes, aproximadamente.
—Es decir que habrá literatura rusa en esta edición de la FILBO…
—Claro que sí. Podrán encontrar a todos los autores rusos. No existe ningún tipo de veto.
—¿Cuáles han sido los pormenores más grandes para organizar esta edición de la FILBO, que luego de dos años vuelve a la presencialidad?
—Las instalaciones que hemos tenido que adecuar para garantizar las medidas de bioseguridad. Si bien gran porcentaje de la población ya tiene su esquema completo de vacunación, todavía no podemos bajar los brazos y hay que estar alertas. Sobre todo en este evento que puede llegar a congregar a más de 600.000 personas en total. Y eso que con cada nueva edición el número aumenta.
—Como por ejemplo las carpas enormes que habrá…
—Es algo que antes no había, pues toda la infraestructura estaba en los pabellones de Corferias [recinto ferial en Bogotá]. Ahora le apostamos a tener varias actividades al aire libre y para eso es necesario asegurar no solo comodidad, sino funcionalidad. Los últimos días fueron de pruebas y más pruebas para asegurar la comodidad de los visitantes, de las editoriales, de todos los que estarán durante estos 14 días.
—Supongo que poco tiempo para leer en las últimas semanas, mucho menos en las dos que vienen…
—Han sido jornadas largas de trabajo, fines de semana metidos en esto. Me levanto a las cinco de la mañana, procuro leer un cuento de Borges para entrar en calor. Es como mi meditación y para tratar de no perder el ritmo de lectura. Pero sé que hasta que termine la feria será complicado encontrar un espacio para leer. Paradójico, ¿cierto? En plena Feria del Libro, con tantas novedades. Pero el reto vale la pena y por eso el sacrificio.
—¿Es verdad que tiene un par de novelas en construcción y que todavía están ahí, a la espera de salir? ¿De qué tratan?
—Crecí en Norte Santander [nororiente del país], un departamento muy convulso. Tuve que prestar servicio militar, viví de cerca toda la violencia, como la masacre de La Gabarra*, y también me tocó el tema de la desmovilización del Bloque Catatumbo de las Autodefensas [grupo paramilitar más importante en la historia de Colombia]. Entonces una de las novelas es el recuento tan álgido y vivo de esos años y de lo que sucedió en esa región del país. Sobre todo en un pueblo tan conservador como Pamplona.
—Nació en Bogotá, pero se fue a vivir a Pamplona muy niño. ¿Por qué?
—Porque mi familia materna es de allá y nos trasladamos.
—Mamá bibliotecaria y abuela maestra. Un canal directo con la literatura…
—En mi época no había redes sociales y se veía poca televisión. Entonces solo quedaba leer. Acompañaba a mi mamá a su trabajo y mientras tanto leía a Julio Verne. Recuerdo que el primer libro que terminé completo fue Tarzán de Edgar Rice Burroughs. Y eso me abrió la puerta a una lectura más madura, a disfrutar otro tipo de autores y a entender, gracias a mi abuela, que el libro no era solo un elemento de ocio, sino un vehículo que lleva a la reflexión, a la empatía con los demás.
—Siempre quiso ser escritor. Y comenzó este camino con la literatura infantil. ¿Por qué?
—Llevo 15 años en el mundo editorial. Fui corrector de estilo, editor, incluso me involucré en procesos de marketing. Y me di cuenta de la importancia de la lectura en la primera infancia. Sumado a eso, tener un hijo me permitió acercarme más a ese universo y empecé a trabajar con elementos como animales en vía de extinción, indígenas de diferentes regiones de Colombia, y otras tantas cosas que ayudan a que el primer contacto con los libros sea provechoso para un niño.
—¿Por qué el heterónimo Enrique Rojo para firmar sus libros de literatura infantil?
—Porque le tengo mucho respeto a la literatura infantil y la veo como algo primordial en el camino de quien llegue a ser un buen lector a futuro. Además por los temas que manejé, por la inclusión de la cultura Ticuna del Amazonas y la Chibcha de los páramos colombianos.
—¿Cómo se da su nombramiento como director de la FILBO?
—Estuve como director de la Feria del Libro de Cali y pasamos muchos problemas durante la pandemia, sumado a la protesta social que hubo en 2021. Entonces tuve que idear estrategias para solventar los problemas de presupuesto y ese buen trabajo me abrió las puertas para llegar a Bogotá. Me llamaron, hablamos del rol que podría jugar y lo que podría aportar y acepté el ofrecimiento de la Cámara Colombiana del Libro.
—60 años de relaciones bilaterales entre Corea del Sur y Colombia. Por eso ese país es el invitado en esta edición. ¿Ha tenido tiempo de leer literatura coreana?
—He ojeado un par de libros, entre ellos Almendra de Won-Pyung Sohn, una autora joven y que ha impactado mucho en su país. También he visto un par de libros de poesía y de novela gráfica. Sé que hay muchas traducciones en el mercado para esta edición de la FILBO, pero lastimosamente, por falta de tiempo, no he podido revisar con detalle el catálogo y leer un par de obras.
*La masacre de La Gabarra fue un genocidio perpetrado por las Autodefensas Unidas de Colombia (Bloque Catatumbo) la noche del 21 de agosto de 1999. Los paramilitares asesinaron entre 35 y 43 civiles.
Fuente Sputnik