Inspirado en el pensamiento social cristiano, el dirigente sindical Clotario Blest luchó durante toda su vida a favor de los derechos humanos y de los trabajadores de Chile, convirtiéndose en una de las figuras emblemáticas del siglo XX.
Clotario Blest Riffo nació en Santiago el 17 de noviembre de 1899. Durante su etapa escolar, recibió una formación católica proveniente del Seminario Pontificio de Santiago, donde conoció al Padre Fernando Vives, sacerdote jesuita, conocido por su preocupación por los/as trabajadores/as más pobres, quién lo influenció al momento de comprender el rol activo que debían tener los y las católicos/as en las luchas sociales.
Blest inició su vida adulta trabajando como funcionario público en la Tesorería General de la República. Desde ese rol tomó conciencia de las carencias que experimentaban sus compañeros/as de trabajo, quienes no tenían instancias de organización y de canalización de sus demandas laborales. Por esto, Clotario Blest trabajó para la formación de un sindicato de funcionarios/as públicos/as y posteriormente se preocupó de unificar a los/as trabajadores/as organizados/as del país. Por esta causa siguió luchando, incluso durante la dictadura encabezada por Augusto Pinochet. Clotario Blest falleció en la ciudad de Santiago, el 31 de mayo de 1990.
De acuerdo a defensores y defensoras de DDHH/INDH, se destaca: “A través de su rol como dirigente movilizó a los trabajadores y las trabajadoras en pro de sus demandas, utilizando los medios que le proporcionaba la asociación gremial, como por ejemplo las negociaciones colectivas, el recurso de la huelga y otras protestas pacíficas para lograr su cometido. Del mismo modo, a través de sus columnas de opinión en la prensa, luchó por la unión entre los trabajadores y las trabajadoras, además visibilizó y apoyó sus demandas, como por ejemplo el aumento salarial. La trascendencia de su actuar radica en que llevó a cabo su labor en un contexto donde los funcionarios públicos y funcionarias públicas no tenían posibilidad de organizarse. Además, durante la primera mitad del siglo XX, el contexto político era, por lo general, reticente a acoger las demandas de los/as trabajadores/as organizados/as. Algunos sectores, por ejemplo, consideraban las huelgas elementos de desorden social”.
También se indica: “Mientras se desempeñaba como empleado público en la Tesorería General de la República, en la década de 1920, Clotario Blest comenzó a participar en distintas agrupaciones sindicales ligadas a la Iglesia Católica que incentivaban la unión de los trabajadores y las trabajadoras a través de los sindicatos. Influenciado por ellas, organizó en 1934 la Asociación Deportiva de Instituciones Públicas (ADIP). Luego de ello, en 1939, promovió la creación de la Asociación de Empleados de Tesorería. Sin embargo, la figura de Blest alcanzó importancia nacional cuando logró constituir, en 1943, la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF). La importancia de la creación de la ANEF radica no sólo en la posibilidad que se abría para que los funcionarios y funcionarias pudieran organizar sus demandas, sino que, además, fue relevante ya que, antes de las gestiones de Blest, no existía una asociación de los empleados y empleadas fiscales. Blest logró que ellos se unieran aunque la ley no les permitía la sindicalización”.
Finaliza “Por todo lo anterior, los mismos trabajadores y trabajadoras le confirieron en 1952 la misión de convocar un congreso para la unidad de los sindicatos. El congreso, realizado al año siguiente, logró aglutinar a los asalariados organizados del país en la Central Única de Trabajadores (CUT). Desde sus orígenes y hasta 1962, Blest ejerció la presidencia de la CUT. Bajo su liderazgo, la CUT organizó diferentes huelgas generales, como por ejemplo: el paro general de mayo de 1954, el paro general del 7 de julio de 1955 y el paro del 9 de enero de 1956. Las paralizaciones buscaban lograr mejoras en las condiciones laborales y revitalizar la fuerza de la clase trabajadora. Durante la dictadura de Augusto Pinochet, y específicamente, luego de la elaboración del Plan Laboral de 1979, Blest criticó la anulación de los derechos sindicales y aseguró que lo único que se pretendía era dividir a los trabajadores y trabajadoras. Durante este mismo periodo, Blest refundó el Comité de Defensa de los Derechos Humanos, abogando por actos no violentos. Acogió a las víctimas en su hogar, pidió la libertad de presos políticos y el regreso de exiliados, ayudó a salir del país a perseguidos políticos y escribió cartas a autoridades y organismos no gubernamentales para denunciar las violaciones a los derechos humanos en Chile. En reconocimiento por estas labores, en 1980, el gobierno y el parlamento de Alemania Occidental lo patrocinaron para obtener el premio nobel de la Paz”.
Por su parte, Memoria Chilena, destaca del líder sindical: “En 1961 abandonó la presidencia de la CUT y comenzó a participar en los movimientos revolucionarios que surgieron en Chile inspirados en la Revolución Cubana. Asimismo, se sintió identificado con la Teología de la Liberación. Durante la Unidad Popular no tuvo participación; sólo manifestó su precupación por la división de los trabajadores. Después del golpe militar de 1973, participó activamente en contra de la violación a los derechos humanos, colaborando en la fundación de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, cuya sede estuvo por años en su propia casa”.
Sobre el último periodo de su vida, el portada destaca: “En los últimos años de su vida, fue acogido por los sacerdotes franciscanos, haciéndose conocida su anciana figura de larga barba blanca, mameluco azul y cordón franciscano amarrado a su cintura. Falleció en Santiago el 31 de mayo de 1990”.