Uno de los elementos más novedosos de la política posdictadura en Chile, desde el punto de vista de las ideas políticas, ha sido la emergencia del discurso de la autodeterminación en las minorías nacionales de Chile (1). Y es novedoso porque expresa un intento de ellas por convertirse en sujetos políticos, a diferencia de épocas políticas anteriores en que actuaban como clientela electoral o acompañamiento de clases sociales a las que se atribuía roles liberadores mesiánicos (el proletariado, por ejemplo). En el caso de los mapuche (2), la minoría étnica más importante de Chile, pioneros en este tema y de quienes se habla en este texto, dicho discurso aparece enarbolado por organizaciones e instituciones mapuche a partir de comienzos de la década de los 1990s (3).
El discurso de la autodeterminación ni es consensual ni es propio a todas las organizaciones mapuches. El discurso de la autodeterminación es propio a un segmento del movimiento mapuche (el más activo hoy), que reúne nuevos liderazgos y nuevos militantes. Las organizaciones que surgieron al calor del ciclo movilizatorio anterior, originado en el intento de la dictadura (1973–1990) de dividir y enajenar las tierras mapuche (Decreto Ley —indígena— 2.568 del 1979), y que dio origen a las organizaciones que en los 1980s enfrentaron la dictadura (principalmente Ad-mapu, de cuyo fraccionamiento surgen otras), terminaron cooptadas por la nueva institucionalidad del Estado al fin de la dictadura (CEPI–CONADI) y comienzo de la transición a la democracia.
El discurso de la autodeterminación inaugura un nuevo ciclo de movilizaciones mapuche, en el contexto de una nueva arena política, caracterizada por el fin de la dictadura (1990) y el surgimiento de una democracia acotada en el país, producto de las negociaciones entre militares y políticos opositores, que además consagró la región mapuche a la depredación de las industrias forestales, energéticas y celulosas. Militantes mapuche que abrazaron las nuevas ideas, habrían tenido un pasado vinculado a organizaciones de izquierda anti dictadura, pero hacía fines de los 1980s y en el contexto de descrédito en que cayeron las ideas socialistas al colapso del mundo socialista, experimentaron desapegos de sus afiliaciones pasadas, más cuando vieron a dichas fuerzas acomodarse a las nuevas reglas de la democracia pactada y el modelo neoliberal impuesto por los militares. ¿Cuál es el derrotero que siguen las idea autodeterministas mapuche? Y ¿cuáles son los obstáculos que enfrentan para desarrollarse exitosamente?
El quid de las ideas autodeterministas de los mapuche
Las ideas autodeterministas mapuche bajo la forma de propuestas de autonomía específicas, están asociadas en gran medida a la vida gremial-política (viceversa) de las organizaciones siguientes. Primero, el Consejo de Todas las Tierras (CTT) que nace en 1991 y que domina en gran medida la década de los 1990s. El CTT propuso a la sociedad chilena autonomizar un área del país (1991), que cubre las regiones VIII, IX, XIV y X. En esa área propusieron un co-gobierno con un intendente mapuche y otro chileno empoderados igualitariamente. El CTT tomó como referencia administrativa la institucionalidad vigente en Chile, a excepción de duplicar la autoridad política. En 1992 el CTT introdujo correcciones a esa propuesta, hablando de gobierno paralelo. Esto es, dos autoridades investidas del mismo poder, pero con ámbitos de incumbencia relacionados estrictamente a su grupo de pertenencia. Bajo la autoridad mapuche debería haber además un consejo de autoridades tradicionales. Este último elemento le da un sello tradicionalista a su propuesta, que influirá en muchos autonomistas a posterior. A fines de los 1990s el CTT demandará cupos en el parlamento chileno para los mapuche.
Le siguen al CTT dos organizaciones que nacen durante la segunda mitad de los 1990s y que se inspiran en él: la Identidad Territorial Lafkenche (ITL) y la Coordinadora Arauco Malleco (CAM); que desplazarán al CTT en popularidad hacia fines de los 1990s y sobre todo la primera mitad del 2000. Ambas bebieron del arsenal ideológico que instaló el CTT en la sociedad estado-nacional. Sin embargo, la ITL planteó un programa autonómico minimalista, que no mostró interés en el conjunto de los mapuche, sino en un segmento particular de ellos; los lafkenche o costeros. Para ellos propuso un Consejo que gobernara seis comunas de la Provincia de Arauco (VIII Región), y una Asamblea Territorial. Los ITL jugaron mezclando elementos tradicionales y modernos de gestión administrativa. Así, el consejo y los consejeros debían ser elegidos democráticamente. Su propuesta tampoco es una modificación del aparato político administrativo del Estado, aunque introduce elementos novedosos.
La CAM, en cambio, nunca ha propuesto algo más allá de la confrontación directa con los intereses económicos del capitalismo, operando a través de compañías madereras y energéticas en territorio mapuche. Un territorio que nunca ha definido en sus contornos, pero que guarda estrecha relación con su lucha por recuperar tierras usurpadas en el pasado a reducciones mapuche. La explicación para no avanzar en formular ideas autonomistas más allá del enunciado, ha sido la creencia en ellos, de que el proyecto se hace en la lucha y por el pueblo (no por intelectuales), aunque su líder ha avanzado algunas ideas rudimentarias este último año, que toman la forma de un discurso de vuelta atrás, al pasado, algo que no está muy bien definido por ahora, pero a lo cual ellos prefieren llamar “vuelta a los principios del mundo mapuche” (4).
La última organización en abrazar las ideas autodeterministas nació a mediados del 2000, y si bien nunca ha podido asentarse bien en el mundo mapuche, aún sigue con vida y en las recientes elecciones municipales obtuvo un alcalde y un par de concejales. Estoy hablando de Wallmapuwen. WMW recogió una propuesta de autonomía, elaborado en sus ideas gruesas por intelectuales mapuche a comienzos de los 1990s (5), y con pequeñas modificaciones la transformó en su programa político. Se trata de la demanda de autonomía para la región mapuche del país (la IX región y comunas adyacentes). Allí promueven la existencia de una Asamblea Regional elegida democráticamente por toda la población pluriétnica local, reglamentada por un Estatuto de Autonomía, y regida por un Gobierno Regional Autónomo emanado de dicha Asamblea. El resumen, un modelo que emula las autonomías españolas.
Logros y estancamiento
Con dos décadas de existencia al interior de la sociedad mapuche, las ideas autodeterministas han puesto un sello particular a la política, en el seno de la sociedad estado-nacional chilena. Enfrentamientos entre empresarios de la madera-energéticos y mapuche que promueven la recuperación de tierras usurpadas en el pasado y la reconstrucción de un territorio mapuche para el autogobierno, han dejado como consecuencia daños a la propiedad y el encarcelamiento en calidad de terroristas, de jóvenes activistas mapuche vinculados a estas ideas. En el presente, son los militantes mapuche que sostienen ideas autodeterministas, quienes se confrontan al poder de las empresas y del Estado chileno; mientras los mapuche que no comparten dichas ideas, en general fueron co-optados por las políticas asistencialistas gubernamentales.
Entre los logros más destacados de las ideas autodeterministas, está el hecho de que ellas han permeado a una generación de nuevos líderes, entre los cuales destacan profesionales universitarios con altos grados académicos, que podrían en el futuro elaborar mucho más propuestas de este tipo (por lo pronto la producción de literatura por estos sectores nos ha provisto de cuatro libros este 2012). También es importante mencionar la recuperación efectiva de tierras mediante los métodos de la recuperación u ocupación productiva de hecho de propiedades de latifundistas de la zona, que ha obligado al Estado a comprar propiedades para devolverlas a los mapuche y tratar de contener la movilización.
Sin embargo, para poco más de 20 años de desarrollo, las ideas aún son embrionarias. Y no se desarrollan en parte por un fuerte discurso anti-intelectual al interior de las organizaciones mapuche. Este divorcio entre intelectuales y activistas prácticos no le ha hecho un favor al desarrollo del movimiento autonomista ni a sus ideas. Igualmente opera como un obstáculo a logros más importantes, la guerra paralela por la representación nacional de los mapuche, entre organizaciones que promueven este discurso.
Al igual que el pasado —siglo XIX— en que se enfrentaban mapuche entre ellos al mismo tiempo que enfrentaban un enemigo común, el presente nos muestra que la tendencia al aislamiento de las organizaciones y pensarse mesiánicamente cada una de ellas como “la” llamada a conducir la lucha del pueblo mapuche hacia su victoria, no ha producido buenos dividendos. Los liderazgos mapuche no construyen puentes entre unas organizaciones y otras, sino por el contrario tienden a combatirse con crítica descalificatoria, que no favorece la cooperación política.
¿Prosperarán estas ideas o quedarán en el recuerdo? Solo el tiempo lo dirá.
José A. Marimán*
* Investigador independiente
NOTAS:
1. Este artículo sigue en su desarrollo las ideas de este autor presentadas en su libro Autodeterminación: Ideas políticas mapuche en el albor del siglo XXI (Santiago, Chile: Editorial LOM, 2012). Ver o descargar Resumen completo del libro
2. Se usa mapuche en plural o singular invariable pues la partícula che indica gente. En otras palabras, ya es un plural. Se respeta así el uso que los propios mapuche hacen del concepto.
3. Si bien se pueden rastrear antecedentes del discurso de la autonomía en la organización que dominó la década de los 1980s: Ad-mapu, y su resolución de un Congreso en 1983 en que proclama su deseo de elaborar un “proyecto Histórico”, es solo en los 1990s donde intelectuales mapuches escriben sobre el tópico y organizaciones mapuche colocan la idea en sus programas políticos reivindicativos.
4. Diego Calderón y Felipe Correa, “Entrevista a Héctor Llaitul desde la cárcel de Angol”, en La Chispa, <http://www.lachispa.cl>, 11 septiembre 2012.
5. José A. Marimán, “Cuestión mapuche, descentralización del Estado y autonomía regional”. Caravelle (Toulouse, France) 59 (1992): 189–205.