Por Roberto Pizarro Hofer
Como lo hace semanalmente, Cristian Warnken escribe una columna de opinión en El Mercurio, que titula “Sólo un Dios podrá salvarnos”. Cuestiona, con esa frase catastrofista, el trabajo de los constituyentes. Le respondí en una carta que, lamentablemente, no fue publicada, lo que me ha obligado a escribir estas letras, donde destaco las ideas del escritor (ahora jefe de los amarillos) y mi punto de vista.
Warnken dice que está “leyendo lentamente y con el menor prejuicio posible” el borrador de la nueva Constitución. Sin embargo, aunque ha leído lentamente y está dispuesto a seguir leyendo “con el menor prejuicio”, ya tiene una opinión formada, y bastante prejuiciosa. En efecto, afirma categóricamente que “(la nueva Constitución) no parece vaya a sacar a Chile de la polarización…”. Y, lo más serio, en sus observaciones, es la repetida idea de que la ira está instalada en el país y que la propia Convención ha favorecido esta disposición de ánimo.
Warnken está enojado con todas las normas de la nueva Constitución (que está leyendo lentamente), y le disgusta que los constituyentes hayan decidido cerrar su trabajo en Antofagasta, en las Ruinas de Huanchaca. Curiosamente, lo ve como un rechazo al republicanismo, en vez de valorarlo como una señal de apoyo a la unidad territorial y a la descentralización.
Sorprende aún más en un crítico literario, su molestia por la presencia de la nueva Constitución en tierras de destacados escritores como José Joaquín Vallejos, Víctor Domingo Silva y Rivera Letelier. Ellos estarían felices de este acto, como también lo estaría Luis Emilio Recabarren, formador del movimiento obrero en ese norte ardiente y salitrero, al que cantó Neruda, adolorido por las masacres sufridas en esas tierras: Pero entonces la sangre fue escondida / detrás de las raíces, fue lavada / y negada / (fue tan lejos), la lluvia del sur la borró / de la tierra / (tan lejos fue), el salitre la devoró en la / pampa: / y la muerte del pueblo fue como siempre / ha sido: / como si no muriera nadie, nada, / como si fueran piedras las que caen /sobre la tierra, o agua sobre el agua.
El enojo de Warnken con la nueva Constitución tampoco acierta al utilizar la frase de Martín Heidegger, que sirve de título a su artículo: “Sólo un Dios podrá salvarnos”. Es meramente un intento catastrofista para descalificar la Constituyente. Esa frase del filósofo, escrita después de la Segunda Guerra Mundial, revela su cuestionamiento al avance de la técnica en el mundo y a sus peligros. Pero no es más que una reiteración de la conocida crítica a la modernidad, que ya estaba presente en los años 30 y es la que condujo a Heidegger a la equivocada creencia de que el nacionalsocialismo y el gobierno de Hitler serían un freno al avance del racionalismo científico y de la tecnología.
Entonces, no parece muy lúcida la utilización de esa frase de Heidegger para cuestionar la nueva Constitución porque, a diferencia del filósofo alemán, ninguno de los convencionales cuestiona la modernidad ni el desarrollo de la técnica. Y, desde luego, las controversias sobre la nueva Constitución se resolverán en el plano terrenal, sin la intervención de Dios, quien se encuentra ocupado con la guerra en Ucrania.
Warnken, además, exagera al atribuir a la Convención responsabilidades en la ira, que recorre la sociedad. Es cierto que hay enojo de vastos sectores de nuestra sociedad, pero ello no es cosa de hoy día, sino consecuencia del modelo de abusos e injusticias que instaló la Constitución de 1980.
Es lo que intenta atender el trabajo actual de la Convención. Y, por ello, muchos valoramos el nacimiento de la nueva Constitución, que nos dice que existirán derechos sociales universales, paridad de género, descentralización territorial, respeto a los pueblos originarios, protección del medioambiente y una economía diversificada, que ofrezca trabajo a toda la familia chilena.
En consecuencia, la aprobación de la nueva Constitución es el único camino para responder las urgentes demandas de la sociedad chilena. No existe una “tercera vía”. El Apruebo servirá para terminar con los abusos e injusticias que, desde hace 40 años, agreden a la familia chilena. Es lo que además terminará con las tensiones existentes en el país. No se necesita ningún Dios para ello y menos el Rechazo irresponsable de los amarillos de Warnken.
Por Roberto Pizarro Hofer
Economista
Publicado originalmente el 26 de mayo de 2022 en Politika.