Vivió el exilio y amó con una inusitada pasión a una profesora de literatura a quien conoció en un curso de verano en España. De esta relación que fue fugaz en la presencia, brotaron preciosas cartas llenas de amor. Hablamos de Pedro Salinas, quien nació en Madrid en 1891. Estudió en el Colegio Hispano-francés y es ahí que se familiariza con el idioma que tiempo después le permitiría ser traductor.
En su juventud, pensó en ser abogado, pero después cambió de idea y se inscribió en la facultad de filosofía y letras. Desde luego, la poesía lo llamaba y fue al cumplir 20 años que sus primeros poemas son publicados por la revista Prometeo. Después de terminar la carrera y con 23 años, parte a París. En ese viaje no estará solo, su novia, Margarita Bonmatí se convierte en su esposa en 1915. En París, en la Universidad de la Sorbona, Pedro trabaja en una plaza de lector de español. Para 1918, el escritor gana una plaza en la Universidad de Sevilla y hacia ese lugar parte la pareja. En esa institución tiene como alumno a quien después se convertiría en otro gran poeta, Luís Cernuda, quien no dejó de reconocer la labor del maestro y el estímulo hacia sus alumnos para que escribieran. Para 1922 se publica su traducción de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Sin dejar la escritura, su labor de docente lo lleva como invitado a la cátedra de literatura en la Universidad de Cambridge. Un tiempo después fue editor de la revista Índice literario. En el centro de estudios históricos de Madrid, se le confirió el cargo de responsable de los cursos de literatura para extranjeros en 1928 y es en uno de esos cursos que conoce a la mujer que cambiaría su vida para siempre y que daría a la poesía del mundo algunos de los más sublimes poemas. Son tres los libros en los que Pedro Salinas habla de ese amor: La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento. No solo escribió poesía amorosa, sin embargo, fue conocido como el poeta del amor, porque lo que escribió sobre ese sentimiento tienen frases de tanta belleza, como: “Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música. La vida es lo que tú tocas”. De la voz a ti debida
O en Razón de amor: “Cada beso perfecto aparta el tiempo, le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve donde puede besarse todavía. Ni en el llegar, ni en el hallazgo tiene el amor su cima: es en la resistencia a separarse en donde se le siente, desnudo, altísimo, temblando”.
Es 1932 y Katherine Reding, es la mujer que inspira esas palabras. Después de separarse un tiempo, vuelven a encontrarse en el siguiente curso. Aun sin verse, las cartas del poeta para ella son constantes y hermosas. No deja de escribir y de decir en ellas todo lo que siente por la maestra de literatura.
Tu ausencia era la mayor presencia de la clase ayer. No estando la llenabas toda. Una frase de una carta escrita en 1932.
Para enero de 1933, le dice Pedro: “Todo, ternura, paciencia, destreza, todo lo empleaste. Tu eres la autora de nuestro amor. Bendito sea lo que me permitió, entre tantas cosas tristes, vulgares, pobres, usuales, feas, necesarias como hay en la vida conocer tu alma incomparable, sentirla a mi lado”.
La situación es sumamente complicada para ellos, ya que él es casado, tiene 2 hijos y una vida al lado de su familia. Aún así y a la distancia, las cartas son escritas desde 1932 hasta 1947. 15 años de correspondencia que mantiene su amor, aunque físicamente no puedan hacerlo. El afecto entre ambos no muere, pero ella decide terminar esa relación que considera imposible y poco después se casa con el profesor Withmore, su colega en la institución que trabaja. Katherine y Pedro Salinas vuelven y las cartas siguen enviándose en secreto. Fue en 2002 que la profesora de literatura decide donar a la Universidad de Harvard, la correspondencia que con tanto cariño guardó tantos años.
Cuando estalla la guerra civil en España, en el verano de 1936, Pedro Salinas que simpatizaba con los republicanos y era reconocido como uno de los poetas de la Generación del 27 comienza su exilio. Sale de España y jamás regresará. Estados Unidos, México, Puerto Rico, y otros países son su refugio. El mar de San Juan de Puerto Rico, se convierte en el protagonista de su poema el contemplado. Salinas no deja de escribir y de enseñar. Son alumnos de varias universidades los que reciben su conocimiento y sus poéticas palabras. El Wellesley Colllege en Boston. La universidad John Hopkins de Baltimore y la universidad Río de Piedras en Puerto Rico.
El poeta, en la Segunda guerra mundial, aborrece la crueldad con la que los seres humanos se destruyen. Así da a conocer su poema Cero: “Invitación al llanto. Esto es un llanto, ojos, sin fin, llorando, escombrera adelante, por las ruinas de innumerables días. Ruinas que esparce un cero, autor de nadas, obra del hombre, un cero, cuando estalla”.
“Con la extraña delicia de acordarse de haber tocado lo que no toqué sino con esas manos que no alcanzo a coger con las mías, tan distantes. Y todo enajenado podrá el cuerpo descansar quieto, muerto ya. Morirse en la alta confianza de que este vivir mío no era sólo mi vivir: era el nuestro. Y que me vive otro ser por detrás de la no muerte”. Pedro Salinas, el poeta del amor muere en el exilio en 1951. Sus restos son llevados de Estados Unidos a Puerto Rico, país que lo cobijó cuando más lo necesitaba.
Primavera de 2022