Madrid, España, será sede, desde este martes, de la reunión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), uno de los eventos más relevantes de la geopolítica mundial.
En un mismo edificio confluirán los responsables de la mayoría de las últimas tragedias humanitarias y, también, de un gran saqueo, tanto en los países que forman parte de tan tétrica organización como en aquellos que se convierten en objeto de su interés, explica Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Muerte y expolio son, de hecho, las consecuencias más importantes de las actuaciones de la OTAN en sus últimas décadas, especialmente desde que durante los años noventa la mencionada organización decidiera no disolverse, para lo que fue necesaria una reconversión como pocas veces ha ocurrido en la historia.
El viraje europeo en la OTAN
A pesar de esta incuestionable realidad, que incluye el alto coste económico de la OTAN para los países europeos y los países vampirizados; los múltiples problemas que ha generado —y sigue generando— en casi todo el planeta, ya sea en países que forman parte o no de la organización; o las barbaridades que ha perpetrado; los líderes europeos no parecen dispuestos a cortar el vínculo con los Estados Unidos. Una posición que contrasta mucho con la que los líderes europeos mantuvieron a mediados del siglo pasado.
El giro en esta cuestión ha sido radical, pues, en general, los países europeos temían que los Estados Unidos no abandonaran el continente después de la II Guerra Mundial, por la pérdida de soberanía que ello provocaba, y solo la presencia de un gran contingente soviético a menos de doscientos kilómetros de sus fronteras —caso de Francia—, les hizo claudicar.
Por el contrario, en la actualidad, los militares norteamericanos están cómodamente instalados en Europa —unos 70.000 militares de forma habitual, más de 100.000—, aun cuando los soviéticos ya no existen, los rusos se encuentran a miles de kilómetros de las principales potencias europeas y no solo no representan una amenaza, sino que, sin la presencia norteamericana, bien podrían formar una alianza.
De hecho, la misma Alemania que hoy considera peligroso depender energéticamente de Rusia y prefiere la dependencia de países del Oriente Próximo o el Norte de África, hace solo cuarenta años, a comienzos de los años ochenta, era la que se negaba a cumplir las órdenes norteamericanas para cortar las relaciones comerciales, incluido el flujo energético, con la Unión Soviética. Ver para creer: la Rusia de Putin es peor a ojos de Occidente que la Unión Soviética de Brézhnev o Andrópov —si leen los exabruptos de Ronald Reagan a comienzos de la década de los ochenta comprenderán en gran medida lo asombroso que resulta—.
La ‘guerra contra el terror’
Más allá del profundo viraje, sin duda alguna, uno de los mayores crímenes de la OTAN y los países que la componen ha sido la denominada ‘guerra contra el terror’. Una guerra que ha provocado varias invasiones y catastróficas consecuencias: se calcula que, solo entre Irak y Afganistán, fallecieron entre uno y tres millones de personas, se gastaron entre 8 y 10 billones de dólares, fueron desplazados 35 millones de personas y el resultado no pudo ser más desastroso: nacimiento del Estado Islámico en Irak y reconquista de los talibanes en Afganistán. Ningún país ni organización supranacional ha provocado mayor catástrofe humanitaria en las últimas décadas que Estados Unidos y la OTAN. No es una opinión, es un hecho incuestionable.
Yugoslavia, Libia y las víctimas de la OTAN
Pero no solo la guerra contra el terror cuestiona a la OTAN, sus actuaciones en Libia y Yugoslavia demuestran la naturaleza real de esta organización, muy en contra de lo que muchos defienden y repiten de forma falaz: que la OTAN es una organización defensiva. Una organización defensiva a la que cabría preguntar por qué ‘defendió’ Yugoslavia o Libia y qué países les habían invadido.
Fue el actual presidente de Estados Unidos el que en un vídeo afirmó que él sugirió bombardear Belgrado antes de que este bombardeo se produjera. Finalmente, entre marzo y junio de 1999 las bombas y los misiles de la OTAN causaron 2.500 muertos, incluidos 89 niños. Operación Fuerza Aliada lo llamaron.
Una operación que pudo tener lugar gracias a los conceptos estratégicos de 1991 y 1999 en los que cambia el sentido de la OTAN y se incluyen las actuaciones denominadas ‘no-Artículo 5’. Es decir, ya no es necesario que un país miembro de la OTAN sea agredido para que esta intervenga.
Bombardeos masivos a civiles
Una de las actuaciones más aterradoras de las últimas décadas concierne a los bombardeos norteamericanos sobre población civil —no olvidemos que Estados Unidos es el líder de la OTAN—. Según un informe de la organización Airwars, desde el 11-S, han fallecido en casi 100.000 ataques aéreos norteamericanos entre 22.000 y 48.000 civiles.
Armas para la mayor catástrofe humanitaria del planeta
Por si las cifras expuestas no constituyen en sí mismas un horror, lo cierto es que los países de la OTAN no solo perpetran masacres, sino que también se lucran de ellas. Así, desde que comenzó la guerra en Yemen, hace ya ocho años, los países integrantes de esta organización han suministrado el 98 % de las armas que Arabia Saudí ha adquirido. Mientras, más de 377.000 yemeníes han muerto, de ellos más de 125.000 menores de cinco años, y millones de yemeníes sufren pobreza y hambre o han tenido que desplazarse. Un lucro que ha beneficiado, sobre todo, a la todopoderosa industria militar norteamericana, que en el año 2021 acapara el 39 % de la exportación de armas.
El impuesto imperial
Para que la industria militar norteamericana se sostenga se necesitan guerras y países que paguen por ellas. Es el caso de los países europeos, a los que Estados Unidos lleva décadas forzando a aumentar el gasto militar. Primero para llegar al 2 % del PIB y, conseguida esta meta, aumentar hasta el 4 %.
En el caso de España, por ejemplo, el presupuesto militar se duplicará en esta década, pasando de más de 10.000 millones de euros oficiales a más de 24.000 millones —aun cuando extraoficialmente España ya gasta 22.000 millones, lo que supone que el gasto real podría suponer casi 50.000 millones de euros anuales—.
Y no es un caso aislado, sino que el resto de Europa sigue el mismo camino. Otro ejemplo de esta tendencia sería Alemania, que se ha comprometido a modernizar sus fuerzas armadas con 100.000 millones de euros, además de aumentar el gasto militar. Mientras, unos veinte millones de niños europeos sufren algún tipo de pobreza, en algunos casos extrema.
OTAN: organización militar armada, extractiva y sanguinaria
En definitiva, la OTAN es una organización militar armada, extractiva y sanguinaria liderada por Estados Unidos. Millones de muertos y millones de euros lo demuestran, aunque millones de personas lo desconozcan.
Por ello, la reunión de la OTAN en Madrid será, con seguridad, una de las más siniestras que se puedan celebrar en la actualidad. Tanto que difícilmente podríamos organizar una reunión de criminales con más personas asesinadas, mayor botín obtenido y mayor destrucción causada. Y ello mientras los medios de comunicación los presentan como benefactores.
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