La señora Ángela estalló de un repente. Usualmente escucha en silencio las invectivas que su patrona emite a toda hora a borbotones contra moros y cristianos. Generalmente sonríe porque son muy divertidas. Esta vez fue diferente.
«Ahora no voy a votar por el señor Frei – exclamó furiosa sin que nadie le preguntara – porque llevan veinte años y el consultorio de salud todavía no se arregla.» Farfulló además algo referido a la educación y concluyó afirmando: «Dejaron sola a la Presidenta mientras se dedicaban a llenarse los bolsillos».
El problema es que ella no está sola. Son millones los que hoy sienten la misma rabia. No sólo entre la gente que tradicionalmente vota por la derecha o siempre ha votado por la izquierda. También entre los desencantados de la Concertación que se rajaron hacia la derecha o los díscolos que las están enfilando no se sabe bien hacia adonde. También sienten rabia aquellos otros, responsables y visionarios, que partieron con el propósito de reconstruir la unidad popular del siglo 21.
La principal responsabilidad recae precisamente en Frei. No en lo personal sino como abanderado de la Concertación de partidos que ha gobernado los últimos veinte años.
No saca nada con reclamar de la decadencia moral e ideológica y el oportunismo de los que se fueron derechamente a los brazos del candidato rival. Tampoco de la demagogia y resentimiento de los que se han quedado solos al medio. O de lo malcriado y traicionerillo que parece ser el pastelito que los medios de derecha han levantado como niño símbolo del descontento entre sus filas; o lo irresponsable que puede ser su padrastro.
Como dice el refrán, la culpa no es del chancho…
Para evitar un eventual giro a la derecha con nefastas consecuencias para el país y especialmente para el pueblo, parece necesario que Frei asuma plenamente que la crisis mundial ha cambiado completamente el panorama político.
Está en sus manos la oportunidad histórica de ponerse con decisión a la cabeza del nuevo bloque político y social que se requiere elevar al poder para realizar el giro estratégico que el país necesita; hoy con urgencia dramática debido a la crisis mundial que al mismo tiempo lo hace posible.
En cierto modo es lo que hizo su padre. Lamentablemente se retacó cuando perdió la cabeza, con las consecuencias siniestras que todavía lamentamos todos y que culminaron en su propio asesinato.
Ello significa ni más ni menos que hoy Frei necesita a la izquierda.
Necesita asumir plenamente el programa de la izquierda, puesto que es el más adecuado a la situación actual. Lo esencial parece haberlo captado antes que muchos: más Estado en todos los ámbitos.
No para prescindir del mercado sino todo lo contrario. Para regularlo, protegerlo y ampliarlo internamente mejorando la distribución del ingreso. También hacia afuera, pero de la única forma estable y realista que consiste construir con nuestros vecinos las instituciones estatales supranacionales que lo regulen y protejan sobre un espacio latinoamericano de soberanía compartida.
Para fortalecer lo que constituye la premisa esencial del funcionamiento de los mercados modernos y la riqueza de las naciones: una fuerza de trabajo sana y de elevado nivel educacional, a la que se respete su derecho a condiciones de trabajo decentes, un buen estándar de vida y seguridad.
Para ello es necesario que el Estado reconstruya los servicios públicos desmantelados por la dictadura primero y por un tercio de siglo de extremismo neoliberal. Ya se sabía antes, pero la crisis ha dado la evidencia definitiva que los servicios sociales privatizados han sido un completo fracaso. Dejan sin acceso a la mayoría, son malos, caros, segregadores y hoy día han caído en la insolvencia generalizada. Hay que reconstruir un moderno Estado de bienestar y el servicio civil del Estado mismo.
La principal regulación que se debe imponer a los mercados es recuperar para el Estado la renta de los recursos naturales que hoy se regalan. Diez mineras privadas se han llevado cada uno de los cuatro últimos años el equivalente a dos tercios del presupuesto del Estado y la suma de todo lo que invirtieron en treinta años. Esa expoliación de recursos que constitucionalmente pertenecen al Estado no puede continuar durante el nuevo gobierno. Una legislación de recursos naturales como la de Noruega puede dar a Chile los recursos para lograr como ellos el mejor índice de desarrollo humano del mundo y cuidar el medio ambiente.
Adicionalmente, la recuperación de la renta de los recursos naturales dará la única muestra contundente de independencia de la nueva coalición gobernante respecto de intereses particulares. No es sano para un país que un puñado de empresas manejen el equivalente a buena parte del presupuesto del Estado.
Esta vez no va a ser fácil convencer a la señora Ángela que vote por él. Ella tampoco va a votar por la izquierda o cualquier otra alternativa que aparezca como testimonial. Está furiosa con el estado de cosas a que ha llevado al país la coalición gobernante que ella identifica inequívocamente con su persona.
Como no tiene un pelo de lesa, sabe perfectamente que el único castigo efectivo consiste en votar por la derecha.
Sólo la izquierda que ha estado excluida de la política y ha sido maltratada a lo largo de estos veinte años, igual que ella, tiene la autoridad moral para hacerlo. Pero tendrá que esforzarse al máximo si quiere lograrlo. En esta ocasión no basta con un desganado apoyo al mal menor en segunda vuelta, como resultó en las dos anteriores. Se requiere una entusiasta campaña conjunta, desde ahora mismo en torno a la lista parlamentaria recién acordada y en segunda vuelta en torno a la figura de Frei.
Las declaraciones de todos los participantes en la firma del pacto parlamentario recién concluido entre la Concertación y la Izquierda resultan esperanzadoras.
“Aquí estamos trabajando todos los que representamos a las fuerzas progresistas de Chile, para construir un gobierno del Bicentenario”- dijo el propio candidato Eduardo Frei, que junto al candidato presidencial de la izquierda, Jorge Arrate, han quedado como garantes del acuerdo.
Juan Carlos Latorre, presidente de la Democracia Cristiana dijo que el pacto «debiera tener una proyección en la segunda vuelta presidencial». «Este es el puntapié inicial de la construcción de una nueva mayoría política por los cambios», agregó el presidente del PPD, Pepe Auth, luego de la firma del acuerdo.
El líder comunista, Guillermo Teillier, llamó a hacer de este acuerdo «algo más que un pacto instrumental. Ojalá sea el origen de convergencias futuras que permitan aprobar leyes que perfeccionen nuestra democracia».
«Se trata de concretar un anhelo, y ese anhelo es contar con una mayoría que nos permita una nueva Constitución para Chile», concluyó el presidente del PS, Camilo Escalona.
En efecto, para hacer todos los cambios que se necesitan es necesaria una nueva Constitución. No va a ser fácil lograrlo, dadas las trabas que impone la actual. Sin embargo, no cabe duda que el camino más sencillo es lograr una mayoría parlamentaria comprometida con este objetivo. Eso es difícil, pero no imposible si se suman todos los que buscan este objetivo.
Estos son buenos argumentos para convencer a la señora Ángela que esta vez será diferente.
Manuel Riesco
Economista CENDA