Por Martin van Creveld
Cuando comenzó la guerra ruso-ucraniana en febrero de 2022, yo, como casi todos los observadores occidentales, estaba convencido de que los rusos fracasarían en sus objetivos y perderían la guerra. Ignorando los detalles, esta expectativa se basó en tres fuertes pilares.
Primero: Desde 1945, numerosos ejércitos estatales han fracasado enfrentando levantamientos, disturbios, guerra de guerrillas, terrorismo, guerra asimétrica y formas similares de conflicto armado. Piense en Malasia, exactamente, Malasia, que a menudo se afirma falsamente como una victoria británica. Piense en Argelia, piense en Vietnam, piense en Irak, piense en docenas de conflictos similares en Asia y África. Casi sin excepción, fueron los ocupantes los que perdieron y los ocupados los que ganaron.
Segundo: El gran tamaño del país y de habitantes de Ucrania nos llevaron a mí y a otros a suponer que Rusia se había llenado demasiado la boca. El resultado sería un conflicto prolongado, extremadamente sangriento y extremadamente destructivo, decidido menos en el campo de batalla y más por la desmoralización tanto de las fuerzas rusas como de la población rusa.
Tal como lo había sido entre 1981 y 1988, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán y participó en una campaña de contrainsurgencia que resultó no solo en la derrota militar en terreno, sino también en la desintegración de la Unión Soviética. Tal escenario también fue apoyado por las dificultades extremas que enfrentaron los rusos antes de que finalmente lograran subyugar a Chechenia, un país mucho más pequeño.
Tercero: Pura ilusión, algo que tenía en común con la mayoría de los observadores occidentales. Estos incluyen jefes de Estado, ministros, militares, servicios secretos y medios de comunicación.
Desde entonces han pasado cuatro meses muy intensos. En el curso de estos cuatro meses, los siguientes factores me han obligado a reevaluar la situación:
Primero: La guerra de guerrillas no ha aparecido
Los ucranianos no están librando una guerra de guerrillas. En cambio, como muestra la lista de armas que han pedido a Occidente, están tratando de librar una guerra convencional: Tanques contra tanques, cañones contra cañones, aviones contra aviones. Todo esto, al parecer, con la esperanza no solo de detener a las fuerzas rusas, sino de expulsarlas del país. Considerando que por cada salva ucraniana hay diez rusas, tal estrategia en realidad solo puede ser la receta para la derrota.
Segundo: El cambio de táctica rusa
Los rusos han cambiado su táctica. En una subestimación masiva de su oponente, los rusos comenzaron la guerra con un intento de tomarse de un plumazo el centro de poder ucraniano en Kiev. Cuando eso fracasó, les tomó bastante tiempo cambiar de opinión; incluso pueden haber reemplazado a algunos de sus principales generales. Pero luego siguió un reagrupamiento y el debilitamiento sistemático de las ciudades y asentamientos ucranianos, comparable a las acciones de Stalin y sus generales en Finlandia en 1939/40.
Como allí y como en el curso de la Segunda Guerra Mundial, confiaron en su arma tradicionalmente más poderosa, el uso masivo de artillería. Por el momento, parece que con esto han logrado reducir sus pérdidas lo suficiente como para poder resistir durante mucho tiempo. Quizás más que los ucranianos, que, como el propio presidente Zelensky ha admitido, pierden entre cien y doscientos de sus mejores combatientes cada día.
Tercero: Problemas de reposición
La tecnología militar occidental, especialmente los sistemas de defensa aérea, las armas perforantes de tanques y los drones, pueden ser sobresalientes. Pero cantidades limitadas, años y años de austeridad excesiva, la creencia de que la guerra se ha vuelto imposible en Europa y la necesidad de entrenar a las fuerzas ucranianas, significan que estas armas tardan en llegar a donde más se necesitan.
También juega un papel importante que los rusos estén luchando en la puerta de su casa, mientras que las líneas de comunicación de la OTAN se extienden por cientos de kilómetros, desde las fronteras de Ucrania con Polonia, Eslovaquia y Rumania en el oeste hasta el Donbass en el este. Casi todo el terreno intermedio es plano, ofrece poca protección y está escasamente poblado. En otras palabras, se presta para el uso de fuerza aérea y, por lo tanto, para exactamente el tipo de arma con el que la superioridad rusa es particularmente evidente.
Cuarto: La resiliencia económica de Rusia
La estricta censura en Rusia hace que sea difícil evaluar de manera confiable la efectividad de las sanciones económicas occidentales sobre la población rusa. Si se empieza a rumorear en la población, estos se suprimen vigorosamente. Mientras tanto, una visión macroeconómica muestra que Rusia parece estar demostrando ser mucho más resistente de lo que Occidente esperaba. Las reservas de oro están subiendo, lo que ha permitido a Putin vincular su moneda al oro: Rusia es el primer país en hacerlo desde que Suiza tomó el camino opuesto en 1999.
El rublo, que estaba al borde del colapso después del comienzo de la guerra, ha alcanzado un máximo de siete años en comparación con el dólar, y la tendencia es al alza. Gracias a la disminución de las importaciones y al enorme aumento de los precios de la energía, está fluyendo más dinero que nunca a las arcas rusas. La mayor parte de este dinero proviene de la venta de energía, alimentos y materias primas a países como China e India. China, a su vez, es ahora la potencia industrial número uno; una vez que haya superado sus problemas con el Covid-19, debería poder suministrar a Rusia todos los bienes industriales necesarios, y eso por mucho tiempo.
Quinto: Las consecuencias de la guerra para Occidente
Las consecuencias económicas de la guerra son mucho más graves para Occidente de lo que se suponía. Salvar a Ucrania de las garras de Rusia es mucho más difícil que la misión en Afganistán. A ambos lados del Atlántico, la inflación es más alta que en cualquier otro momento desde 1980. Especialmente en materia energética, que Rusia niega cada vez más a Europa, no solo existe una amenaza de creciente incertidumbre, sino también de dificultades reales.
Si esto continúa, que es casi seguro que es el caso, el resentimiento crecerá entre la población, que cada vez exigirá menos compromiso de sus países o incluso su fin. Incluso si eso significa renunciar a Ucrania y dejar a Putin a su voluntad.
Finalmente: Desde la época de la Ilustración, Europa se ha jactado de ser una fortaleza de libertad, estado de derecho y justicia. Ahora, la confiscación repetida y pública de la propiedad de los llamados oligarcas hace que algunas personas lo repiensen. En primer lugar, nadie sabe lo que es un «oligarca». Entonces, el hecho de que algunos «oligarcas» hayan estado en contacto más o menos cercano con Putin a lo largo de los años no los convierte automáticamente en criminales. Finalmente, asumiendo que son criminales, no está claro por qué se les dejó tranquilos durante tanto tiempo y solo fueron atacados después del comienzo de la guerra. ¿Podría ser que Occidente esté socavando su justa causa aquí?
Como aclaración: Todo esto aún no se ha determinado. Pero como muestra el creciente número de voces que indican que esta guerra va a ser larga, la primera pregunta ahora es quién respira más profundamente y aguanta más tiempo. Y en lo que respecta a eso, las posibilidades de Rusia no son malas.
Por Martin van Creveld
Nacido en 1946 en Rotterdam, es profesor emérito de historia en la Universidad Hebraica de Jerusalén. Ha escrito numerosos libros, entre otros sobre el futuro de las guerras. Vive en las cercanías de Jerusalén.
Publicada originalmente en alemán el 28 de junio de 2022 en Welt.
Republicada en inglés el 30 de junio de 2022 en el blog del autor.