A 43 años de la victoria de la Revolución Sandinista, este escritor, investigador y analista político venezolano relató en entrevista con Sputnik su participación en el Frente Sur, con un contingente internacionalista enviado desde Cuba por Fidel Castro.
Asimismo, él detalló cómo luego del triunfo contra la dictadura de Somoza este teniente de la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) se puso a la tarea de crear el ejército nicaragüense.
La vida de Sergio Rodríguez Gelfenstein está asociada desde su nacimiento a la revolución socialista. De padre guerrillero, labra sus primeros pasos en la política con el triunfo de Salvador Allende en Chile, hasta que la dictadura de Augusto Pinochet puso fin a la experiencia de la Unidad Popular con el bombardeo al Palacio de La Moneda y un sangriento golpe de Estado.
Rodríguez Gelfenstein fue teniente de las FAR cubanas, combatiente internacionalista en Nicaragua, constructor del ejército nicaragüense, y luego embajador en este país, en uno de los pocos momentos en que la tierra de Sandino tuvo algo de paz.
En diálogo con Sputnik, este investigador y escritor narra apasionadamente los acontecimientos ocurridos hace exactamente 43 años, cuando el líder cubano Fidel Castro les planteó a él y a un grupo de combatientes latinoamericanos la misión de ir a combatir a Nicaragua, que aceptó inspirado en la máxima guevarista de «luchar contra el imperialismo donde quiera que esté».
Desde aquel día, Nicaragua es un cúmulo de recuerdos imborrables, eternos, de enorme felicidad que exigen un compromiso continuo con la revolución. “Así como nosotros tenemos a Bolívar, Nicaragua tiene a Sandino, y eso crea una impronta, una forma de ser y de mirarnos”, dice Rodríguez Gelfenstein.
Y recuerda que «no es en Playa Girón donde se produce la primera derrota del imperialismo en América, sino en Nicaragua, cuando el General Augusto César Sandino expulsa el ejército invasor yanqui». Hoy, 4 décadas después de aquellos años convulsos, «Nicaragua, Cuba y Venezuela han configurado, no un eje del mal, sino un triángulo que continúa con la tradición de lucha antiimperialista», destaca.
— ¿Cómo te vinculas con la Revolución Sandinista?
— Mi papá estuvo preso en el Estadio Nacional de Chile tras el golpe de Estado contra Salvador Allende. Luego sale hacia Perú, y no podía regresar a Venezuela porque tenía causas pendientes de cuando había estado en la guerrilla. En esas condiciones, luego de varios ofrecimientos, él opta por irnos a Cuba. Yo tenía 17 años, y al llegar a La Habana solicito tener formación militar, y junto con un grupo de compañeros chilenos, porque yo también era chileno, recibimos formación militar en el ejército regular de Cuba. Era la época en que casi todos los militares cubanos iban a cumplir misiones internacionalistas, por ejemplo en África, y muchos de nosotros solicitamos que nos envíen a una de esas misiones, pero Fidel, con su infinita sabiduría, decía que no, que esperemos, que ya iba a llegar el momento para nosotros, que no éramos cubanos.
— Disculpa la interrupción, ¿fuiste oficial de la Fuerza Armada cubana?
— Sí, en ese momento yo era teniente, era jefe de una batería de artillería y tenía a mi cargo 64 soldados, 6 obuses de 122 mm., y cumplía funciones como cualquier oficial regular del ejército de Cuba. Eso era ya 1979, yo tenía 22 años.
— Entonces, el momento de ustedes llegó con Nicaragua. ¿Cómo te enteras que vas a luchar con los sandinistas?
— Yo volvía a mi unidad de una maniobra en un polígono de tiro, eran más de las 11 de la noche, y mientras dejábamos todo el armamento resguardado, con todas sus medidas de seguridad, se nos hizo la 1 de la mañana. Cuando ya dejo todo listo y los soldados se acuestan a dormir, voy a al Estado Mayor de mi regimiento e informo que estaba todo en orden y todo seguro. Y me retiro. Cuando había caminado unos 40 metros viene corriendo un oficial y me dice que tenía que regresar al Estado Mayor. Yo pensé lo peor. Y entonces me informan que había llegado una orden para presentarme al Estado Mayor de mi división, en La Habana, a las 5 de la mañana y que nos íbamos a una maniobra a Camagüey, donde estaba el polígono principal de la Fuerza Armada. Yo estaba a 40 kilómetros de La Habana, barbudo, lleno de barro. No podía ir así. Me pusieron un camión para llegar al primer pueblo y luego pidiendo la cola llegué a lo de mi mamá a las 2 y media de la mañana, que vivía a dos cuadras de mi casa. Mi mamá se despierta, y me pregunta qué hacía a esa hora, le digo que me convocaron a una maniobra y que debía salir pronto. Y mi mamá, que nunca supo por qué, me dijo: “no, te vas a Nicaragua”.
— A las 5 de la mañana llega el teniente Sergio Rodríguez Gelfenstein a La Habana…
— Llego yo, y empiezan a llegar otros compañeros de otras divisiones. Nos informan que a las 6 debíamos estar en el Estado Mayor del Ejército. Y la primera cosa sorpresiva fue que no había solamente oficiales, había mucho movimiento, mucho sigilo, y empezamos a ver oficiales de las tropas especiales del Ministerio del Interior. Nos reúnen, nos dicen que nos vamos a ir a una escuela, supe luego que era de esas escuelas en las que se formaban guerrilleros, y nos informan que nos teníamos que preparar porque iríamos a Nicaragua. Y a la noche llegó Fidel a plantearnos la misión.
— ¿Cuál fue la misión que les planteó?
-La idea de Fidel es que había un equilibrio en Nicaragua que no se rompía y que para romper ese equilibrio tenía que romperse en el Frente Sur, creando un gran contingente que iniciara una ofensiva que rompiera con la forma de combate tradicional que tenían los sandinistas, que golpeaban y se retiraban. Para Fidel había que “golpear y quedarse, ocupar el territorio”. Decía que al llegar un gran contingente de combatientes internacionalistas, Somoza vendería la idea de que está luchando contra el comunismo internacional para pedir ayuda a todo el mundo. Esto obligaría a Somoza a concentrar la mayor parte de su fuerza militar en el Frente Sur, aflojando la tensión que tenían los otros frentes guerrilleros y permitiéndoles a los sandinistas pasar a la ofensiva. Esa fue la gran concepción estratégica de Fidel. Nos dijo: “ustedes tienen que entrar, avanzar lo más que puedan, cavar trinchera, quedarse ahí, resistir y crear un territorio liberado”. Esa fue la misión que él mismo nos planteó.
— ¿Cuándo llegas a territorio nicaragüense?
— Salimos de La Habana el 16 de junio [de 1979], dormimos en Panamá el 17, y el 18 de junio llegamos a Nicaragua en un vuelo de un avión de la Fuerza Aérea panameña que puso Omar Torrijos. Llegamos a un potrero que habían habilitado para aterrizar, a unos 20 kilómetros de Nicaragua en territorio de Costa Rica, porque se había producido un acuerdo entre Fidel, el general Torrijos y el presidente de Costa Rica, Rodrigo Carazo, que era enemigo de la dictadura somocista.
— ¿Qué referencias tenías en aquel momento de la insurrección en Nicaragua y del Frente Sandinista?
— Nosotros cuando llegamos al lugar donde estuvimos concentrados en Cuba, que se llamaba Punto Cero, un sitio legendario de la historia del movimiento revolucionario latinoamericano, sabíamos la historia de resistencia de Sandino y la derrota de EEUU en Nicaragua. Sabíamos del FSLN porque en la prensa cubana se informaba de las acciones que se llevaban a cabo, pero era una información general. Pero para nosotros era como ir a Uruguay o a Honduras, porque en Cuba se nos formó un espíritu internacionalista y teníamos la convicción de que había que luchar contra el imperialismo, como dijo el Che, donde quiera que esté. Y fue Fidel, que iba diariamente allí, el que nos explicó qué estaba pasando en Nicaragua, la situación política, el tema de la unidad interna del Frente Sandinista, la concepción general de la guerra. Te digo más, en esa época no había proyectores, uno de esos días Fidel agarró una tiza y dibujó el mapa de memoria. Dónde íbamos a llegar, detalló las lomas, el río, los pueblos cercanos, la carretera, un nivel de detalle increíble, todo de memoria, tanto que cuando llegamos dijimos: “Fidel estuvo acá”. Y no, era un genio.
— Llegan el 18, ¿y con qué se encuentran?
— El mismo 18 tengo mi primer combate, que fue una locura, porque el jefe de una columna sin autorización del mando superior se trató de tomar una loma totalmente pelada, y mandó a las tropas sandinistas a cruzar el río y a avanzar. Y las ametralladoras las barrieron. Yo estaba allí dirigiendo el fuego de la artillería y me dan por radio la orden de retirada. Hubo decenas de bajas ese día. Ese fue mi bautismo de fuego en el Frente Sur, en un contingente donde había chilenos, uruguayos, salvadoreños, guatemaltecos y combatientes sandinistas que se estaban formando en Cuba y que los enviaron de vuelta, pero subordinados a nosotros. Era una cosa muy curiosa, un verdadero contingente internacionalista.
— Estuviste un mes en combate hasta la victoria sandinista, ¿cómo lo recuerdas?
— Esta es una mirada desde la perspectiva del conocimiento que tengo hoy, en ese momento era una oficial de baja graduación que tenía una misión que cumplir y que no tenía la visión de conjunto. En algún momento quedó claro que el equilibrio se iba a mantener, nosotros no teníamos capacidad para romperlo pero ellos no tenían la capacidad de derrotarnos. Sobre todo porque nosotros teníamos una logística abierta, teníamos la frontera con Costa Rica y por ahí nos entraba todo, nos podíamos seguir abasteciendo con municiones, armamento, comida, de todo. Y, efectivamente, Somoza concentró, primero a la EEBI, que era la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería, una fuerza de élite cuyo jefe era su hijo; y luego la poca aviación que tenía Somoza se concentró en el Frente Sur, la artillería también, tenían una batería de lanzacohetes múltiples que habían enviado los militares de la dictadura argentina. Fue un mes de tira y afloja, pero pasó, finalmente, lo que predijo Fidel.
— ¿Cómo fue la marcha victoriosa hacia Managua?
— Empezamos la marcha hacia el norte después del mediodía del 19 de julio, porque una vez que nos dan la orden de prepararnos para irnos a Managua teníamos que guardar las municiones, meterlas en caja, asegurarlas para el viaje, teníamos morteros enterrados, etc. Y era una marcha muy lenta, porque la gente salía a la carretera a saludarnos, nos regalaban mangos, café, querían subirse a los camiones con sus niños. Avanzamos, pero nos dan la orden de desviarnos y dirigirnos a la ciudad de Granada, que era cuna de la oligarquía nicaragüense, una ciudad muy reaccionaria, y yo creo que el Frente Sandinista quiso hacer una demostración de fuerza. Así que dormimos ahí, y salimos muy temprano para Managua. Allí, en el tramo final que hicimos hacia Managua la masividad de la gente en las calles fue impresionante. Al final, a nosotros nos dicen que debíamos ir a lo que se llamaba “el búnker de Somoza”, la Oficina de Seguridad Nacional, ahí dejamos la artillería, los camiones, las municiones, y los compañeros empezaron a ir a la plaza porque se sabía que en la plaza se estaba armando un gran acto de celebración. Y ese día, que fue el 20 de julio, fue impactante, estaban en la plaza los frentes guerrilleros, la dirección nacional del Frente Sandinista, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y el pueblo volcado totalmente.
— ¿Qué sentís por ese día?
— Yo digo que ese fue el día más hermoso de mi vida. Por la marcha, por ese baño de pueblo, por la felicidad de los ancianos y los niños, por ver a tanta gente feliz, y por sentir que habíamos logrado ayudar a desaparecer la ignominia de décadas. Y ahí comienza otra historia, ya que había que transformar al ejército guerrillero en ejército regular. ¿Y quiénes eran los que sabían? Nosotros, porque teníamos formación de las academias militares.
—¿Cómo fue ese proceso?
— A nosotros, los artilleros, nos tocó formar la escuela de artillería, se hicieron planes, escuelas y la estructuración de la Fuerza Armada que se necesitaba para defender ese país. Esa fue la tarea de julio y agosto. Y el 27 de agosto se conmemoraba en Nicaragua la jornada heroica de Pancasan, en la que celebraban unas luchas importantes que se habían dado en el pasado y que es una efeméride muy importante para el Frente Sandinista y se decidió ese año hacer el primer desfile militar del entonces Ejército Popular Sandinista. Entonces, los tanquistas se pusieron a arreglar los tanques, nosotros la artillería y los infantes enseñaron a los soldados, que eran unos muchachos guerrilleros, a marchar para el desfile, en bloque. Y el desfile fue impresionante, había pasado poco más de un mes del triunfo de la revolución. Así comenzamos la formación militar, la metodología, el estudio de lo que se llama el teatro de operaciones militares, el estudio del terreno y del enemigo, la capacidad de nuestras tropas, y ese año 79 fue de eso. Ya a finales del 79, en diciembre, comenzaron a producirse las primeras manifestaciones de acción contrarrevolucionaria.
— ¿Aún quedaban restos del somocismo?
— No, del somocismo no quedó nada. Pero había una derecha que era antisomocista y que además formaba parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Y en los primeros días de diciembre del 79 a mi me mandan con una batería de artillería a reforzar un batallón de infantería en la frontera con Honduras, porque había unas provocaciones del ejército hondureño. Nos envían para hacer una demostración de fuerza. Incluso hicimos ahí una jugada que fue extraordinaria, porque cerramos la carretera que transitan camiones para toda Centroamérica, y con el batallón de infantería, la artillería y los camiones cargados de soldados salíamos de la carretera a una vía lateral y volvíamos a entrar más adelante, así lo hicimos una y otra vez. Al otro día los periódicos daban cuenta de un gran contingente de miles soldados que llegaban a la frontera, y éramos nosotros nomás.
— ¿Cuándo decides salir de Nicaragua?
— Yo me quedé hasta el año 83, pasé por varios destinos, reestructuramos el ejército, pasé a trabajar en Estado Mayor, luego en el Estado Mayor de la Fuerza Aérea y al final me enviaron a una escuela creada para la formación de sargentos. Pero allí ya estaban en Nicaragua oficiales cubanos con mucha experiencia, eran nuestros maestros, el jefe de la misión era un coronel y todos los demás eran coroneles y tenientes coroneles, incluso nuestro primer jefe había combatido en la Revolución Cubana contra Batista. Ahí ya se había hecho una estructura de la misión acorde a las solicitudes que habían hecho los sandinistas de acuerdo al ejército que querían tener. Entonces, llegan los años 80, yo formaba parte del contingente del Partido Comunista de Chile y en la reestructuración que nosotros hicimos quedé a cargo de las relaciones políticas, no públicas. Y nos llegan unos colaboradores salvadoreños y nos contactan para tener una reunión con un dirigente de El Salvador. Nosotros vamos, y la reunión era con Schafik Handal [1930-2006. Líder del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)]. Schafik nos dice que se estaba avanzando hacia la construcción de la unidad de todas las fuerzas, que se estaba creando una organización, el FMLN, y que se estaba preparando una ofensiva para los primeros días del año 1981, y nos pide ayuda, porque el Partido Comunista tenía una gran experiencia en la lucha de masas, obrera y gran capacidad de organización, pero no militar. Y entonces nosotros apoyamos la construcción del Estado Mayor de la Fuerza Armada de Liberación, que era el brazo armado del Partido Comunista salvadoreño. Y así estuve 3 años, porque cuando empieza la guerra el Estado Mayor general del FMLN sigue funcionando en Managua, con Schafik, hasta que ellos crean unas condiciones y mueven esa estructura. Pero nuestra mirada estaba puesta en Chile, en la lucha contra la dictadura, entonces empezamos a hacer presión a la dirección nuestra para irnos. En 1982, los primeros compañeros que regresan fundan el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, yo me vuelvo a Cuba en 1983 y entro a Chile en 1984.
— ¿Y qué balance haces de estos largos 43 años?
— Nicaragua tiene un imán muy particular, que te hace estar siempre vinculado. Tengo muchos y grandes amigos allí, fíjate que los generales del ejército de hoy eran combatientes hace 43 años, eran soldados. Y cuando tú forjas los lazos de amistad en la guerra, en la lucha insurreccional, en ese período tan hermoso de construcción del Ejército, son lazos que no se borran, para mí son eternos; y creo que para ellos también.
En todos estos años, hay tres etapas bien marcadas. Desde el 79 hasta que pierden las elecciones en el 90, una etapa de revolución bajo acoso, agresión, bloqueo, con mercenarios armados, casi no tuvieron tiempo para la paz, en medio de una guerra apoyada por Estados Unidos, y sin embargo todos los niveles sociales y económicos de Nicaragua crecieron. A pesar de la devastación de la guerra, la revolución alfabetizó ese país. Y en la segunda etapa, donde se entronizó el neoliberalismo, en los 90, todo esto retrocedió. Nicaragua es el único país del mundo donde hubo que hacer dos campañas de alfabetización, porque cuando el sandinismo vuelve en el 2007 hubo que iniciarla otra vez.
Desde el 2007, distintos organismos internacionales empezaron a hablar del milagro nicaragüense, pero en 2018 hay un intento del golpe de Estado instigado, organizado y financiado por Estados Unidos y Europa, y todo lo que venía marchando bien se paró, tanto que que las secuelas de ese intento golpista se siguen padeciendo. Ahora Nicaragua está iniciando un cuarto período que podemos denominar de recuperación, de lucha contra la pobreza y de resistencia.
Fuente Sputnik