Nuevos detalles se dieron a conocer este fin de semana respecto a las acusaciones por «hechos de connotación sexual» en contra el cura jesuita Felipe Berríos, en vísperas de que la abogada María Elena Santibáñez entregue el resultado de la investigación previa sobre estas denuncias.
Cabe recordar que el pasado 29 de abril, una mujer adulta denunció ante la Compañía de Jesús haber sido víctima de Berríos cuando era menor de edad. La orden encargó el 2 de mayo a Santibáñez -académica de Derecho de la Universidad Católica- que estableciera la verosimilitud de la denuncia, para entonces enviar los antecedentes al Vaticano.
A fines de mayo, y en medio de la conmoción pública provocada por el caso, Berríos se «autodenunció» ante la Fiscalía, asegurando ser inocente y diciendo que esta acción en la justicia ordinaria apuntaba a poder defenderse «de la forma más transparente posible».
En tanto, la Fundación para la Confianza, que ofrece orientación psicológica y jurídica a víctimas de abuso sexual infantil, recibió nuevas acusaciones que se suman a la primera, por lo que el abogado Juan Pablo Hermosilla señaló a mediados de junio a radio Cooperativa que éstas «van desde acciones muy inapropiadas, extraordinariamente inapropiadas y dañinas con jóvenes menores de edad, a conductas en que hay delito. Y entremedio, hay un espectro de cosas».
Según publicó Ex-Ante ayer viernes, durante sus tres meses de trabajo la abogada María Elena Santibáñez pudo recolectar testimonios de «al menos otras dos mujeres» que afirman ser víctimas de Felipe Berríos, y que no han declarado en Fiscalía «por temor a verse expuestas», consignó Cooperativa.
Detalles de la primera denuncia
Este sábado 20 de agosto termina el plazo que tiene la abogada María Elena Santibáñez para entregar su informe, y el diario La Tercera reveló la noche del viernes fragmentos de la denuncia que dio origen a la investigación en contra del jesuita.
La primera denunciante tiene hoy 32 años, es profesional y afirma que logró «desbloquear» episodios de abuso ocurridos en su infancia mediante terapias psicológicas.
Relató que cuando ella tenía siete años, en 1996, Felipe Berríos se convirtió en el «guía espiritual» de su familia, que estaba acongojada en ese momento por la muerte de una tía en el accidente del vuelo 603 de Aeroperú, en que fallecieron 30 chilenos.
«Felipe se volvió muy cercano a toda mi familia, convirtiéndose en el confesor y guía espiritual de mis abuelos, mi mamá y otra tía, quienes lo consideran un gran amigo», cuenta en la denuncia.
Posteriormente, en 2004, cuando tenía 14, su madre la llevó a la oficina de Berríos en Infocap para que la ayudara con episodios de angustia que estaba padeciendo luego de haber tenido relaciones sexuales con su pololo.
La Tercera da cuenta, sin reproducir esta parte textualmente, que «Berríos le explicó que debía calmarse, porque lo que le describía no era un acto sexual como tal y que no había perdido la virginidad como creía. Junto con esto le aconsejó que tomara un espejo y observara sus partes íntimas, y le señaló que él no entendía que las mujeres no conocieran su propia anatomía».
Luego retoma el testimonio de la denuncia: «Felipe comenzó a hacerme cariño en la rodilla mientras la conversación derivó en mi inconformidad con mi cuerpo, en lo insegura que me sentía frente al mismo. En un momento me pidió que me pusiera de pie. Él siguió sentado en su silla y empezó a realizar tocaciones con sus dos manos en mis brazos, abdomen, muslos y glúteos, en virtud de su posición de poder y la vulnerabilidad en la que yo me encontraba. Me hizo darme vuelta mientras seguía pasando sus manos y diciéndome: ‘Pero si estás súper bien’. Luego me dio una palmada en los glúteos y me volví a sentar. Al final del encuentro, el denunciado me absolvió de mis pecados, como se hace en una confesión católica».
«Tengo la certeza de que Felipe Berríos abusó de mí a mis siete u ocho años»
En mayo de 2021 la denunciante inició una terapia sicológica «más intensa» que la de la década previa, y pudo recordar hechos graves de abuso ocurridos cuando era niña, en la sacristía del Colegio San Ignacio El Bosque.
«Comienzo a sentir como si tuviera su vello púbico en mi cara (…) veo imágenes de sus piernas desnudas, me veo sentada al lado de él, sobre una cama o sillón, yo chica, a los siete u ocho años», relató.
«A pesar de que las imágenes del abuso cuando niña, a mis siete u ocho años, se muestran inconexas, sueltas, como imágenes aisladas, tengo la certeza de que Felipe Berríos abusó de mí en esa época», afirmó.
«A pesar de esta paz emocional que me ha traído (el recuerdo de lo sucedido), me encuentro intranquila con lo que he descubierto, siento que tengo la responsabilidad de alertar a quienes corresponda, de manera de evitar que situaciones como las que viví puedan seguirse repitiendo, de modo de evitar sufrimiento en aquellas personas que puedan estar en contacto con Felipe Berríos. Me siento incómoda y cómplice guardando silencio, sabiendo que mi testimonio pudiese ayudar a otras mujeres que pudiesen haber vivido algo parecido o estar viviéndolo en la actualidad, sobre todo porque tengo la impresión de que el comportamiento abusivo del sacerdote es un ‘secreto a voces'», concluyó.