“Santos” en la ex Cárcel

Santos se llama esta nueva joya del teatro porteño


Autor: Francisco

Santos se llama esta nueva joya del teatro porteño. Es una creación de Compañía Teatro Motín y se está presentando en el Parque Cultural ex Cárcel. Su protagonista es Kolly Sanhueza, de gran actuación, quien ha contado con el apoyo de  destacados actores, mimos, diseñadores y técnicos. Este último fin de semana de junio, de juevas a domingo, a las 21 horas, es su oportunidad de verla. Los valores oscilan entre los mil y los dos mil pesos.

A continuación, el artículo-entrevista que escribió el periodista Daniel Labbé.

“¡Amotinémonos!”, le propuso hace unos meses al actor porteño Miguel Muñoz su colega Kolli Sanhueza. A este último la bala le había quedado pasada de un viaje en 2006 a Caldera, donde se lo planteó a un grupo de autodidactas como él.

A diferencia de los nortinos, Muñoz sí se sumó al Movimiento de Teatristas Independientes, Motín, y Kolli le presentó entonces al que sería la cara visible de la revuelta: Joao Santo Cristo. Un habitante de las favelas brasileñas -cuya historia musicalizó la agrupación de ese país, Legión Urbana-, y que ahora Sanhueza encarnaría en su primer unipersonal: Santos.

Y así lo llamaron, en plural, como Chorros en Argentina o Flaites en Chile; finalmente todos sujetos hermanados en esa marginalidad que huele a pólvora ya sea en Valparaíso, el barrio de La Boca o Río de Janeiro.

¿Quién es Santos?

“El mundo. Un personaje que habita en las periferias del mundo. Una realidad con la que puede sentirse identificado alguien aquí o en Sudáfrica”, dispara Sanhueza.

Con Miguel Muñoz -integrante de la Cía. Urgente Delirio e intérprete del monólogo Radiografía de un Puerto Loco- en la dirección, y un texto prácticamente escrito gracias a la letra de Legión Urbana, el otro paso de los amotinados fue reclutar a quienes se encargarían –literalmente- de los siguientes “movimientos” en la apuesta: el famoso Mimo Tuga y el arquitecto Cristián Espinosa, quien introdujo en la obra el concepto de la “Gimnosofía”.

¿En qué consiste este concepto y cómo se aplica a Santos?

“Tiene que ver con darle vida a los espacios y con el cuerpo filosofando dentro de él, pensando, para darle a entender a los demás que ahí está pasando algo”, explica Kolli.

Lo anterior va en concordancia con el perfil de laboratorio que propone el colectivo Motín y que en esta obra se traduce en la aplicación de un espacio escénico delimitado y minimalista: un rectángulo dibujado en el piso con cal. Eso y el actor, no hay más en escena. Un desafío en términos de “cómo el personaje, en este caso Santos, logra construir su historia y mostrar en cada uno de los espacios un mundo; o sea, cómo construye allí su Universo”, agrega.

Potente texto –marcado por una discursividad crítica-, y precisión en la iluminación y la música en vivo, van consiguiendo junto a la aplicación de la gimnosofía una notable interpretación, donde el actor repasa en 50 minutos aproximadamente la violenta existencia del personaje, así como el lamentable rol de quienes rodean y van ayudando a convertir su vida en un pequeño infierno.

Uno de desigualdad, cana, desarraigo, ilusiones, frustraciones, balas y, sobre todo, de perpetuidad en la marginalidad. Algo muy cercano al futbolista de barrio que encarnó en la anterior obra en que participó, “Secreto de Camarín” (Teatro La Peste), el ahora protagonista de Santos.

¿Cuál es tu relación con esa realidad, desde dónde la miras?

“Yo llego del campo -un espacio marginal- a Valparaíso y me instalo nuevamente en la marginalidad. Santos está en un pueblo y lo único que quiere es ir a la gran ciudad, con un solo propósito: Hablar con el Presidente y contarle cómo es la vida en la periferia. Hay un discurso político ahí y ha sido una especie de suerte que tu discurso político en la vida lo puedas llevar al teatro”.

Como encerrado todavía en su rabia, Santos la dispara hoy desde la ex Cárcel de Valparaíso. Sin embargo, como buen Motín este pretende la fuga. El destino es Argentina, mas la historia es la misma: aquí o allá los Santos tienen cabida sólo en los bordes de la bandera.

Fuente: www.capitalcultural.cl


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