¿Tú eres anarquista? – le preguntó a un chico vestido de negro el periodista de Chilevisión en la protesta del 11 de septiembre del año pasado. La orden del día para la prensa era configurar a este Centenario fantasma que desde hace un tiempo a la fecha los medios instalaron como la mano tras cada molotov arrojada, el chic@ okupa de cada kasa liberada o el brazo que mueve los hilos de las protestas. Para las pantallas de la transición pactada era necesario configurar ese rostro, exigirle a ese chico que dijera de sí – balbuceante, sorprendido, molesto – para así tenerlos capturados.
El anarquismo es el más viejo fantasma del poder en Chile. Ya en 1894 el Ministro del Interior, Enrique Mac-Iver, envió notas reservadas a los intendentes de Valparaíso y Santiago para que investigaran la presencia de ácratas franceses en Chile. La ideología libertaria fue parte sustantiva del origen del movimiento obrero de estos lados y el historiador Sergio Grez Toso se propuso estudiar sus primeros pasos. Doctorado en Historia en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, profesor de la Universidad de Chile, Director del Magíster de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad ARCIS y director del Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, Grez ha arrojado luces sobre este proceso embrionario, despejado mitos y resarcido honores a nuestros primeros libertarios.
– ¿Qué diferencias sustantivas existen entre los anarquistas chilenos de ahora y los de hace un siglo?
– El anarquismo chileno de principios del siglo XX estuvo estrechamente ligado al movimiento obrero a diferencia de lo que ocurre actualmente. Ante la inexistencia de un poderoso movimiento obrero, los anarquistas de nuestros días están ligados a otras expresiones de contestación social como los Okupa o el movimiento anti-globalización. Pero, al igual que la mayoría de los anarquistas de principios del siglo XX, los de nuestra época también son mayoritariamente jóvenes.
Durante el último tiempo la prensa se ha preocupado mucho de construir este sujeto anarquista para las masas, con el fin de instalarlo como agente de violencia, luego de haber licenciado de ese rol a los comunistas. ¿Esta preocupación es sólo de estos tiempos?
– En absoluto. Se construye un estereotipo del anarquista como un sujeto marginal, joven, violento, nihilista. Estas figuras son proyectadas por la prensa y las autoridades. En realidad no hay un tipo único de anarquista, ni ahora, ni hace cien años. En el movimiento ácrata han convivido muchas tendencias y si bien es cierto que hubo grupos que predicaron la violencia revolucionaria como único instrumento posible de transformación social, no es menos cierto que también han existido en Chile anarquistas pacifistas como los de la corriente tolstoiana de comienzos del siglo XX. En el período investigado en mi libro (1893-1915), encontramos discursos y prácticas políticas y sociales en ambos sentidos. Junto a quienes predicaban la violencia revolucionaria hubo numerosos ácratas contrarios al uso de la violencia, que consideraban que eran mejores instrumentos de transformación social la huelga, la propaganda, el estudio, la acción directa, el boicot y la huelga general.
En el libro Ud. señala que la historiografía sobre el anarquismo ha oscilado entre el desprecio y la mistificación, sobre todo de parte de historiadores de izquierda que consideran al anarquismo sólo como una etapa embrionaria del movimiento obrero, como una infancia.
– Esa postura tuvo un claro sesgo ideológico peyorativo, porque en ciertos momentos de la historia el anarquismo fue un duro competidor de las corrientes marxistas por la hegemonía en el seno del movimiento obrero. Así, por ejemplo, el historiador comunista Ramírez Necochea, quien en vez de investigar seriamente a los anarquistas se limitó descalificarlos en base a prioris ideológicos, sin realizar una investigación específica de ese fenómeno, que es lo que debe hacer un historiador.
Por otro lado tenemos la mistificación…
– En ello incurrieron tanto el historiador marxista clásico, Marcelo Segall (autor de la leyenda de una supuesta influencia anarquista en Chile anterior a 1891) como los autores de algunas tesis universitarias en las últimas décadas que, preocupados por revalorizar la acción de los anarquistas, incurrieron en mitos, pintando cuadros exagerados de la influencia de los libertarios chilenos en los movimientos sociales de comienzos del siglo XX. Ahora debemos apuntar a una visión lo más verídica posible, que sitúe históricamente el fenómeno del anarquismo tratando de ver tanto los aciertos como las debilidades de este movimiento político revolucionario en Chile.
¿En qué fecha podríamos encontrar entonces la alborada del anarquismo en Chile?
– La referencia más antigua es un periódico llamado El Oprimido que circuló en Santiago en 1892. Pero no se han conservado ejemplares de esta publicación en las bibliotecas y archivos nacionales, sólo tenemos referencias indirectas a su existencia. Me da la impresión que los pequeños núcleos anarquistas que se formaron en Valparaíso y Santiago hacia 1892-1893 no lograron afianzarse. No obstante, el grupo que conformaron en 1898 Alejandro Escobar y Carvallo, Luis Olea y Magno Espinoza logró consolidarse y extender su acción. Este núcleo surgió después de una infructuosa experiencia política en la Unión Socialista, donde habían convergido militantes populares de tendencia socialista (algunos provenientes del Partido Democrático). La Unión Socialista se dispersó rápidamente, produciéndose la bifurcación entre socialistas propiamente tales, que poco después constituyeron el Partido Socialista Científico, y por otro lado, el grupo que editó El Oprimido, de tendencia ácrata. Con ellos arranca verdaderamente la corriente anarquista en Chile. Así lo reivindicaron, por lo demás, las siguientes generaciones de militantes ácratas chilenos.
¿Cuáles eran las influencias ideológicas de estos primeros libertarios?
– Eran jóvenes trabajadores muy inquietos intelectualmente. Tenían a su haber una gran variedad de lecturas. Inicialmente sus definiciones ideológicas eran bastante confusas. En 1898 Luis Olea citaba como “gigantes apóstoles del socialismo” a Ibsen, Ingenieros, Zolá, Tolstoy, De Amicis, Kropotkin, Tarrida Mármol y Bakunin. Una variedad enorme de postulados ideológicos, con gran eclecticismo, lo que significó que las formulaciones políticas originales de su grupo no fueran propiamente anarquistas, sino genéricamente socialistas. En sus planteamientos iniciales hay marxismo, socialismo utópico y anarquismo mezclados. Pero través de un proceso de maduración ideológica van a derivar a posiciones anarquistas propiamente tales.
EXPERIENCIAS DE MUTUALES OBRERAS
A mediados del siglo XIX como ni la patronal ni el Estado se hacían cargo de importantes cuestiones vitales de los asalariados, se desarrollan las experiencias de las mutuales obreras en autogestión para resolver problemas de salud, previsión o viudez de sus asociados. Son experiencias que si bien en términos ideológicos no se identificaron con el anarquismo, son de interés en cuanto al potencial de autogestión que conllevan.
– Efectivamente, el movimiento popular no nace a fines del siglo XIX, sino a mediados de ese siglo. Sus raíces arrancan de las primeras décadas republicanas. El movimiento mutualista tuvo fuerza junto a otras expresiones propias del movimiento obrero como el cooperativismo, las logias de temperancia, las escuelas nocturnas de artesanos, las cajas de ahorro y una serie de periódicos populares que trataban de hacer carne las ideas de Francisco Bilbao y Santiago Arcos expresadas en 1850 en la mítica Sociedad de la Igualdad. Era el proyecto de la “regeneración del pueblo” basado en la idea de que los sectores populares deben elevarse de su desmedrada condición en todos los planos: político, intelectual, moral, material y cultural, para ocupar la posición que merecen en la sociedad por su aporte a la riqueza social. Este es un planteamiento típicamente ilustrado, pero de corte “liberal popular”, una suerte de lectura popular del ideario liberal de la elite dirigente. Entonces las organizaciones obreras de fines del siglo XIX son herederas de una larga tradición y acumulación de experiencias políticas previas, como el mutualismo y variadas prácticas de autoeducación y recreación popular, experiencias de autogestión para resolver los problemas de la desmedrada condición popular.
En tal sentido, ¿se podría decir que lo que hoy conocemos como previsión social y acceso a la salud es fruto de estas primeras experiencias de autogestión?
– En parte sí y en parte también de iniciativas más directamente políticas como las desarrolladas por el Partido Democrático, precursor de la legislación social en Chile. Los diputados demócratas son quienes presentaron los primeros y más completos proyectos de legislación social a comienzos del siglo XX.
¿Qué efecto sobre el movimiento anarquista tiene la legislación social y la creación de cajas de seguro obreras en los años ’20, cuando el Estado chileno cambia su intervención represiva sobre el mundo popular por asistentes sociales y la medicalización de la sociedad?
– Allí se expresa una de las grandes debilidades de su movimiento. Los anarquistas se colocaron fuera de la lucha popular por la legislación social ya que interpretaban estas leyes (y todas las leyes, en general) como elementos de dominación de la burguesía, de engaño y de explotación popular. Por eso no reivindicaron ni se movilizaron por la legislación social, y cuando ésta fue promulgada la denunciaron, planteando como estrategia alternativa la acción directa y la lucha frontal de obreros contra patrones. Pero la mayoría de los trabajadores no despreciaba los beneficios de las leyes sociales, por precarios que fueran, lo que explica en gran medida la decadencia del anarquismo a partir de los años ’20. Aunque esta no fue la única causa, el ocaso de los anarquistas en Chile coincide con la aplicación de las primeras leyes sociales.
Es el comienzo de la pérdida de nuestro derecho sobre el propio cuerpo, delegado en el estamento terapéutico, lo que generó a la larga el clientelismo electoral, expresado en la política de resolver de a poco los problemas sociales por parte de los políticos, y en el asistencialismo con que se gestionan las necesidades de la población chilena.
– Sin lugar a dudas, el sentido último de la legislación social y de las políticas asistenciales, incluso las de hoy, no es la emancipación social. Son estrategias de control y dominación social. Y aunque a veces, los sectores populares pueden sacar cierto beneficio de ellas, el sentido profundo de esas políticas no es emancipatorio.
¿Los anarquistas de aquellos años fueron capaces de vislumbrar estos problemas relacionados con el cuerpo?
– Hay que precisar que, tal como tú lo planteas, estos son preocupaciones de nuestro tiempo. Aunque no he hallado reflexiones de anarquistas de aquella época sobre esas temáticas, he podido encontrar algunos discursos ácratas que sostenían que la emancipación del ser humano tiene que ser integral, no sólo económica o política, poniendo énfasis en la vida sana, el deporte, la homeopatía, el naturismo y vegetarianismo.
EMANCIPACIÓN DE LA MUJER, ANTIMILITARISMO Y ACCIÓN DIRECTA
En su libro también rescata discursos ácratas de la época sobre la emancipación de la mujer ¿Cómo se expresaban?
– Sin lugar a dudas los precursores del feminismo en Chile son los anarquistas y creo que esos anarquistas, hombres en su inmensa mayoría, trataron de ser consecuentes. Instalaron un discurso muy radical sobre la mujer, no reduciendo la problemática femenina a la explotación económica capitalista, como lo hacían los demócratas y socialistas, sino que ampliaron el discurso a cuestiones culturales y prácticas en las relaciones entre hombres y mujeres de su época.
También se expresaba el antimilitarismo.
– Los anarquistas contribuyeron de manera importante al discurso antimilitarista, lo que es doblemente meritorio considerando que vivían en una época en que el patriotismo era un leiv motiv hegemónico en todas las clases sociales. En esa época se vivieron fuertes tensiones políticas por cuestiones fronterizas con Argentina y en ese difícil contexto los anarcos trataron de desmitificar instituciones como el Estado o el Ejército, mostrando su carácter de clase opresor. En 1900 se instauró el Servicio Militar Obligatorio (en reemplazo del servicio en la Guardia Nacional), al cual los anarquistas se opusieron desde el comienzo, organizando campañas en su contra en el seno de los sectores populares.
¿Cómo se manifestaba el concepto de “acción directa” en esa época?
– Hay que precisar que esta idea no implica necesariamente el uso de la violencia. Acción directa significa la acción concertada y desarrollada colectivamente por los trabajadores sin recurrir a mediadores políticos que las oficien de representantes, sin recurrir al Estado. En el concepto de los anarquistas significaba que los trabajadores debían reivindicar directamente frente a los patrones tomando las medidas necesarias para el logro de sus objetivos, como la huelga, el boicot y el sabotaje.
¿Hubo llamados a la “acción directa” hacia los trabajadores?
– En varias oportunidades los libertarios llamaron a boicotear ciertas empresas, como por ejemplo, llamados a no comprar El Mercurio cuando se desarrollaban huelgas de suplementeros. También los militantes anarquistas impulsaron combativas acciones directas (algunas violentas) durante las huelgas de los ferroviarios de Santiago y Valparaíso, de tipógrafos y de tranviarios santiaguinos de 1902, y en la huelga portuaria y marítima de 1903 en Valparaíso, donde los libertarios del grupo de Magno Espinoza ocuparon importantes posiciones dirigentes. Esa vez se quemaron oficinas de compañías navieras y se atacó la sede de El Mercurio, que se había mostrado muy hostilidad con los trabajadores.
El horizonte abierto con el Frente Popular para la clase obrera fue el principio del fin de esta primera época anarquista en Chile ¿Qué pasó por aquellos años?
– La decadencia del anarquismo es anterior al Frente Popular, comenzó una década antes. Pero siempre hubo anarquistas y con altos y bajos se mantuvieron activos hasta la época de la Unidad Popular. Hoy se ve un renacimiento de la ideología ácrata en Chile, aunque siguiendo su vieja lógica, los anarcos actuales actúan de manera muy dispersa. Hay una pluralidad de manifestaciones libertarias sin que sea posible identificar algún centro en el que se reconozcan todas estas expresiones.
Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
El Ciudadano
Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de ‘La Idea’ en Chile, 1893-1915, de Sergio Grez Toso. LOM ediciones.
Justo en el momento en que se configura a un nuevo “enemigo púbilco” por parte del poder y los medios de comunicación sale a la luz este libro del historiador Sergio Grez, quien ya había indagado en los orígenes del movimiento obrero con el libro De la ‘regeneración del pueblo’ a la huelga general Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890), próximo a reeditarse. También Grez es firmante del Manifiesto de los Historiadores.
El libro de la colección Todo es Historia de Editorial Lom aborda los inicios del movimiento ácrata en Chile desde una perspectiva bastante rigurosa ya que el tema está plagado de mistificaciones y reduccionismos en la propia historigrafía. Nibaldo Moschiatti en la presentación del libro señaló que “estamos frente a una investigación exhaustiva, rigurosa, profesional, que trae luz sobre la historia del movimiento obrero chileno y, también, sobre el anarquismo en nuestro país. Un rigor que uno echa de menos en tantas actividades en nuestro país”.
El libro es el fruto de 5 años de trabajo y se basa en la escasa documentación existente sobre el movimiento libertario, configura a sus precursores y el contexto en que estos forman su ideal político, además de establecer la relación que tuvieron con el movimiento obrero a principios del siglo XX. Otros datos investigados por Grez dan cuenta de las diversas expresiones del anarquismo, desde pacifistas, tolstoyanos, sindicalistas y derivaciones en expresiones naturistas, feministas, antimilitaristas e, incluso, primeras manifestaciones del nudismo en Chile.