Aquí nadie se rinde

Los profetas del beneficio individual nos han vencido en las urnas usando todo su poder financiero y mediático,

Aquí nadie se rinde

Autor: Ciudadano

Juanjo Parada

Los profetas del beneficio individual nos han vencido en las urnas usando todo su poder financiero y mediático. No hay mucha vuelta que darle. Una vez más tendrán que esperar nuestras aspiraciones colectivas de avanzar rápido hacia la construcción de una sociedad del buen vivir,  justa, que tenga en el centro el cuidado del medioambiente, la igualdad de género, la libertad espiritual de cada uno de nuestros compatriotas y el interés general de la nación.

La racionalidad competitiva, esa idea cuyo centro es el “cómo voy ahí”, se impone nuevamente. Sabemos que la ambición y el individualismo es una fuerza salvaje muy difícil de controlar, pero aunque a estas difíciles horas es tentador ver el panorama oscuro, debemos insistir fuerte y claro que no hay mucho tiempo que perder. 

Costará tragarla aunque no es la peor de nuestras derrotas. Estuvimos por meses soñando quizás en él más grande de nuestros triunfos, pero no olvidemos que nos hemos levantado de peores. El futuro sigue ahí a nuestro alcance, sigue ahí esa energía que viene a remover nuestras conciencias, sigue ahí la obligación de proteger al medioambiente, sigue ahí la fuerza de aquellas mujeres que ya se hartaron de ser víctimas del patriarcado, siguen ahí nuestros temerarios adversarios políticos, siguen ahí los que viven asustados con el futuro, los que viven cómodos en sus privilegios, los obesos de soberbia e irresponsabilidad siguen ahí y por lo tanto nuestro deber está intacto. Se lo quedamos debiendo a nuestros hijos.

Aunque dan ganas de encerrarse, no hay tiempo. Cada uno de nosotros deberá sopesar sus responsabilidades. Creo que los partidos de izquierda y quienes los hemos acompañado han hecho la pega dentro de sus posibilidades. Presionaron para que se abrieran los espacios para los independientes, para los movimientos sociales, en apruebo dignidad apostaron siempre a la construcción de un proceso democrático profundo. Creo que tienen, que tenemos, poco que reprocharnos. No teníamos mucho espacio para hacer más de lo que hicimos. Acordar y avanzar junto a los movimientos sociales era un deber y los partidos lo hicieron sabiendo los riesgos que se corrían. Veo honor y lealtad en esa decisión.

Sería un error a partir de esta derrota añorar los acuerdos entre las elite. Transformarnos en melancólicos de las transacas de siempre no es el camino para construir el futuro que nos merecemos. 

Los nuevos protagonistas de la discusión pública deberán sacar conclusiones y pronto entender que en política cada gesto vale y que las pachotadas cuestan caro. La política desde la izquierda sin duda que puede ejercerse con mayor prudencia, con menos ansiedad, con un ánimo más sopesado. Ahí tenemos un pendiente. 

Fracasamos, pero podemos volver a intentarlo, probablemente en el ciclo que se abre las condiciones no se verán tan favorables como las de los últimos años, pero siempre existirá un espacio para influir en el futuro, debemos saber usarlo mejor la próxima vez, con mayor inteligencia. Debemos ser más seguros de nuestras propias experiencias. De alguna manera el estallido nos golpeó a todos.

Soy de los que creen que a los vencedores de hoy no hay que concederles nada. A los traidores no hay que concederles nada. Son unos irresponsables.  El mea culpa es necesario pero ojo con perder la perspectiva. Los responsables de esta derrota son nuestros adversarios, aquellos que votaron rechazo, sobre todo aquellos que alguna vez pensamos que estaban de nuestro lado, pero que en el momento crítico decidieron aliarse con la derecha más recalcitrante. Para algunos de nosotros será imposible olvidarlos. No debemos personalizar esta derrota. Es del pueblo y debemos aprender de ella, aprender a vivir con ella. Sabemos y debemos recordar que ningún triunfo dura para siempre y que ninguna derrota terminará con nosotros.

El dolor es enorme. Debemos darnos el espacio para analizar que se pudo hacer mejor, pero no tenemos mucho tiempo. Hay que hacerlo rápido, sopesar cada decisión y trabajar para construir mayorías. Creo que la lealtad con el proyecto político de transformaciones debe revalorizarse. Las apuestas personales no nos llevaran a ningún lado. Hay que apostar a construir mayorías sin perder nuestros principios. Es un equilibrio difícil. No es la época de los blancos y negros, sino que de los límites de lo posible, debemos aprender a insertarnos en el mundo de los grises para seguir presionando para adaptar nuestra sociedad y nuestra institucionalidad a los desafíos del futuro.

Hoy los miedos han dejado congelado a nuestro Chile. El país tiene susto, está en estado de shock, los cambios se han sucedido con demasiada velocidad y por lo tanto la patria decidió congelarse. Es natural, pero debemos sacudirnos rápido y volver a confiar. Desde la izquierda debemos otorgar seguridad a la ciudadanía, hay que explicar que vamos a insistir en preparar a nuestra patria para los desafíos del presente y del futuro. No vamos a abandonar a nadie. Hay que explicar que nuestra preocupación por la humanidad es genuina y que nunca ha existido en nuestras orgánicas partidarias líderes que coqueteen con el germen autoritario. A pesar de las tonteras que se dicen al alero de las disputas electorales, nunca he escuchado al interior de los partidos de Apruebo Dignidad otra cosa que no sea un convencimiento profundo de que cualquier salida siempre debe ser al alero de la profundización de los procesos democráticos. Debemos mantener el orgullo por nuestra irreprochable conducta. Esa es nuestra fortaleza, es nuestra marca, nuestra identidad. 

El país acaba de decidir botar por la borda una propuesta constitucional que nos iba a instalar a la vanguardia en temas medioambientales, en igualdad de género, en defensa de los recursos naturales, en respeto a las diversidades, en amor al prójimo. Sigo pensando que actuamos bien y nuestro único destino es insistir en lo mismo. El país no debe seguir siendo manejado por la banda de inmorales que controlan y financian a los grupos tras la campaña del rechazo y que tienen una fuerza enorme en el congreso. Es nuestro deber seguir dándoles frente con todas las armas de la democracia. ¡Aquí nadie se rinde carajo!

Por Juanjo Parada


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