«Rechazamos para que haya una nueva Constitución»: El terrorismo mediático en evidencia en los argumentos de los votantes

"No cachando nada" podría ser el título de una comedia humorística ambientada después de este último plebiscito en Chile, y donde sus personajes se van dando cuenta poco a poco de lo que en realidad votaron. Lamentablemente, el tema está lejos del humor y se sitúa en la esfera de lo terrible que resulta ser una sociedad cuyo poder económico y político despliega -sin consecuencias- un terrorismo mediático sobre su población, para favorecer sus propios y exclusivos intereses.

«Rechazamos para que haya una nueva Constitución»: El terrorismo mediático en evidencia en los argumentos de los votantes

Autor: Absalón Opazo

En los días posteriores al plebiscito del 4 de septiembre, la ciudadanía ha escuchado, estupefacta, algunos de los argumentos entregados por las personas que votaron Rechazo a la nueva Constitución. Sus afirmaciones han dejado en evidencia la impresionante campaña de tergiversación y desinformación desatada contra la población, lo cual, desde cierto punto de vista, convierte el resultado electoral en algo espurio, es decir, falso, ilegítimo o no auténtico.

Porque, ¿cómo es posible que se nos imponga un orden legal, primero mediante el terrorismo de Estado, y después, hoy, a través de mentiras y engaños a nivel masivo? ¿Es legítimo utilizar el terrorismo mediático para ganar una votación? ¿Es justo obedecer la ley en un país que se organiza así?

Se dirá que exagero. Juzgue usted. A continuación enumero motivos de votantes del Rechazo que he escuchado personalmente en la vía pública en Valparaíso y Viña del Mar, entre el lunes y el miércoles inmediatamente siguientes al plebiscito:

Lo hicimos porque no estamos de acuerdo con que se eliminen los juegos tradicionales chilenos, porque no queremos que el Estado nos expropie la casa a precio justo, porque Chile tiene una sola bandera y un solo escudo, y además van a sexualizar a los niños muy chicos, y mis papás no podrán heredarnos la casa porque estarán prohibidas las herencias y la riqueza.

Pero los más terribles -para mí- fueron: Rechazamos para que haya una nueva Constitución (¿?!!!), rechazamos para que la salud mejore, para que no hayan listas de espera, para que las isapres no nos sigan abusando, rechacé también para que se solucione el tema de las pensiones y porque quiero una Constitución hecha en democracia

Este segundo grupo claramente no entendió lo que se estaba votando. Y quizás ante su confusión, los agarró algún militante de la campaña del terror contra el texto, amplificada hasta el cansancio por los medios de comunicación corporativos entre noticias dramáticas de portonazos y balaceras. Y terminaron rechazando. Puede ser.

Hacia el final del último día, escuché a dos señoras conversar y una le decía a la otra y a una niña que estaba con ellas, que votar Rechazo era para rechazar la Constitución actual. Y luego un amigo comentó que escuchó a un par de ambulantes decir que votaron Rechazo porque el Gobierno estaba en contra del comercio ambulante. Esto, finalmente, me hizo pensar que mucha gente a lo mejor, todavía, aún, ni siquiera sabe lo que votó. Y nunca se enterará, quién sabe. Lo cierto es que ha quedado en evidencia una desconexión brutal en buena parte de los electores del Rechazo, respecto a sus intenciones y lo que realmente votaron. Y muchos seguramente quedaron convencidos de haber hecho lo correcto. Probablemente, puede ser. Digo, y no se enterarán del engaño jamás. O a lo mejor sí.

¿Es correcto ganar de esta forma?

¿Cómo reacciona usted cuando se da cuenta que alguien lo engañó?

La cola más peluda en todo caso es lo endeble que queda el ejercicio democrático con esta irrupción multimasiva de noticias falsas, tergiversaciones y demases. Por ahora, es muy poco lo que se puede hacer frente a un poder tan enorme y capaz de llegar donde nadie más puede hacerlo. Pero siento que lo podríamos lamentar muchísimo si no lo enfrentamos desde ya. Las consecuencias de seguir permitiendo envenenamientos así de tóxicos en la vida social y pública se volverán muy pronto catastróficas pues lo que está en peligro es la democracia misma como concepto.

En ese sentido, legislar al respecto es una buena posibilidad. Impulsar una ley de medios debiera ser ya la siguiente jugada -urgente- del mundo democrático. Aún estamos a tiempo.

AOM

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