Cuando quedan menos de dos semanas para las presidenciales en Brasil, las redes sociales se hacen eco de una campaña feroz, mordaz, en la que las acusaciones directas, los epítetos y los ataques personales se han disparado entre los competidores.
El perfil de los colosos que protagonizan la diatriba difiere en demasía en el mundo virtual y esto tiene un efecto político que hasta ahora ha ido, innegablemente, a favor del actual presidente Jair Bolsonaro. No obstante, el candidato izquierdista y expresidente, Luiz Inácio Lula da Silva, ha venido avanzando en este campo que fue un espacio privilegiado para el triunfo del primero en su exitosa campaña de 2018.
Lula es un líder más bien analógico. Su ascenso político se fraguó en las relaciones interpersonales y directas en las fábricas, los caminos, las movilizaciones y veredas. Un obrero de la metalurgia cuya carrera se impulsó en medio de los secretos y discreciones que imponía la dictadura militar y la censura total de la mediática brasileña, explica el sociólogo Ociel Alí López para RT.
Cuando Lula arrasó en 2002, igual que las veces anteriores que lo había intentado sin éxito, las redes sociales no existían. Si acaso ya emergía internet, pero no era considerada la protagónica esfera que hoy resulta para hacer política y conseguir votos.
Todo lo contrario ocurrió durante el surgimiento político de Bolsonaro. Su carrera no es tan nueva. Viene de ser concejal desde los noventa, luego diputado por casi 25 años y en varias ocasiones logró conseguir un buen cúmulo de votos, supo mantenerse como una especie de ‘outsider’ de la política, un defensor de las causas militares y un nostálgico de la dictadura. Representó siempre los valores más radicales del conservadurismo, lo que le ayudó en variadas ocasiones.
La catapulta de Bolsonaro se impuso en varios pilares, entre ellos las redes sociales, que le permitieron difundir toda una cantidad de medias verdades, abiertas mentiras y discurso apocalíptico.
Sin embargo, su ascenso al nivel que terminaría llegando era inimaginable hasta entonces. Por ejemplo, cuando en 2017 trató de ser presidente de la cámara de diputados obtuvo apenas cuatro votos. Muy diferente a Lula, que fue candidato presidencial cuatro veces antes de llegar a la presidencia y un líder nacional reconocido.
2018: el auge de Bolsonaro en Brasil
La fulgurante carrera de Bolsonaro la logró casi toda en 2018, año que de manera sorpresiva se coló entre los favoritos y luego arrasó en la primera vuelta electoral después de sufrir un intento de homicidio que le terminó impulsando de manera considerable.
En ese último momento, fue cuando las redes lo convierten en el coloso que llegó a ser, sin desmeritar su excelente manejo simbólico, pero fue el mundo virtual el que le ayudó de manera significativa al logro de la presidencia por una diferencia considerable de votos ante Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT).
Su catapulta se impulso en varios pilares. La conexión ‘perfecta’ entre su defendido legado militar-conservador en Brasil, el descrédito del Partido de los Trabajadores después del lógico cansancio de casi cuatro gestiones presidenciales, la campaña contra la izquierda por supuestos casos de corrupción y el uso efectivo de las redes sociales que le permitieron difundir toda una cantidad de medias verdades, abiertas mentiras y discurso apocalíptico.
Las cadenas de WhatsApp sirvieron como tentáculos que le permitieron permear nuevos públicos y el uso decisivo de las redes le permitieron enterrar a una izquierda que aún privilegiaba sobremanera la realidad de la calle sobre el mundo virtual.
Según algunos estudios, 120 millones de brasileños, de los 208 millones de habitantes y 147 millones de electores que estaban inscritos en las presidenciales de 2018, utilizaban frecuentemente la cadena de mensajería WhatsApp, por donde se coló de manera agresiva la candidatura de Bolsonaro, utilizando el malestar político de varios años de mandato izquierdista.
El problema en ese momento es que la izquierda había perdido también la calle y la realidad tampoco le acompañaba de la misma manera que en campañas anteriores.
Pero fue en el terreno virtual donde Bolsonaro, junto a sus hijos, lograron aglutinar al mundo conservador brasileño, no solo el de las élites sino sobre todo el de lo popular, utilizando la religión y el evangelio para tal fin y produciendo un discurso demoníaco sobre la izquierda y el PT. También apuntando contra los discursos progresistas y liberales que venían avanzando en los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT, el antirracismo, la preponderancia del papel del Estado o la laicidad.
Todos estos avances son tiroteados desde un discurso que desempolvó con éxito la doctrina ‘anticomunista’ de la Guerra Fría, junto con un populismo ‘incorrecto’ de derechas. Eran los tiempos del ascenso del trumpismo.
Con todo esto, Bolsonaro ganó ampliamente. En la primera vuelta sacó 46 %, mientras que su más cercano contendor, Haddad, sacó 29 %. Y en el balotaje logró el 55 % contra el 44 % que obtuvo el candidato del PT, superándolo en esta última ronda por más de diez millones de votos.
Lo cierto es que Lula avanza en el terreno virtual, pero aún le falta mucho para alcanzar a Bolsonaro, cuyo discurso amarillista, incorrecto y antipolítico le permite levantar mucha más polvareda.
Ahora, para su reelección las cosas no pintan igual. La gestión en Brasil ha sido catalogada como desastrosa por buena parte de los poderes y la mediática que le acompañaron en 2018. El coronavirus se cobró más de 600.000 muertes en medio de su indiferencia y discursos negacionistas. El PT, y especialmente Lula, han tomado un nuevo aire. Y la lucha en las redes sociales luce mucho más pareja. Casi todas las encuestas dan una ventaja considerable a Lula.
Pero aun quedan varios flancos abiertos donde la disputa no cesa.
La lucha en el mundo virtual
Debido a los cambios en la permisividad que poseían varias famosas empresas de comunicación, Bolsonaro ha criticado –así como en su momento lo hizo el expresidente de EE.UU. Donald Trump– abiertamente las principales redes sociales y ha instado a sus seguidores a utilizar Telegram, una agencia mucho más tolerante con los discursos extremos, desde donde trata de continuar su labor de propagar ideas de odio y medias verdades.
El Tribunal Superior Electoral (TSE) ha sido mucho más cuidadoso en esta ocasión. Le ha obligado a bajar videos y la página Lulaflix, donde se concentran mensajes duros contra la izquierda y Lula, está siendo monitoreada de cerca, aunque aún sigue abierta.
Sin embargo, es poco efectivo lo que puede hacer la campaña de Lula desde la denuncia legal y la normativa electoral. Por ello, los seguidores de Lula han creado Bolsoflix, una página que, en el mismo tono de Lulaflix, arremete contra Bolsonaro y su gestión ante el coronavirus, la corrupción, sus mentiras y el enriquecimiento de su familia, así como las reacciones de odio de algunos de sus seguidores.
De la misma forma, Lula ya tiene presencia en todas las redes, aunque todavía no con el poder de Bolsonaro.
Lula y Bolsonaro en las redes de Brasil
Por ejemplo en TikTok, la red de moda y más efectiva en el público joven, el sitio oficial de Lula cuenta con 1,4 millones de seguidores, mientras que el de Bolsonaro cuenta con casi el doble (2,7 millones de seguidores).
Algo similar ocurre en el resto de redes. En Twitter, por ejemplo, la cuenta oficial de Bolsonaro casi alcanza a 9 millones de seguidores, mientras que la de Lula apenas pasa de los 4 millones.
Lo cierto es que Lula avanza en el terreno virtual, pero aún le falta mucho para alcanzar a Bolsonaro, cuyo discurso amarillista, incorrecto y antipolítico le permite levantar mucha más polvareda, algo que es imprescindible para triunfar en este campo.
Quizá por eso Lula ha tenido que entrar en la diatriba directa y usar el lenguaje de Bolsonaro. Desde uno de sus primeros actos de la campaña lo ha venido repitiendo de diferentes formas: «Si hay alguien poseído por el demonio ese es Bolsonaro», con lo que rescata el relato del actual presidente y sus descalificaciones virulentas para redireccionar la eficacia que tiene este discurso en el mundo conservador y especialmente en el votante evangélico. Este grupo religioso ha resultado ser clave para el ingreso de Bolsonaro en el mundo popular que estuvo durante décadas dominado por el lulismo y que ahora se encuentra en disputa entre ambos liderazgos políticos.
Según variadas encuestas, Lula va cómodo en la delantera. Pero en el mundo virtual la disputa sigue desarrollándose. Lula avanza pero no se sabe si de manera suficiente, al menos como para cortar el libre desplace de las arremetidas de Bolsonaro y en general del antipetismo.
En los días que quedan de campaña en Brasil este terreno será clave. Es posible que con el avance de Lula y las limitantes tanto del TSE como de las propias empresas de comunicación a las ‘fake news’ de Bolsonaro, la campaña virtual se empareje aun más. Pero también es verdad que Bolsonaro es un excelente competidor en este campo y cualquier nuevo espectáculo puede darle a él la delantera.
Estaremos pendientes no solo de las encuestas en Brasil, sino también de lo que pueda ocurrir en el campo virtual que hoy por hoy es clave para ganar elecciones, más aún si se pretende triunfar con la mayoría necesaria para finiquitar el duelo en una primera vuelta.
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