Ejército vigila

Por Estefanía Veloz

Ejército vigila

Autor: Pedro Guzmán

El presidente se comprometió a que en su gobierno ni una persona sería espiada, pero el Ejército parece estar anquilosado en las mismas prácticas opacas del pasado al espiar a los movimientos que solo exigen justicia, igualdad y libertad.

Recientemente se dieron a conocer grandes filtraciones por un grupo internacional de hackers autonombrado Guacamaya. Una fue la revelación de un conjunto de correos electrónicos del Estado Mayor Conjunto y la Policía de investigación de Chile, otro fueron los miles de correos electrónicos a los que el grupo tuvo acceso al vulnerar los servidores de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).  

Ambas filtraciones escandalizaron a los países por demostrar la vulnerabilidad de los sistemas de seguridad de sus instituciones militares, pero sobre todo por el contenido estremecedor de los documentos obtenidos. Entre tantos temas, el que resalta es el del espionaje, especialmente después de que en 2019 explotara un escándalo alrededor de Pegasus, el malware israelí adquirido por distintos gobiernos para espiar periodistas y defensores de derechos humanos. 

En los documentos de la Sedena se encontró información que parecía indicar que el ejército perseguía múltiples organizaciones de izquierda, sobretodo organizaciones feministas. Las feministas chilenas de Valparaíso y Viña del mar, tales como la Coordinadora 8M y Pan y Rosas, encabezaron la lista, mientras que en el caso de México la Secretaría de la Defensa señaló a más de 15 colectivos feministas como el Bloque Negro –incluyendo distintos alias de sus integrantes–, Coordinadora 8M, Las Brujas del Mar, y Colectiva Aquelarre Feminista. Esto, según un reporte de alerta por “actos vandálicos” enviado desde la Zona Militar 1 ubicada en la Ciudad de México, al Centro Coordinador de Fusión de Inteligencia Militar.

El reporte también contiene minucias sobre cada una de las últimas tres marchas feministas, así como la toma del edificio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, conocida como la Okupa. No es casualidad que parte de las activistas que tomaron la sede estén hoy en prisión por delitos absurdos como “narcomenudeo”, que en el proceso se han parecido más a delitos fabricados y persecución política. Teoría que la filtración confirma.

Los documentos del Ejército contienen nombres, fotografías, medios de enlace, comunicación y movilización. Después de tanto haber criticado a las mujeres que se cubren la cara en las marchas, esta parece ser la medida de seguridad más efectiva para protegerse de la persecución. 

Lo que se dio a conocer evoca a los momentos más siniestros del 68, de la dictadura priísta, la Guerra Sucia y la guerra contra el narcotráfico, pero en el 2022.  

Las tácticas que los ejércitos en America Latina y el mundo han utilizado históricamente en contra de los sectores que tienen todo el derecho de movilizarse, buscan sembrar miedo y desarticular la organización social. México y Chile son países cuyos pueblos votaron por gobiernos de izquierda que prometieron erradicar las prácticas atávicas de los Estados conservadores y sus brazos represores. Esa es la deuda histórica que debían saldar con quienes los pusieron en el poder, pero claramente no pudieron.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha sido objetivo de espionaje sistemáticamente desde los años 70, se comprometió ante miles de personas en el Zócalo capitalino que en su gobierno ni una persona sería espiada, pero al parecer el Ejército hizo oídos sordos. 

Mientras México se transforma, el Ejército mexicano parece estar anquilosado en las mismas prácticas opacas del pasado al espiar a los movimientos que solo exigen justicia, igualdad y libertad.


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