Felipe Ramírez: «El rol de la izquierda es primero construir y empoderar al movimiento social»

Periodista de profesión, oriundo de Talca y con una vasta trayectoria como dirigente estudiantil y sindical, Felipe Ramírez postula a ocupar un puesto en el máximo órgano colegiado de la agrupación política de la cual es militante el Presidente Gabriel Boric. Las votaciones se realizarán este sábado 22 y domingo 23 de octubre en todo Chile.

Felipe Ramírez: «El rol de la izquierda es primero construir y empoderar al movimiento social»

Autor: Wari

Felipe Ramírez es candidato por la lista «Convergencia con Todes», la que lleva a Miguel Bustamante a la presidencia de la colectividad política que integra el Frente Amplio.

-¿De dónde sientes que proviene esta vocación de servicio que te ha llevado a asumir el compromiso de la militancia desde joven? ¿Identificas un origen en este camino?

-Creo que hay varios factores que influyeron. Por un lado hay una herencia familiar, con varias experiencias de militancia o participación política en diferentes organizaciones de izquierda y derecha. También hubo un elemento «juvenil» en su minuto, relacionado con el punk y grupos como Fiskales, Los Miserables, Pegotes, Autonomía, KAS o Tetranarko, que sirvieron como vehículo de politización de muchos en la primera década de los 2000 y un poco antes. Por último, y esto puede sonar raro, puede haber un factor relacionado a mi formación cristiana/católica, a la idea del bien común y rechazar las injusticias. Todos esos elementos se entremezclaron.

¿En qué momento decides tomar la responsabilidad de la dirigencia, primero estudiantil y posteriormente sindical?

-Ya por el 2004 había participado en algunos colectivos desde el punk y el anarquismo, pero creo que son las movilizaciones del 2006, estando yo en cuarto medio, las que marcan un salto importante. Es mi primera experiencia de lucha de masas, y que plantea el desafío de relacionar las demandas inmediatas como el mal estado de los liceos y el abandono de comunidades enteras –Lota, por ejemplo-, y demandas políticas, como la crítica a la LOCE.

Al año siguiente entré a militar al Frente de Estudiantes Libertarios (FEL)en la Universidad de Chile, participé en las movilizaciones del 2008 contra la LGE, luego en el trabajo tras el terremoto en 2010 siendo concejero en la Fech, el hito de masas del 2011 como presidente del Centro de Estudiantes de Comunicaciones, y al año siguiente como Secretario General de la Fech, con el compañero Gabriel Boric como presidente y la compañera Camila Vallejo como vicepresidenta.

Fue algo que se fue consolidando en el tiempo, mucha participación en los debates internos del FEL y en la universidad. Entonces fue relativamente natural seguir en ese camino al entrar a trabajar, primero como afiliado al gremio y ya desde 2018 como dirigente sindical de los trabajadores de la U. de Chile.

Provienes de una generación de dirigentes universitarios que se afianzó en la movilización de 2011 y que años después -en calidad de trabajadores- participaron activamente del estallido de 2019. ¿Qué relación observas entre ambos procesos? ¿Dirías que el 2011 fue una cuna para el 2019?

-Ahí hubo muchos procesos que fueron confluyendo. Hay que recordar que el 2011 no es sólo estudiantil: parte en Magallanes con las protestas por el precio del gas, sigue con las protestas medioambientales contra Hidroaysén , hay fuertes luchas sindicales que se venían dando en la última década como la de los subocontratistas del cobre, forestales, portuarios y el sector público. Todo esto engarza con el movimiento estudiantil y termina en el verano con el movimiento social en Aysén.

A mi parecer no puede entenderse la revuelta del 2019 sin dos cosas. Primero, está el ciclo largo de luchas sociales desde los primeros 2000 contra las inequidades e injusticias que fue incubando el neoliberalismo. Esto va confluyendo con un alza de la sindicalización y de las luchas laborales, aparece la crítica y el movimiento contra las AFP, los movimientos de pobladores y allegados, y luego la ola feminista. Esto, además, con un movimiento estudiantil muy fuerte, que tuvo importantes ciclos de lucha en 2001, 2005, 2006 y 2011, aportando en cuestionar y correr el cerco político de la transición. Estos procesos sociales dan cobijo al desarrollo de nuevas organizaciones políticas: en nuestro caso desde el FEL y la Organización Comunista Libertaria (OCL) hasta la Izquierda Libertaria, de la que fui primer secretario cuando la fundamos, pero también de otras expresiones como las del mundo autonomista, Nueva Democracia y Revolución Democrática, quienes confluimos en el Frente Amplio. Estas se suman a una izquierda relativamente pequeña que resistió los embates del fin de siglo, comandada por el Partido Comunista, y que también da luz a nuevos liderazgos y alianzas.

Junto con ello, está  la crisis del modelo neoliberal, que en una dimensión nacional se expresa en el estancamiento del crecimiento y un desgaste de sus mecanismos de acumulación local sustentados en el crédito, el sector terciario y la exportación de commodities y, a nivel global, se expresa en la crisis de 2008 y la posterior disputa entre EE.UU. y China por el liderazgo mundial, lo que sin duda ha impactado en nuestro país.

Se desencadena entonces un proceso en que un amplio conjunto de activistas y militantes sociales nos formamos, discutimos y construimos organizaciones a medida que participábamos en estos procesos de lucha social, y nos incorporábamos luego al mundo del trabajo. Creo que ahí debería radicar un elemento central para la izquierda: esa experiencia de lucha social, de anclaje en las demandas, sentires y organizaciones de la mayoría de la población. Sin movimiento social no habrían existido nuevas expresiones políticas y tendríamos que seguir optando al final del día entre la derecha o la Concertación.

-¿En el fondo sostienes que es importante que un militante nunca deje de tener un anclaje fuerte en el mundo social?

-Creo que cuando un grupo político toma la decisión de disputar el poder, inevitablemente corre el riesgo de burocratizarse, o de ser consumido por las demandas inmediatas de la administración del aparataje estatal, incluso por asumir como horizonte la «razón de Estado» antes que la transformación de la sociedad, o la perspectiva socialista.

En ese sentido, creo que es fundamental que los partidos tengan una relación fluida con las luchas sociales y las organizaciones sociales, pero también en la realidad cotidiana de las mayorías. Si sus fracciones dirigentes se desenvuelven únicamente en circuitos más acomodados o lejanos de las dificultades cotidianas de las personas, es natural que pierdan de vista esas demandas, o al menos que su perspectiva se aleje de la de quienes aspira a representar.

¿Y de qué manera se puede canalizar esa convicción en el Comité Central de Convergencia Social?

-Precisamente para evitar lo que decía anteriormente es que quiero reforzar el trabajo del Frente de Trabajadores y Trabajadoras de Convergencia Social como representante en el Comité Central. Creo que es indispensable fortalecer los lazos del partido con su base social, anclarlo en las preocupaciones diarias de la gente y re-construir la fuerza social transformadora, sin duda muy golpeada por la reciente derrota en el plebiscito. 

Un Plan Nacional Sindical, que incorpore y unifique las demandas del mundo del trabajo, que entregue una perspectiva transformadora, así como las problemáticas de quienes están desempleados/as o que realizan trabajos de cuidado o reproducción, así como fortalecer al sindicalismo en todas sus escalas permitiría reforzar la capacidad de lucha del movimiento social, impulsar el programa de gobierno y darle nuevos aires e impulso a esta administración.

-¿Dirías que el partido ha sido deficiente en estos ámbitos?

-Creo que no es un secreto que nuestro partido tiene deficiencias: es una organización joven, que creció mucho al legalizarse, que de una u otra forma ha movilizado a buena parte de sus cuadros a la administración del Estado, y ha despreocupado su inserción social, que es un factor central de su propia identidad, y vale la pena hacer los esfuerzos necesarios para revertir esa situación.

Hay que recordar que si algo le criticábamos a la Concertación era su desapego con las luchas y demandas del mundo popular, y que la mera administración del Estado no permite alcanzar las transformaciones que aspiramos. Es indispensable que las personas y el movimiento popular estén en el centro de esos procesos y no solamente como grupos a quienes recurrimos en tiempos de elecciones.

-¿Qué pueden hacer entonces desde el Frente de Trabajadores/as y el Comité Central?

-Si hay una esfera donde se expresan todas las injusticias e inequidades del país es en el lugar del trabajo. Ya sea respecto a malas condiciones laborales, jornadas extenuantes, bajos sueldos, maltrato y acoso laboral y sexual, una muy extendida política anti-sindical; también las injusticias hacia las mujeres, exacerbadas por la pandemia, la inequidad salarial, la discriminación en el trabajo a quienes pertenecen a la comunidad LGBTIQA+.

Por lo mismo, recuperar la perspectiva transformadora desde el mundo del trabajo permite reunir todas esas causas, que uno podría ver como separadas, en un mismo camino de transformación social.

-Mencionabas antes la crisis económica y el desgaste del modelo neoliberal en Chile. Si tuvieras que dirigirte a las chilenas y chilenos que hoy están padeciendo sus efectos ¿cómo les explicarías el rol que puede cumplir Convergencia Social?

-Lo primero que haría es reiterar el compromiso que hizo el Presidente Boric este 18 de octubre sobre enfocarse en los problemas más urgentes de las personas. El Gobierno y el partido continuarán trabajando en el objetivo de mejorar la calidad de vida en nuestro país.

Junto con eso, alertaría sobre la falsa idea que ha instalado la derecha de que una nueva Constitución no es necesaria para enfrentar la crisis: estamos en esta situación precisamente porque el Estado no cuenta con las herramientas para actuar con más contundencia ante una crisis de estas características, y si seguimos con la Constitución de 1980 los problemas que estallaron el 18 de octubre de 2019 solo empeorarán.

Necesitamos un Estado que pueda impulsar el desarrollo de nuevas capacidades productivas en áreas estratégicas en alianza con el sector privado, sobre todo con pequeñas y medianas empresas. También fomentar la investigación y la innovación en temas relacionados a las energías renovables no convencionales, en la adopción de formas productivas que permitan enfrentar el cambio climático y la sequía. Para ello sirven las reformas, pero se necesita un nuevo horizonte de desarrollo, como el que ofrecería una nueva Constitución.

En ese sentido es interesante lo que ha ido articulando el ministro Nicolás Grau con el subsecretario José Miguel Ahumada, y por lo mismo llama la atención la desesperación con que la derecha y el centro neoliberal los atacan. Pareciera que su interés no está en el desarrollo nacional, si no en sus mezquinos negociados particulares.

Lo mismo en temas de seguridad: el nuevo Ministerio en el área requiere un acuerdo nacional que permita reformar y reforzar las policías y el sistema de inteligencia para hacer frente a las nuevas dinámicas delictuales ligadas al crimen organizado y al narcotráfico, ambos con características transnacionales. Veremos si la derecha está disponible a abandonar su actitud mezquina para poner como prioridad los intereses de la patria.

“Solo un partido fuerte, democrático y con mayor transparencia y enraizado en las luchas y demandas de la población, podrá ser la base de apoyo que el gobierno necesita”

¿Y esto cómo se relaciona con las elecciones internas?

-Solo un partido fortalecido, democrático y con mayor transparencia y arraigo social, enraizado en las luchas y demandas de la población y con claridad política y estratégica, podrá ser la base de apoyo que nuestro gobierno necesita para derrotar a todas las fuerzas sociales y políticas que hoy intentan clausurar las perspectivas de cambio por arriba, abriéndole la puerta a posturas de extrema derecha y fascistizantes. 

La historia nos demuestra que cambios radicales al modelo no se pueden hacer solamente desde la institucionalidad del Estado y la pelea parlamentaria. Menos en un contexto en que no hay mayorías claras en el Congreso. El rol de la izquierda es primero construir y empoderar al movimiento social, dar claridades políticas y movilizar a las mayorías del país para conseguir estos cambios. Si no hacemos esto, nos seguiremos encontrando con situaciones como la del plebiscito, en la que los convencidos simplemente no hicimos sentido a la mayoría del país. O peor aún, el Gobierno puede quedar inmovilizado ante la presión institucional y empresarial de la derecha. Solo la organización social políticamente clara y movilizada puede impedir esto, y es trabajo del partido aportar en esa línea.

Por lo mismo, es muy importante que la militancia participe en esta elección. La invitación es a que transformemos nuestro partido, para que podamos transformar nuestro país.

Más informaciones sobre el proceso eleccionario en: Convergencia Social


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