El plan chino para mantener un crecimiento constante contempla el uso masivo de energía nuclear y de energías fósiles como el petróleo, el gas y el carbón. En cambio, la industria de las energías renovables quedará en un segundo plano, hasta que supere los problemas que hacen intermitente su utilización, según señaló el presidente Xi Jinping en su discurso inaugural en el XX Congreso del Partido Comunista chino (donde fue reelecto sin ninguna oposición y por tiempo indeterminado).
Con este cuadro de situación, el colapso climático parece inevitable.
El “Sueño de China” constituye la hoja de ruta que orienta al país según el Partido Comunista, órgano rector de esta sociedad. En los congresos del Partido, que tienen lugar cada cinco años, se renueva este sueño y se fijan las metas que debe tener y cumplir la sociedad y todos los estamentos que la conforman. El domingo 16 de octubre, el líder supremo Xi Jinping, dio el discurso inaugural durante cuatro horas. En el mismo expuso los lineamientos que guiarán al país en los próximos años. Entre ellos, se destacan tres grandes ejes:
1. La continuidad del liberalismo económico sin que se extienda a otras esferas de la sociedad (como la política y cultural).
2. La unificación pacífica o militar de la sociedad china (Taiwán) y la expansión de su influencia mundial a través del comercio.
3. La primacía del crecimiento económico por sobre la protección de la naturaleza. La política energética y climática china priorizará la seguridad energética con fuentes tradicionales de energías (fósiles y nuclear). En los hechos y no en las promesas, la transición a las energías renovables (como la solar y la eólica) quedará en un segundo plano, debido a que estas energías primero deberán demostrar que han superado su intermitencia en los procesos operacionales.
Es muy probable que este escenario haya sido diseñado contemplando el nuevo aporte de energías fósiles que podría hacer Rusia, al desviar el consumo actual de gas europeo hacia China e India, entre otros países de Asia.
Con esta situación ya políticamente consolidada por parte de China, el principal país contaminador del mundo, tendremos que olvidarnos de las metas del Acuerdo de París. Las mismas señalaban que el aumento de la temperatura del planeta no debería superar los 1,5 grados por encima de lo normal en 2030 y los dos grados en 2100. En el escenario actual, podremos alcanzar los seis grados de aumento de temperatura, correspondientes a las 560 partículas por millón (ppm), según los destacados científicos James Hansen y Andrew GIikson.
Con un aumento de seis grados, la naturaleza alcanzaría un nuevo equilibrio: uno en el que seguramente se extinguirán muchas especies, incluidos los seres humanos.
La COP (Conferencia de las Partes) es el principal evento anual impulsado por las Naciones Unidas para enfrentar la crisis climática. La próxima conferencia, la COP27, tendrá como principal patrocinador a Coca Cola. Puede resultar paradójico o no. Lo cierto es que las COP han fracasado año tras año y ya no se ve una luz de esperanza en sus reuniones.
Desde mi punto de vista, la crisis climática debe ser asumida por los pueblos, los que tendrán que diseñar desde la sociedad civil un plan común (en un movimiento de abajo hacia arriba). Esto se debe a que nuestra civilización, por el fin del petróleo, se ha quedado sin gobernancia para enfrentar los problemas globales.
Los seres humanos hemos causado la crisis climática, no la naturaleza. Hoy el planeta Tierra está en la UCI y si lo sabemos cuidar, podrá mejorarse y muchas especies se salvarán de la extinción. La vida continuará después del colapso climático si sabemos enfrentar la era de la escasez y atravesamos un período de supervivencia. La necesaria regeneración de la vida podrá tener lugar como parte de un proceso en el que los seres humanos reconozcamos que pertenecemos al reino animal y nos reconciliemos por fin con la madre naturaleza.
Por Manuel Baquedano
Presidente del Instituto de Ecología Política
Publicada originalmente el 27.10.22 en Poder y Liderazgo