Por Onel Ortiz Fragoso
En primera persona. Estoy contento. Lula ganó la segunda vuelta en las elecciones en Brasil. Será presidente por tercera ocasión de esa gran nación Sudamericana. Que sea para el bien de los brasileños y del continente. Triunfo apretado. Menos de un punto de diferencia respecto a Jair Bolsonaro. La democracia da una, dos y hasta tres oportunidades. Ojalá Lula tenga las luces, el temple, el valor y la capacidad para hacer el bien, procurar una mejor vida a los hombres y justicia a la sociedad.
Este fin de semana vi la película, Argentina, 1985, del director Santiago Mitre, protagonizada por Ricardo Darín como el fiscal Julio César Strassera. Trata del juicio que ese año el Supremo Tribunal Argentino realizó a los comandantes militares de la dictadura. Una importante pieza que, desde la perspectiva del director, narra los días negro cuando las botas militares apretaban el cuello no sólo de Argentina, también de Chile, de Colombia, de Brasil. En México, a pesar de la dictadura perfecta, el gobierno de Luis Echeverría desató la guerra sucia en contra de la guerrilla y la disidencia política. “Nunca más”, como dice Mitre en su película. Nunca más una dictadura en el continente.
Miro el mapa de América. El avance continental de la izquierda es innegable. México, Colombia, Argentina, Chile y Brasil. La panorámica visual y humana resulta impactante. Millones de mujeres y hombres votaron por las diversas versiones de izquierda presentes en el continente. Una situación que llama a la reflexión y a la acción. Estamos muy lejos de los años en que el simple triunfo electoral garantizaba el éxito y la continuidad de los gobiernos de izquierda democráticamente electos. También estamos lejos de los golpes militares protagonizados por la CIA, que fueron sustituidos por la guerra legal, por las demandas sistemáticas y reiteradas, por la estrategia de judicializar todas y cada una de las acciones de los gobiernos de izquierda o por las campañas de miedo y de desprestigio en medios de comunicación y redes sociales.
Ni la amenaza militar, ni la guerra legal deben ser pretextos para que el programa de la izquierda avance en el continente. ¿Qué es un programa de izquierda? Básicamente, un plan para que las libertades individuales y los derechos sociales avancen, garanticen y apliquen. Ya nadie quiere destruir al Estado o instaurar la dictadura del proletariado, pero sí abatir la desigualdad social y tener un reparto equitativo de la riqueza.
Imaginemos que un siglo transcurre. ¿Cómo registrará la historia brasileña a Lula? ¿Cómo la historia de un niño pobre, obrero metalúrgico, líder sindical, dirigente político y presidente? ¿Cómo un accidente histórico de la primera mitad del siglo XXI o como un momento fundacional del Brasil del futuro? Presiento que las páginas más importantes en la biografía de Lula están por escribirse. Recuerden que la historia no la hacen los políticos, sino los historiadores, los escritores y ahora hasta, los cineastas.
Lula, AMLO, Fernández, Petro y Boric tienen una enorme responsabilidad. No son seres impolutos, ajenos a las pulsiones del ego o a las debilidades del cuerpo. Ellos son los que llevan el timón de la nave, pero el barco es del pueblo. A ellos les digo que tengan luces para lograr el bien de sus pueblos o por lo menos que no metan mucho la pata. Eso pienso yo, ¿usted qué opina?
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@onelortiz
Audio: https://youtu.be/dN0b2cgrdV8
Foto: Archivo El Ciudadano México