«No sé qué hacer» es una webserie chilena, de las pocas que se han estrenado durante el último año en el país. El pasado jueves 27 de octubre vio la luz a través de la plataforma de Youtube, y ya lleva en total más de 3.000 reproducciones.
La realización audiovisual se categoriza en el género de la comedia. La historia documenta la vida de Renata, una joven psicóloga que vive en constante frustración por las problemáticas comunes que vive la generación de los veintitantos y treinta y pocos. La inestabilidad psicoemocional, el desamor, las expectativas y el fracaso llevan a la protagonista a situaciones absurdas a lo largo de sus cinco episodios.
Si bien las 3.000 reproducciones que lleva esta webserie en youtube podrían parecer pocas para la viralidad que acostumbramos en redes sociales, Hugo Cortés, su productor, señala que es un número no menor, pues la industria audiovisual en Chile, reconoce, es precaria, tanto para financiar los proyectos como para lograr acuerdos de difusión.
«La cantidad de obras chilenas que se sacan son pocas. No hay plata para sacarlas por los fondos, que al final casi siempre se los lleva Fábula, a pesar de que tiene millones y millones, y sedes no solo en Chile sino que en México, pese a todo eso son los eternos ganadores de fondos, restándole esa posibilidad a los nuevos aspirantes a cineastas», señala Cortés, quien además de productor de la detallada webserie es realizador audiovisual.
La industria de las web series en Chile es incipiente todavía. El pasado diciembre de 2021 se realizó por primera vez en el país un festival de webseries chilenas. Y durante este 2022, año que ha sido duramente golpeado por las consecuencias de la pandemia, la industria audiovisual no ha sido la excepción.
No hay una fórmula única para financiar las producciones locales. Una opción es el financiamiento privado, de empresarios que realizan aportes o de las mismas productoras. Este opera, por lo general, para películas más comerciales, como comedias con vocación local de audiencia.
Otra fuente son los fondos concursables, entre los que destacan los dineros que entrega el Fondo de Fomento Audiovisual, que administra el Consejo de la Cultura, y los subsidios de Corfo. Una tercera vía son las coproducciones, modelo que puede cubrir hasta 30% del gasto y se aplica sobre todo para películas de corte más artístico, al igual que los fondos concursables. Las tres no son excluyentes.
En el caso específico de las webseries, Cortés, problematiza sobre la precariedad que supone levantar proyectos como estos, y las pocas puertas abiertas que existen para la difusión de estas obras. Sobre todo si los actores, productores o directores no son famosos ni conocidos en la escena audiovisual chilena.
«En la mayoría de los casos se llevan el protagonismo las series en las que participan figuras públicas de internet u otras personalidades. Por ende, de manera general, una persona común y corriente tiene que financiar su propio proyecto, con miedo a que nadie lo vea y no poder recaudar ni siquiera lo invertido», señala el realizador.
Pese a este difícil panorama, los trabajadores audiovisuales no dan marcha atrás y siguen intentando posicionar sus obras a través de la autogestión. A espera de que, ojalá más temprano que tarde, el acceso a la cultura y su desarrollo sea realmente para todos y no solo para unos pocos, quienes ostentan los recursos y el respaldo.
A continuación, te dejamos el primer capítulo de «No sé qué hacer»: