¿Cómo agradecerle de callada manera como la primavera lo que nos hizo su voz al embrutecernos de alegría, consecuencia revolucionaria y juventud?
Ver también: Pablo Milanés y Patricio Manns “hermanos de toda la vida”
A continuación, la carta:
MILANÉS
Murió Pablo Milanés y las personas que nos tocó su voz también morimos un poco.
Y muere el mueble que nos mostró a Antonio Arévalo y a mí Régine Mellac en París a comienzos de la década de los ochenta.
Y en ese mueble se habían apoyado Milanés y Rodríguez ambos sentados en el suelo quizás bebiendo vino o café, y ella les tomó una icónica fotografía en la cual aparecen Milanés y Rodríguez sonriendo y esa fotografía luego la vi en la Revista La Bicicleta, y pensaba «yo conozco ese mueble», y creo que también vi esa fotografía en un catálogo de Alerce y es una fotografía en blanco y negro y están los dos cubanos en París sonriendo.
Y la francesa obturó el disparador y entró toda la luz parisina de la habitación en la cámara fotográfica con el alma de Milanés y el alma de Rodríguez, y también Régine unos años antes le había tomado una foto a Silvio junto a la tumba de César Vallejo en París y la francesa estaba enojada con Renato Cárdenas Álvarez porque éste me había dicho en Rotterdan «juntémonos donde la Régine Mellac» y me dio una dirección y allá llegamos con Arévalo a las siete de la mañana y ella salió en bata muy enojada diciendo ustedes los chilenos son muy informales y también decía que el Gitano Rodríguez le había dejado una maleta y varios pares de zapatos y no había vuelto más, y Renato quería mucho a Régine, una suerte de cronopia francesa que era una difusora de la cultura iberoamericana entre la gente de Francia, y Renato la quería mucho entre otras cosas porque en Chiloé ella encendía una vela para leer en la noche chilota sin gastarle electricidad a Renato, y gracias a Renato y a Régine, estuve al lado de un mueble donde Milanés apoyó su espalda y Régine murió el año 83 en un accidente automovilístico y Renato murió de cáncer este año y ahora murió Milanés para hacer cada vez más muy verídico el aserto que como dijo Borges «morir es una costumbre que sabe tener la gente», pero lo que no muere es la voz de cada uno y una de los y las que mueren y queda vibrando la voz de Milanés ahora, justo ahora , su pureza, su compañía, en mi caso en un departamento en Birmingham el 76 su voz saliendo de un caset pirateado que era la única manera de obtener su compañía cantándonos «éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre,y la frente de niño. Éramos una máscara con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisén, el chaquetón de norteamérica y la montera de España. Y el indio mudo nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte a bautizar a sus hijos. El negro oteado cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido entre las olas y las fieras.El campesino, el creador, se revolvía ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura» y nevaba en Birmingham y yo oía solo esa voz solo ¿Cómo podría agradecerle esa compañía a Milanés? ¿Cómo agradecerle «Yolanda» que me llevó a «Canción pa la más chiquitita de todas»?¿Cómo querer llegar más allá de su mirada perdida a tres metros de mi persona y de «Los Ex Animales Domésticos», mientras interpetábamos «Los Tangolpiando» y él serio como un muerto (dead serious), mirándo fijo hacia la nada en el estadio Víctor Jara, mientras el estadio se venía abajo con la gente riendo y gritando ¡PICO!, y después venía Milanés, venía caminando por un pasillo del estadio con Pedro Henríquez y yo quería saludarlo pero alguien me tomó del brazo y me llevó para otro lado, y Henríquez también murió (pero más encima en «extrañas circunstancias», si te fijas bien en lo que digo), ¿Cómo agradecerle de callada manera como la primavera lo que nos hizo su voz al embrutecernos de alegría, consecuencia revolucionaria y juventud?. Solo volviendo a escucharlo. Siempre.
Mauricio Redolés.