El sentido de la revolución de las conciencias

Los ciclos gubernamentales se difuminan en un breve recuerdo. Seis años resultan insuficientes para la trascendencia de la narrativa ideológica, hasta la consumación del acto

El sentido de la revolución de las conciencias

Autor: El Ciudadano México

Por: Jorge Hernández Aguilera

“Esta es la verdadera libertad: ser capaces de dejarnos a nosotros mismos, cruzar los límites de nuestro pequeño mundo para abrir el universo” 

Alejandro Jodorowsky

El presidente López Obrador anticipaba que los segundos debían alargarse y vivirlos en forma de minutos. Tenía que adelantarse al paso del tiempo. Los descansos servirían para trabajar. Afirmaba en forma de sentencia: “Trabajaré el doble”, 16 horas diarias. Haremos dos sexenios en uno”. 

La constancia superó la retórica. El país dio un vuelco de 180 grados al ejercicio de gobierno tradicional. El presidente echó a andar el elefante reumático que engloba a la burocracia. Fue más allá: como pedagogo nacional, ha explicado el día a día de las complicaciones que conlleva separar al poder político del poder económico. El pueblo mastica la realidad y la digiere; tenemos un pueblo informado. Un pueblo politizado.

En contrasentido, los esfuerzos partidistas han quedado a deber. 

La revolución de las conciencias no ha sido tutelada por una vanguardia de movimiento social. La institucionalización ideológica ha generado una única prioridad: el triunfo electoral. 

En estricto sentido, esa es la función de cualquier partido político. La toma del poder; en un segundo momento, mantenerse en él. Ahí ha tenido un éxito rotundo el Movimiento de Regeneración Nacional, ha sido un partido que arrasa en las urnas. Que gana toda contienda que enfrenta. Se está creando y consolidando una nueva clase política. 

La mística representada en AMLO logra refrendar la confianza popular en cada elección. Es en él donde la gente reposa sus esperanzas. Esperanzas de un México diferente y nuevo.

Desafortunadamente, el presidente de la República evade la necesidad de mantenerse en el ejercicio de su liderazgo político. En la prosa Maderista esquiva la posibilidad de reelegirse. Refuta que en tiempos de transformación el protagonista es el pueblo mismo, y no los dirigentes. 

En ese sentido, tendría que caminar el esfuerzo partidista, en fortalecer al pueblo; no sólo informando -responsabilidad en la que no ayuda el partido al presidente- sino, haciéndolo partícipe de la revolución. A través de la conciencia, modificar los entornos comunitarios. Fortalecer la organización popular, el debate público; el consenso social. El pueblo se informa, está expectante en ayudar a la defensa y profundización del proyecto de nación. No existen mecanismos para ello.

La línea discursiva tenderá a desgastarse. ¿Qué ocurrirá cuando el presidente no esté? ¿Qué tan legítimo será en los liderazgos emergentes –vengan de donde vengan- el coro de los preceptos Obradoristas? A la fecha, cualquiera en afán de convencer, cita los principios de no mentir; no robar y no traicionar. Lo hacen con el cinismo que ejemplifica algún ladrón de credo; que se santigua previo a asaltar un camión, implorando al cielo no ser detenido. 

La discusión política debería centrarse en qué ocurrirá cuando se consuma la salida del gran liderazgo carismático, aspirando a que el proyecto de nación se extienda lo suficiente en vía de la consolidación. Priorizando la máxima que da virtud y sentido al poder: poner el poder al servicio de los demás; al servicio del prójimo; al servicio del desfavorecido.

El tiempo se acota. 

Es responsabilidad colectiva que la Cuarta Transformación se ejecute de tal forma que no queden vacíos ni rezagos en el intermedio, como sí ocurrió con las tres transformaciones pasadas. 

Que el pueblo organizado, salve a la nación. 

Leer más: En memoria de Don Miguel Barbosa Huerta

@JorHeAguilera

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