Evaluación del gobierno de Gabriel Boric: Gobernar en medio de la tormenta

“La esperanza le ganó al miedo” fueron las palabras que más pronunciaron los partidarios del presidente Boric una vez conocidos los resultados que decretaron su ascenso a la máxima magistratura del país

Evaluación del gobierno de Gabriel Boric: Gobernar en medio de la tormenta

Autor: El Ciudadano

“La esperanza le ganó al miedo” fueron las palabras que más pronunciaron los partidarios del presidente Boric una vez conocidos los resultados que decretaron su ascenso a la máxima magistratura del país. Una frase que sintetizaba tanto las expectativas y deseos de cambio que se expresaban en su candidatura presidencial como los temores ante una inminente regresión conservadora representada por el ultraderechista José Antonio Kast.

Luego de dos años de pandemia, con la indolencia del gobierno de Sebastián Piñera,  un estallido social latente y una crisis económica a la vista, el triunfo de Boric ofrecía un camino de salida, con justicia social, a la situación social y política de un país colmado de acontecimientos e incertidumbre. Junto a ello, el proceso constituyente continuó avanzando, con lo que se mantenían las expectativas de un cierre exitoso de la ventana abierta fruto de las movilizaciones sociales del 2019 y del acuerdo político que diseñó el camino para la elaboración de una nueva constitución para Chile. 

En suma, el año comienza con la expectativa de que las injusticias y desigualdades que atraviesan a nuestro país podrían tener un camino para enfrentarlas. A poco andar, sin embargo, las dificultades se hicieron sentir. A pocos días de asumir el gobierno, la entonces ministra de interior Izkia Siches fue recibida con escopetazos al aire en la comunidad de Temucuicui, mostrando la debilidad de algunos diagnósticos y un voluntarismo que roza en la osadía. De allí en más, el gobierno pasaría por un ripioso proceso de instalación, donde la necesaria renovación política no lograba cuajar con los requerimientos de experiencia. La agudización de la crisis económica, con una inflación creciente que afecta particularmente a los sectores populares, aunque no se puede atribuir a la gestión del gobierno pues sus causas son anteriores y externas, abonó elementos relevantes para un cuadro negativo. Al mismo tiempo, el aumento en algunos delitos graves y la presión mediática de la derecha instalaron la inseguridad en la agenda, cambiando las prioridades de la política ante el legítimo temor de la ciudadanía.

Así, la esperanza inicial comenzó a lidiar con las crecientes demandas del día a día. Desde los inicios de la campaña en el plebiscito, la derecha mostró su disposición a limitar al mínimo el proceso de cambios, lo que se vio fortalecido una vez que la opción apruebo fue derrotada el 4 de septiembre. Es innegable que el plebiscito representó una derrota para las izquierdas, incluidas las que se encuentran en el gobierno. Luego del resultado, las expectativas de enfrentar la desigualdad, mejorar las pensiones en el país y tener por fin una constitución democrática parecían haber disminuido.

Sin embargo, todavía existe un camino. En este año de mandato, el gobierno de Gabriel Boric ha presentado dos grandes reformas estructurales. La reforma tributaria es claramente el cambio más grande al sistema desde la reforma de Aylwin hace ya casi 30 años y cuenta con un claro propósito: redistribuir la riqueza en Chile. Al mismo tiempo, la reforma de pensiones termina con un sistema centrado en la capitalización individual, un experimento ideológico de la dictadura chilena que terminó con pensiones de miseria. La reforma previsional introduce por fin elementos de solidaridad, termina con las AFP como tales e instala un mayor papel del Estado en la gestión de los fondos, lo que contribuye a restarle poder a las administradoras de fondos. Ambas reformas materializan la esperanza de construir un país más igualitario y digno.

Menos esperanzas suscita el nuevo proceso constituyente, negociado luego de una derrota apabullante en el plebiscito. El acuerdo alcanzado parece destinado a limitar los alcances del proceso, con un conjunto de trabas que harán difícil el logro de una mayoría potente por los cambios. Sin embargo, la elección del “Consejo Ciudadano”, si es enfrentado con inteligencia y audacia por las izquierdas, puede abrir la puerta a un proceso soberano y democrático, que logre por fin superar la ignominia de tener una constitución escrita por la dictadura. No llueve, pero gotea.

Tal es el marco que define este vertiginoso año 2022. Un gobierno que ha incorporado en su agenda y discurso el nuevo escenario abierto luego del triunfo del rechazo, y que parece ir comprendiendo que no hay avance posible sin responder con eficacia a las demandas y urgencias más inmediatas y sentidas por la ciudadanía.

El fuerte foco en la seguridad de las personas que se ha ido expresando desde la presentación del proyecto de presupuestos 2023, hace dos meses atrás, al igual como la intensa agenda gubernamental en materias tan sentidas por la ciudadanía como lo son el combate al delito, la recuperación de espacios públicos, el control de armas y la redistribución de los recursos policiales en el territorio, dejan claro que el gobierno de Boric ha asumido el nuevo escenario político y social. Lo que resta por dilucidar es la forma en que esta agenda convive con las necesarias reformas y los cambios profundos cuya postergación se encuentra a la base del malestar social  y de la profunda fractura que la sociedad chilena ha experimentado durante los últimos años.

Para este año 2023 que inicia, el desafío para el gobierno estará por consecuencia en la capacidad que tenga para “caminar y mascar chicle”, para enfrentar las urgencias de la ciudadanía al mismo tiempo que mostrar con hechos que la salida de la crisis solo es posible con cambios profundos que, de una buena vez, pongan fin a los abusos e injusticias que están a la base del malestar social de los chilenos y chilenas. Si el gobierno tiene éxito en este desafío, será la sociedad chilena la victoriosa. 

Esperemos, por el bien de Chile, que así sea.

El Ciudadano


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