Varias veces me habían hablado del Jardín Mallinkrodt, de su exquisita y variada carta de comida y sus cócteles de autor. Principalmente de uno de los locales que se encuentra enclavado en el patrimonial barrio Bellavista, ahí donde circula una gran cantidad de personas, tanto jóvenes como otros no tanto.
Los comentarios siempre fueron variados en cuanto a precios y atención. Pues bien, con una idea en mi cabeza decidí visitarlo, pero me incliné por el que está ubicado en Avenida Las Condes 8392 (También están en Vitacura y Chicureo)
Llegué el lugar poco antes de las 13:00 horas, horario en que comienzan a funcionar. Lo primero que me llamó la atención al llegar, fue la estridente música que sonaba en unos grotescos parlantes. ¿El género? Reggaetón de moda y letras cargadas de erotismo y frases que hacían alusión a relaciones sexuales y una eterna fiesta.
Al llegar, recibí la invitación de una joven con acento venezolano que me dio la bienvenida y, acto seguido, me indicó que me podía sentar donde quisiese. El espacio era amplio y opté por una mesa que tenía un toldo que, a esas alturas, significó un verdadero alivio para los 30 grados de calor que habían anunciado por TV.
Luego de un par de minutos, unos 4 para ser exacto, la misma muchacha se acercó con una amplia sonrisa en su rostro y me preguntó si deseaba pedir algo mientras. Me ofreció cervezas, tragos de autor y la popular sangría del jardín. Para comenzar le solicité una copa de sangría ($4.500) y unos camarones crocantes ($9.900) La demora fue breve y rápidamente el copón de vino, frutas y hielo estaba frente a mí con una temperatura ideal. De igual modo llegó el canasto con los camarones y una salsa tártara que combinó perfecto con las gambas.
El primer sorbo del vino con frutas fue de estudio y lo que siguió después, algo muy parecido a sentirme en La Rambla, aquel emblemático paseo de Barcelona donde las jarras de este brebaje corren por doquier, acompañadas de jamón serrano y aceitunas en oliva.
Luego de un momento y sacándome de la cabeza la escena de las terrazas en el centro de la ciudad, nuevamente la garzona se acercó amablemente y me consultó si tenía claridad de lo que quería almorzar como plato de fondo. Ya había ojeado en mi teléfono la carta con el código QR y me incliné por una clásica Cheesseburger (150 gr.) queso cheddar, aros de cebolla y pepinos agridulces ($7.900) y una cerveza en shop artesanal, Loa Hazy IPA ($5.700)
Transcurridos unos 15 minutos luego de haberla pedido, llegó a mi mesa acompañada de unas papas fritas típicas de las comidas rápidas (no naturales y latigudas) más un pequeño pocillo con kétchup. Tras el primer mordisco a la hamburguesa, mi sensación fue de agrado. El pan brioche estaba ligeramente tostado, la carne estaba bien aliñada y tenía un buen sabor junto con los otros ingredientes…un acierto me dije, pero sin olvidar el detalle y la decepción de las papas fritas. En cuanto a la cerveza, debo decir que estaba bien fría, refrescante y combinó perfectamente con la handburger.
Haciendo un balance de mi visita al Jardín Mallinkrodt de Las Condes y tomando en cuenta la estadía que me tuvo estacionado ahí por unos 45 a 50 minutos, diría que vale la pena conocerlo.
El ambiente es grato e intuyo que al atardecer la escena se puede transformar en un fin de jornada inolvidable. Hay harta variedad de comida (mexicana, japonesa, gringa) sándwiches, diversos tipos de cócteles, vinos y cervezas artesanales. La atención fue aceptable y la rapidez en lo solicitado fue en el tiempo que uno espera. Sin embargo, el punto negro fue la música y su alto volumen, que al menos para mí gusto, preferiría olvidar… ahhhh, se me olvidaba algo, son Petfriendly.
El consumo fue de $28.000 + el 10 %. Total: $30.800
Muy bueno…
Por Álvaro Bustos
Sabores Ciudadanos