La restauración es clave para la prosperidad y el bienestar de las personas
Recientemente, desde el sur de Chile, territorio ancestral mapuche huilliche, el portal informativo Fütahuillimapu hacía un llamado a las comunidades, para revertir la expansión de plantaciones de especies exóticas pirrófitas y que son parte de la devastación de la industria forestal, señalando: “Es un paso importante en el camino de la restauración del equilibrio natural”.
También indica el medio: “No podemos dejar de pensar en el tremendo daño que los monocultivos principalmente forestales están generando en nuestra tierra”, agregando que es urgente hacer frente a la degradación: “Así la crisis climática avanza, la erosión avanza, la desertificación avanza, la sequía avanza… la destrucción y muerte avanza”.
Ver también / Desde la Füta Willi Mapu llaman a plantar árboles nativos ante devastación de la industria forestal
En la región latinoamericana destaca por su rica biodiversidad, pero diversos eventos contribuyen a su degradación. Asimismo, hay esperanza detrás de la restauración ecológica.
¿En qué consiste y cuáles son sus beneficios?
National Geographic realizó un especial en ese sentido, con experiencias esperanzadoras e inspiradoras, que compartimos a continuación:
En qué consiste la restauración de ecosistemas: experiencias inspiradoras de Latinoamérica
La región de América Latina y el Caribe es particularmente rica en términos de biodiversidad, asegura el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). En esta zona del mundo se ubican 7 de los 17 ecosistemas más biodiversos del mundo.
Sin embargo, y a pesar de que el 24.2% de sus áreas terrestres y el 17.5% de sus áreas marinas están protegidas, muchos ecosistemas se han degradado significativamente y los pronósticos no son alentadores, advierte el Pnuma.
Frente a eso, la restauración es clave para la prosperidad y el bienestar de las personas, dice el programa de las Naciones Unidas.
Concretamente, esta entidad define a la restauración de los ecosistemas como ”un proceso de invertir la degradación de los ecosistemas para recuperar su funcionalidad ecológica. En otras palabras: mejorar la productividad y la capacidad de los ecosistemas para satisfacer las necesidades de la sociedad”.
Específicamente, los datos señalan que entre 2015 y 2020 se han perdido aproximadamente 10 millones de hectáreas de bosques al año y más de dos tercios de los ecosistemas oceánicos se encuentran dañados, degradados o modificados en el mundo.
Esta degradación amenaza el bienestar de las personas, el potencial de adaptación de los países al cambio climático y la viabilidad de un futuro sostenible, añade el programa de las Naciones Unidas.
“Se calcula que, a través de la restauración eficaz del 15% de las tierras convertidas, se podría evitar el 60% de las extinciones de especies previstas. Además, la protección de los ecosistemas intactos existentes y la restauración de los degradados tienen el potencial de contribuir a más de un tercio de la mitigación del cambio climático total necesaria para 2030”, indica la organización.
En consecuencia, restaurar los ecosistemas es una tarea de suma importancia que debe realizarse con cuidado y planificación. Tal es así, que en el año 2021, ministros de Medio Ambiente de países latinoamericanos adoptaron un plan regional que contiene diez acciones para promover la restauración de los ecosistemas terrestres, marinos y costeros para 2030.
El objetivo es revertir los efectos actuales de la degradación, así como los que podrían surgir en el futuro.
¿Qué es y en qué consiste la restauración de ecosistemas?
El sitio web del Decenio define a la restauración como “una amplia gama de actividades que contribuyen a proteger los ecosistemas que están intactos y a reparar los que ya están degradados”.
Se pueden restaurar todo tipo de ecosistemas, incluidos los bosques, la tierra agrícola, las c+
iudades, los humedales y los océanos, indica la web del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas.
La restauración puede producirse de varias formas como plantar de forma activa o eliminar las presiones que afectan a la naturaleza para que pueda recuperarse por sí sola. Sin embargo, devolver un ecosistema a su estado original no siempre es posible o deseable.
“Por ejemplo, seguimos necesitando tierra agrícola e infraestructuras en terrenos que solían ser bosques, y los ecosistemas, al igual que las sociedades, deben adaptarse a la evolución del clima”, continúa el Decenio.
En América Latina ya existen ejemplos concretos, concluidos y en proceso, que evidencian las bondades de ese trabajo y de cómo contribuye al medio ambiente.
Coral en el Parque Natural de los Arrecifes de Tubbataha.
FOTOGRAFÍA DE DAVID DOUBILET
Restaurar un bosque nativo es posible: el caso del Cerro Catedral en Argentina
Un sitio imperdible al viajar a la Patagonia argentina es el emblemático Cerro Catedral, ubicado en la provincia de Río Negro. Este espacio natural se vio afectado en enero de 1996 por incendios que arrasaron con 870 hectáreas de su emblemático bosque de cipreses.
Fue entonces cuando Leonardo Gallo, especialista argentino en genética forestal del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) Bariloche, y su equipo decidieron intervenir para recuperar una porción de ese ecosistema.
Concretamente, los especialistas se abocaron a la recuperación del 10% del espacio. Una vez combatidas las llamas, Gallo y sus colegas recorrieron el territorio para recolectar semillas de cipreses sobrevivientes y generar plantines.
El objetivo de escoger semillas de árboles locales era conseguir plantas con la misma información genética de los árboles originales del lugar, de manera que los nuevos forestales se adaptaran rápidamente al terreno, explica el especialista del Inta a National Geographic.
Así es como, entre los años 1999 y 2000 y luego de tres años de crecimiento en el vivero, los profesionales trasplantaron estos ejemplares en la tierra. En total, plantaron 15 000 cipreses al resguardo de otras plantas nodrizas.
Las plantas nodrizas, en este caso, fueron arbustos propios de la zona que, tras tres años de incendio, habían rebrotado y tenían una altura de entre uno y dos metros. Por un lado, estos servían para dar sombra a los cipreses. Por otro lado, eran útiles para protegerlos del intenso viento del oeste.
Con la decisión de colocar los plantines junto a las nodrizas, los expertos siguieron un patrón de ubicación natural de los arbustos. “Hoy por hoy cuando ves el cerro no parece una plantación, sino un bosque natural de ciprés”, precisó el equipo especialista.
Actualmente estos árboles que se plantaron para restaurar parte del Cerro Catedral a comienzos de siglo se encuentran por encima del sotobosque arbustivo. Los resultados fueron, en palabras de Gallo, exitosos ya que la estrategia funcionó.
En números, el sector menos efectivo contó con un 60% de árboles que perduraron. Mientras que en el sector con suelo más fértil los árboles prendieron en un 92%. “Quedamos maravillados de ver cómo respondió la especie nativa”, recuerda el argentino.
Al evocar aquel trabajo de restauración que comenzó en 1996 en su ciudad natal y que continúa con el crecimiento permanente de los cipreses, Gallo reconoce que fue una buena idea. “Lo que se vio fue algo que se podía prever: naturalmente iban a ser muy pocas las plantas que iban a crecer a partir de semillas de esos árboles sobrevivientes, porque eran escasos. Si no hubiésemos hecho nada, hoy casi no habría árboles en ese sector”.
El experto en genética forestal en que el mayor impacto de este trabajo de restauración fue social: hubo estudiantes de escuelas locales que participaron de la plantación y pudieron aprender sobre restauración y sobre la importancia de cuidar esos espacios. Asimismo, “hubo un puente entre la sociedad urbana y el medio ambiente”.
A pesar del éxito en este trabajo, Gallo es realista. Reconoce que cada año se pierde mucha más biodiversidad que la que se restaura. Por lo tanto, el experto considera que se debe multiplicar la información y generar un cambio grande: “El mejor método para aumentar la superficie de bosque nativo consiste en parar las topadoras y los incendios”.
Una tortuga marina nada en una zona de mareas en el Parque Natural de los Arrecifes de Tubbataha.
FOTOGRAFÍA DE JENNIFER HAYES
Un mensaje de esperanza en Ecuador: el trabajo de restauración en las Islas Galápagos
Las Islas Galápagos se encuentran en el Océano Pacífico, en Ecuador. Está compuesta por diecinueve islas de origen volcánico. Estas y su reserva marina circundante “son un museo y un laboratorio vivientes de la evolución, únicos en el mundo”, asegura la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).
Entre tantas especies que habitan este increíble paisaje que inspiró a Charles Darwin para su teoría de la evolución natural, se encuentran los corales, señala Jenifer Suarez, bióloga ecuatoriana, responsable del monitoreo de ecosistemas marinos en el Parque Nacional Galápagos y guardaparque líder del proyecto de restauración del ecosistema marino de las Islas Galápagos.
A pesar de ser tan importantes, los ecosistemas coralinos de Galápagos se vieron seriamente afectados durante los años 1982 y 1997 como consecuencia del fenómeno de El Niño (también conocido como oscilación del Sur, es un fenómeno natural caracterizado por la fluctuación de las temperaturas del océano en la parte central y oriental del Pacífico ecuatorial).
Estos eventos naturales ocurridos a finales de siglo provocaron la pérdida de 16 de los 17 arrecifes de coral y muchas de las comunidades coralinas fueron degradadas, según informa Suárez en diálogo con National Geographic.
Sin embargo, en los últimos años la bióloga y sus colegas comenzaron a detectar formas de recuperación de los corales, por lo que se propusieron el desafío de asistirlos para que se recuperaran más rápido o para ayudarlos en ese proceso.
Así fue como entre 2019 y 2020 el Parque Nacional Galápagos, junto con voluntarios y la Galapagos Conservancy (una organización sin fines de lucro dedicada a la protección y restauración de las Islas) comenzaron a implementar un plan piloto en Bahía Academia, en la Isla Santa Cruz, con el objetivo de restaurar uno de los ecosistemas más frágiles e importantes.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los corales desempeñan un papel fundamental en la absorción de las emisiones de carbono, protegen las costas de las tormentas y la erosión y sirven de medio de subsistencia. Si bien cubren apenas el 0.2% del lecho oceánico, son hogar de más de la cuarta parte de las especies marinas.
A su vez, continúa la ONU, “son el ecosistema que alberga la mayor biodiversidad, lo que los convierte en uno de los más complejos y valiosos del planeta en términos biológicos”.
Teniendo en cuenta estos datos y la incipiente recuperación, en el Parque Nacional Galápagos crearon un vivero en el mar, en Bahía Academia, para “sembrar corales”.
Específicamente, el vivero consiste en una mesa con una malla plástica sumergida sobre la que se colocan galletas de cemento (bases de cemento) y camas de cuerdas donde se pegan los corales para que crezcan. Cada día se limpian para evitar la intrusión de las algas y observan el crecimiento.
Tras un año de estancia en el vivero, un tiempo prudencial para su crecimiento, en 2022 los especialistas trasplantaron 14 fragmentos de coral que colocaron en Punta Estrada (también en Santa Cruz). De ellos solo uno se perdió como consecuencia del intenso oleaje. Sin embargo, los demás siguen en buenas condiciones y son monitoreados periódicamente.
En tanto, en 2023 esperan sembrar los corales restantes del vivero y cerrar el ciclo de ese espacio y de la restauración. “Hemos tenido muy buenos resultados, con el aprendizaje de cosas que hay que mejorar, pero creemos que este proyecto es replicable”, reflexiona Suarez.
El de la restauración es un proceso a largo plazo ya que, dependiendo de la especie, el coral puede crecer entre 3 y 7 centímetros al año. Entonces, los resultados se verán en 5 o 10 años, explica la responsable del monitoreo de ecosistemas.
Asimismo, ya se observan resultados positivos de la iniciativa, según dice Suarez. De manera que pretenden generar manuales de procedimiento para que pueda ser replicado en otros casos.
Para la especialista ecuatoriana, los corales son un ejemplo de resiliencia y este trabajo demuestra la importancia de la restauración: “Es súper curioso, cuando pusimos el vivero lo hicimos en una parte donde sólo había arena. Es increíble el cambio que existe, ahora encuentras peces de diferentes especies y tortugas. Tan solo con un pequeño espacio del vivero ya se ve el cambio”.
Sumado a eso, destaca la importancia de educar a los ciudadanos para que contribuyan a su conservación. “Nadie ama ni cuida lo que no conoce”, concluye.
Vista de dos playas en la Isla Bartolomé en las Islas Galápagos en Ecuador.
FOTOGRAFÍA DE SHUTTERSTOCK
¿Cuáles son los costos y beneficios de la restauración de ecosistemas?
Respecto de los costos y beneficios económicos de la restauración, el Pnuma es contundente: “De aquí a 2030, la restauración de 350 millones de hectáreas de ecosistemas terrestres y acuáticos degradados podría generar 9 billones de dólares estadounidenses en materia de servicios ecosistémicos”.
A su vez, disponer de ecosistemas más saludables y con una biodiversidad más rica aporta mayores beneficios tales como suelos más fértiles, mayor disponibilidad de recursos (como la madera o el pescado), dice el Decenio para la restauración. Sumado a eso, “también podría eliminar de la atmósfera de 13 a 26 gigatoneladas de gases de efecto invernadero”.
“Los beneficios económicos de estas intervenciones exceden en diez veces el costo de la inversión, mientras que el precio de la inacción es al menos tres veces mayor que el de la restauración de los ecosistemas”, finaliza el Pnuma.