Restorán móvil fue arrasado por incendio y ahora está paradito

“Por dentro se quemó todo, salvo los balones de gas. Se inflamó el aceite con que freíamos, y se quemó en una hora. Yo no tenía seguro. Y me quedé sin nada para trabajar. Los bomberos alcanzaron a apagarlo, pero se quemó todo adentro, las mesas, la cocina, todo”.

Restorán móvil fue arrasado por incendio y ahora está paradito

Autor: mauriciomorales

María Elena Miranda Olavarría perdió en un incendio su restorán móvil Big Mama, un antiguo autobús reacondicionado por ella e instalado desde hacía años en la plaza 21 de Mayo de Río Bueno.   

El siniestro ocurrió el 21 de octubre pasado y este mes lo reabrió en el mismo lugar.

“El incendio empezó un cuarto para las dos de la tarde”, dice. “Por dentro se quemó todo, salvo los balones de gas. Se inflamó el aceite con que freíamos, y se quemó en una hora. Yo no tenía seguro. Y me quedé sin nada para trabajar. Los bomberos alcanzaron a apagarlo, pero se quemó todo adentro, las mesas, la cocina, todo”.

— ¿Cómo hizo para reconstruirlo tan rápido?

—  Yo tenía unos ahorritos que me quedaban de un préstamo del banco. También recibí un poco de ayuda del FOSIS (Fondo de Solidaridad e Inversión Social), porque yo estaba en un curso con ellos. El FOSIS me compró enseres, la freidora, la churrasquera, el horno eléctrico, la hervidora y otras cosas.

Y la Cámara de Comercio me ayudó con 314 mil pesos para comprar un frigidaire y cosas pequeñas, como una juguera.

Pero me gasté mucho más. Tenía ese préstamo del banco, y después me dieron otro. Eso es lo que debo ahora. Tengo que empezar a pagar en marzo.

María Elena perdió en un incendio su restorán móvil, un antiguo autobús reacondicionado por ella e instalado desde hacía años en la plaza 21 de Mayo de Río Bueno.

Instalada de nuevo, la señora María Elena ve el futuro con optimismo: 

La micro es la misma. La mandé a arreglar. La arreglamos nosotros mismos. Por dentro se quemó todo, pero los neumáticos quedaron vivos. La estructura quedó viva, el motor quedó vivo…

— ¿Quiénes colaboran con usted?

—  Mi esposo y mis hijos, pero yo soy la dueña.

—  Y la idea del restorán fue suya…

—  Sí, la idea fue mía.

— ¿A quién se le prendió la ampolleta para comprar el bus?

 —  A mí. Sí, yo le dije a mi marido: “Ya, viejo, vamos a tener un restaurante ambulante, para que la gente entre a servirse comida” y para no andar con un carrito. Y aquí estamos, pues.

— Fue una idea brillante la suya.

—  Es que yo soy una persona con muchas ideas, con muchos proyectos en mi mente. ¡Y los saco a flote!

— ¿A quién se le ocurrió el nombre Big Mama?

—  Eso se le ocurrió a uno de mis hijos, y a mí me gustó. Así que le puse así. Big Mama.

— ¿Y le ha ido bien con su nuevo restorán móvil?

—  Es el mismo de antes. Sí, me ha ido bien. Nada que decir. Volvieron mis clientes. ¡Todos me echaban de menos! Confío en salir adelante, con la ayuda de Dios. Sigo trabajando con mis hijos, con la familia.

«Yo empecé con un carrito de arrastre (…) Era un carrito chiquito; le puse un “containercito” de esos herméticos, con sopaipillas, cosas dulces, café, té, Milo, y salía a vender a la feria»

— ¿Cómo se le ocurrió la idea de poner un restorán móvil?

—  Yo empecé con un carrito de arrastre. Primero trabajaba con mis hijos. Ellos ya estudiaron, pero yo los crié en la feria. Ahí trabajaba como vendedora ambulante: vendía ropa, y junto con la ropa traía otras cositas para vender. Era un carrito chiquito; le puse un “containercito” de esos herméticos, con sopaipillas, cosas dulces, café, té, Milo, y salía a vender a la feria, y en las calles de repente. Yo comencé así, con el carrito. Ya después me tiré al río, como se dice. El que no se tira no nada. Eso fue hará 20 años.

¿Dónde compró el bus?

Lo compró mi esposo en Lago Ranco. Era una micro amarilla de transporte de escolares, que antes funcionaba en Santiago.

—  Y cómo se enteraron de que existía esa micro?

—  Porque antes mi esposo trabajaba en una empresa de buses que iba para Lago Ranco.

— ¿Le salió muy cara?

—  Dos millones 500. La tenía la municipalidad de Lago Ranco, y la puso en una subasta. Mi esposo mandó una carta ofreciendo esa cantidad y se la adjudicaron a él. Tuvimos que encalillarnos. Hoy en día el que no se encalilla no tiene. El pidió un préstamo en el banco para comprarla y acondicionarla. La acondicionamos nosotros mismos. Hicimos todo nosotros, excepto lo que es de vidrio. Eso lo compramos, los platos las tazas, el servicio, todo. Y la pintamos con estos colores, rojo y amarillo, que a mí se me ocurrió ponerle porque me gustan, para dejarla bien bonita.

— ¿Y la puede poner en otra parte si quiere?

—  SÍ, tiene su motor y la maneja mi esposo.

Por Víctor Rodríguez-Sandoval

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