Por Diego Ramírez Sánchez
A una ciudad sobre la cual un gobierno ha perdido el control como para imponer el imperio de la ley, pero que continúa participando del sistema económico y político mundial, se la conoce como “ciudad salvaje” o mejor dicho en mi opinión, “ciudad asilvestrada”, “Feral City”[1] en inglés según la conceptualización desarrollada por Richard Norton. Es una ciudad que alguna vez estuvo bajo el control estatal, pero que, a través de ciertos procesos, ha visto cómo actores no estatales, fundamentalmente criminales, han disuelto la soberanía del Estado, afectando los lazos sociales a nivel comunitario y la entrega y el acceso a servicios, impidiendo la generación de seguridad, cooptando o desplazando al poder político y alimentando las economías ilícitas mientras infecta la economía lícita.
Con esto en mente es importante que, en el contexto de la llamada crisis de seguridad vivida en nuestro país y de los esfuerzos que el Gobierno está realizando para recuperar los espacios públicos, analicemos el estado en el que se encuentran nuestras ciudades, ya que es sabido que existen zonas fuera de la ley aisladas del acceso a servicios, y en las cuales hay presencia de las llamadas pandillas o bandas criminales de 1ª generación (con una orientación territorial)[2]. Según datos de Ciper, entre 2009 y 2020 pasamos de 80 a 174 territorios en la Región Metropolitana que estaban “ocupadas” y fuera de la ley, aumentando desde 660.000 a 1.012.000 las personas involucradas[3].
Así las cosas, es importante empezar a recabar información y análisis concretos sobre el tema, para poder avanzar hacia la solución de los problemas con políticas y estrategias adecuadas. Si bien es un hecho que ninguna ciudad en Chile se puede considerar dentro de la categoría de ciudad asilvestrada, se debe entender que estas no son homogéneas, y que cada una es un crisol que puede ser analizado de acuerdo al nivel de sus poblaciones, villas y barrios, que juntas dan forma a la ciudad como un organismo vivo. Un análisis de este tipo nos podría permitir identificar qué ciudades en Chile están en mayor peligro de caer en un proceso de “asilvestramiento”, con la posibilidad de realizar un seguimiento a lo largo del tiempo a través de indicadores claros.
Para realizar esto, podemos revisar los trabajos de Bunker y Sullivan[4], que complementan el trabajo de Norton entregándonos cinco niveles en el proceso de asilvestramiento, desde el verde hasta el negro, pasando por los niveles amarillo, rojo y morado (que es momentáneo). En este modelo, el peor nivel no es el de una ciudad completamente asilvestrada, sino que es el negro, que corresponde ya no al caos del des-gobierno, sino que a la reconversión desde el orden moderno a uno de naturaleza criminal. Los indicadores utilizados originalmente por Norton para identificar los niveles, son los de gobernanza, economía, servicios, seguridad y sociedad civil, aunque los autores también consideran útiles categorías con respecto a corrupción, índices de homicidios, la pérdida de espacios públicos y el despoblamiento del territorio[5], a los que se podría agregar la presencia de pandillas y bandas criminales.
Pero como se mencionó antes, este proceso requiere de actores que lo impulsen y den sentido, por lo que es importante identificar cuáles son los actores no estatales presentes en Chile, tanto autóctonos como transnacionales. ¿Cuántas pandillas o bandas criminales de carácter territorial hay en Chile y dónde están? ¿Cuántas han dado el salto a la orientación de mercado ilícito? ¿Qué pandillas de 3ª generación, como las maras o El tren de Aragua, están o influyen en nuestro país? Porque debemos recordar que no es la violencia el único indicador que debemos ver; perfectamente puede haber territorios que hoy vivan en una pax mafiosi, en la que el crimen imponga una paz que le convenga y así no llamar la atención, y que un factor esencial de este salto a la 3ª generación no es solo la transnacionalización de la proyección, también es el paso desde la protección de un mercado específico al de la acumulación de poder.
Para avanzar en la construcción de seguridad en nuestro país, y en nuestras ciudades, es importante saber en qué estado nos encontramos, conociendo los actores presentes, sus características y sus posibles proyecciones con tal de poder enmarcar nuestras acciones en un pensamiento prospectivo y estratégico.
Por Diego Ramírez Sánchez
[1] Norton Richard, “Feral Cities”, Naval War College Review 65, N° 4, 2003, 97-106, P. 98.
[2] Sullivan John, “Maras morphing: revisiting third generation gangs”, en Criminal States and Criminal-Soldiers, Routledge, 2008.
[3] Arriagada Pablo y Pizarro Gabriela, “Zonas ocupadas II: un millón de santiaguinos vive en áreas catalogadas de alto riesgo y lejos de servicios básicos”, https://www.ciperchile.cl/2021/04/20/zonas-ocupadas-ii-un-millon-de-santiaguinos-vive-en-areas-catalogadas-de-alto-riesgo-y-lejos-de-servicios-basicos/
[4] Robert J. Bunker & John P. Sullivan (2011) Integrating feral cities and third phase cartels/third generation gangs research: the rise of criminal (narco) city networks and BlackFor, Small Wars & Insurgencies, 22:5, 764-786, DOI: 10.1080/09592318.2011.620804
[5] Ibid. P. 766.
Columna publicada originalmente el 15 de febrero de 2023 en El Pensador.