Brasil: el programa social que retoma Lula para enfrentar la pobreza

Su nueva versión reemplaza y amplía la dotación del plan 'Auxilio Brasil', del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro.

Brasil: el programa social que retoma Lula para enfrentar la pobreza

Autor: Ronald Ángel

Bolsa Familia, el programa estrella lanzado en 2003 por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que consiguió reducir la pobreza extrema en Brasil, regresó este jueves fortalecido como una de las principales apuestas de su tercer mandato.


«Este Bolsa Familia es solo un pedazo de las cosas que tenemos que hacer. No estamos prometiendo que Bolsa Familia va a resolver todos los problemas de la sociedad brasileña», dijo Lula hace poco en un breve y emotivo discurso, tras firmar una orden ejecutiva que reinstaura el programa en una ceremonia en el presidencial Palacio de Planalto.

«Es un primer plato de sopa, un primer plato de frijoles, un primer vaso de leche, un primer pan, un primer trozo de carne, pero con eso tiene que venir una política de crecimiento económico, generación de empleo y transferencia de renta a través del salario, que es lo importante para el trabajador», agregó.

El programa, reconocido a nivel mundial, había sido sustituido por otro denominado Auxilio Brasil, puesto en marcha en 2021 por el expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro, en un intento de recuperar la popularidad perdida en los primeros meses de pandemia por su negacionismo y pésima gestión de la crisis sanitaria, reseña RT.

Un esfuerzo de «control»

La nueva versión del programa de Lula, que deberá ser ratificada por el Congreso brasileño en los próximos meses, aunque ya tiene fuerza de ley, supera los valores otorgados por Auxilio Brasil, cuyo beneficio promedio fue de 607 reales (unos 115 dólares) y aumenta esa cifra hasta los 714 reales (unos 140 dólares).

Además, incorpora beneficios adicionales, como una asignación mensual de 150 reales (uno 29 dólares) para cada niño menor de seis años y de 50 reales (9,6 dólares) para cada miembro de la familias destinatarias de entre siete y 18 años y para las embarazadas. En total, ayuda a unas 20 millones de familias y 55 millones de personas.

En su discurso, Lula pidió que la sociedad brasileña haga un esfuerzo en la fiscalización del registro de beneficiarios del programa para que no haya malas prácticas y que ese subsidio «llegue exactamente a las mujeres, a los hombres y a los niños que necesitan ese dinero», que están en situación de pobreza.

Según el ministro de Desarrollo, Wellington Dias, el programa, que acogerá a 700.000 familias que antes no estaban contempladas, garantiza que a partir del día 20 marzo, fecha del primer pago, «nadie gane menos de 600 reales».

El combate al hambre en Brasil, «prioridad número 1»

Este año, el coste total de esta ayuda para las arcas del Estado será de unos 33.000 millones de dólares. La situación fiscal de Brasil es más que delicada, pero este gasto ya estaba contemplado en una enmienda a la constitución, aprobada en diciembre pasado, para permitir inversiones sociales más allá del techo fiscal impuesto por ley.

De este modo, el mandatario izquierdista cumple su mayor promesa electoral, cuando al ganar el balotaje de octubre frente a Bolsonaro dijo que su «prioridad número uno» sería el combate al hambre, como hizo en sus dos primeros mandatos (2003-2010), en los que se granjeó etiquetas como «padre de los pobres».

Según datos de diciembre de 2022, 62,2 millones de personas, casi un 30 % de la población, viven por debajo del umbral de la pobreza en Brasil, 18 millones de los cuales son considerados extremadamente pobres.

En su discurso, Lula recordó otras medidas tomadas por su gobierno para reactivar la economía –que en el último trimestre de 2022 se desaceleró como consecuencia del alza de los tipos de interés para contener la inflación–, entre ellas, el aumento del salario mínimo.

Además, aseguró que las empresas públicas invertirán dinero «para inducir el desarrollo» y criticó al gigante petrolero estatal Petrobras, que obtuvo ganancias récord y repartió grandes dividendos, pero «no invirtió casi nada» en el pueblo brasileño. 

«Debería haber invertido la mitad de sus beneficios en el crecimiento económico de este país, en la industria brasileña, en la industria naval, del petróleo. En lugar de invertir, decidió agraciar a los accionistas minoritarios«, declaró. 

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