Las violencias en la academia de la BUAP

Es el tema de reflexión entre la comunidad del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”

Las violencias en la academia de la BUAP

Autor: Guadalupe Grajales

Este jueves 23 de marzo se inician las jornadas denominadas “El ICSyH ante la violencia patriarcal y todo tipo de violencias en la academia”. Este evento propuesto por la asamblea de mujeres del ICSyH ha sido convocado por el consejo de unidad del instituto para reflexionar colectivamente en torno a cinco ejes temáticos: “Competencia y productivismo académico”, “Violencia, vida académica y salud emocional”, “Violencias patriarcales y machismos en la academia”, “Burocracia, violencia institucional y derechos laborales y universitarios” y “Prácticas de discriminación en el ICSyH”.

Seguramente hay muchos otros temas de interés sobre la violencia, pero los arriba señalados son los que apuntan justamente a las experiencias vividas por la comunidad del instituto y, por supuesto, por toda la comunidad universitaria.

Con respecto al primer eje, es indiscutible que desde el inicio de la década de los noventa se superpuso a la categorización de las plazas académicas un sistema de evaluación que compartimentalizó la actividad académica para poder cuantificarla, es decir, poder medirla con indicadores numéricos y hacer pensar que la evaluación era “totalmente objetiva”. Este sistema de evaluación tenía varios objetivos. Primero, suspender el incremento de los salarios base de los docentes y entregarles becas de monto diferenciado atendiendo al resultado de la evaluación cuantitativa. Segundo, acabar con el sentido de pertenencia al gremio magisterial en virtud de la competencia feroz que se estableció entre los docentes por obtener las mejores becas. No es casual que los sindicatos universitarios entraran en una crisis que llevó a la creación de sindicatos “charros” al servicio de las burocracias universitarias. Tercero, meter al docente en un torbellino frenético de generación de “productos” que más que derivarse de su trabajo académico obedecía a las demandas que las dependencias administrativas establecían en los instrumentos de evaluación empleados para discriminar, “con toda razón” a quienes no cumplían con este ritmo y estos “productos académicos”. La violencia ejercida en contra de los docentes se extendió también a los programas educativos que tenían que competir para lograr las famosas acreditaciones. Mayor violencia no podía ejercerse en contra de las y los académicos, pues el supuesto merecimiento de las becas simplemente se reduce al tamaño de la bolsa etiquetada para tal fin.

Con respecto al segundo eje, “Violencia, vida académica y salud emocional” podríamos decir muchas cosas, pero algo que sin duda ha provocado este sistema de evaluación punitiva es la situación de total indefensión en la que se encuentran las y los docentes. Me refiero a que el sistema se ha impuesto de tal manera que la evaluación a la que se somete el académico es “voluntaria”. Pero claro, si no se somete no tiene ninguna oportunidad de mejorar su ingreso económico. Así, cada vez que sale alguna convocatoria para solicitar la beca que sea, el docente decide arriesgarse a ser evaluado por “sus pares” y si no es favorecido con un dictamen positivo, todo su esfuerzo habrá sido inútil. La vida del académico transcurre en una sucesión de decisiones que siempre ponen en riesgo su estabilidad emocional.

Con respecto al cuarto eje “Burocracia, violencia institucional y derechos laborales y universitarios” hay mucho que decir. Precisamente la instauración de este sistema de evaluación punitiva arrojó al magisterio a los pies de las burocracias universitarias que, con el beneplácito de los poderes externos, fue adelgazando las oportunidades de la profesionalización de los docentes, de su superación y, por consiguiente, fue eliminando cada vez más la posibilidad de brindar una mejor educación a un mayor número de jóvenes.

Los derechos laborales a la estabilidad a través de la definitividad y a condiciones de trabajo, que deberían incluir un salario suficiente, han ido desapareciendo con la firma de contratos con sindicatos nacidos para simular la defensa de los trabajadores.

También han desaparecido los derechos universitarios básicos de tener acceso a la información, a la discusión y a la crítica, pues a pesar de que contamos con una Ley y un Estatuto Orgánico que así lo prescriben, en los hechos la conducción de la universidad es cada vez más centralizada y vertical. Con el pretexto de la “eficiencia en la gestión” se ha despojado a los organismos colegiados de gobierno de sus facultades y atribuciones para ser usurpadas por las dependencias administrativas de la universidad.

Sin duda, los ejes temáticos de las jornadas “El ICSyH ante la violencia patriarcal y todo tipo de violencias en la academia” permitirán una amplia reflexión en torno al lacerante problema de la violencia que aqueja a nuestra universidad.

Foto: Agencia Enfoque

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