En Chile, las y los bailarines integramos una comunidad diversa; ballet, hip hop, danzas contemporáneas, modernas, sociales, afro diaspóricas, entre otras. No obstante, por amplia que sea nuestra diversidad, en esta conmemoración tenemos un lugar de común acuerdo: hay un problema grave de audiencias en las danzas.
El imaginario común de la danza en nuestro país puede rememorar diversas cosas. Probablemente la más común de todas tenga relación con las experiencias escolares durante las fiestas patrias: presentaciones de cueca tradicional, bailes chilotes con gorro de lana y adolescentes vestidos de pascuenses.
Muy distante de aquello, lo que se conmemora internacionalmente este 29 de abril como “Día Internacional de la Danza” es el nacimiento de un hombre francés llamado Jean-Georges Navarre, considerado “padre del ballet moderno”. Cabe preguntarse entonces, ¿cuál es el aporte de esta fecha conmemorativa en Chile?
En Chile, las y los bailarines integramos una comunidad diversa; ballet, hip hop, danzas contemporáneas, modernas, sociales, afro diaspóricas, entre otras. No obstante, por amplia que sea nuestra diversidad, en esta conmemoración tenemos un lugar de común acuerdo: hay un problema grave de audiencias en las danzas.
Es importante reconocer que al mismo tiempo que las danzas tienen un problema de audiencias, muchas de las puestas en escena se realizan solo desde una perspectiva de investigación, sin considerar al público que las va a presenciar. Probablemente se deba a una especie de círculo vicioso: poca gente presenciando danza, provoca que muchos bailarines se deban más a sus propias quimeras que a una audiencia. Así las cosas, solo quienes bailamos vamos a ver danza. Es como si, de pronto, la danza se hubiera convertido en una práctica de culto.
¿Cuál es, entonces, el lugar de las danzas en Chile hoy? Aparte del financiamiento (a través de fondos concursables) que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio entrega al sector, ¿cuál es la mirada del Estado sobre la danza en Chile?
Pareciera ser que la danza en nuestro país permanece relegada al folclorismo, muy lejos de un reconocimiento digno, asociado a una identidad cultural o a la protección de un patrimonio inmaterial. Así, solemos encontrarnos con innumerables iniciativas de creación frente a pocos lugares donde desarrollarse, pero sobre todo, que no logran expandirse más allá de una temporada por falta de popularidad.
Hay un infausto dicho que deambula por los camarines y los estudios de danza de este país: que somos “la hermana pobre” de las Arte Escénicas. Este comentario tiene sus argumentos. La danza, a diferencia del Teatro, el Circo y la Narración Oral, es la única disciplina de las Artes Escénicas que no cuenta con un “día nacional”.
Y si bien un “Día Nacional de la Danza” no solucionaría todos nuestros problemas de audiencias, sí permitiría generar más oportunidades de inserción mediática (para combatir los poquísimos espacios destinados a la disciplina en los medios de comunicación); mayores oportunidades laborales a partir de instancias conmemorativas; y una mayor visibilización y espacios en la palestra de lo cultural y de las Artes Escénicas a nivel general.
Sería, a lo menos, un gran paso en la construcción conjunta de una mirada nacional sobre la disciplina, de modo de contribuir a su desarrollo, explotar su aporte potencial al desarrollo cultural y entregar dignidad a los trabajadores y trabajadoras de las danzas.
Fuente El Mostrador
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