La digitalización de la información trajo consigo nuevas estrategias en materia de comunicación política. El hecho de que la circulación de noticias y trascendidos se pueda realizar en cuestión de segundos, desde cualquier dispositivo con acceso a internet, provocó la necesidad de generar mecanismos que permitan a la numerosa audiencia poder discernir y corroborar la información verídica dentro del mar de las “fake news”.
De igual forma, la democratización de los canales de comunicación rompió con el monopolio engendrado durante décadas por los medios tradicionales. Ahora la opinión pública es gestada por el propio ciudadano. Y de igual forma es replicada por la audiencia activa. La falsa imparcialidad de los medios convencionales ha quedado expuesta al enjuiciamiento social. Se ha desnudado el afán histórico del impulso de agendas desde la desinformación que virulentamente ha promovido la plutocracia de nuestro país.
La mal llamada “polarización” que el conservadurismo atribuye al presidente López Obrador es sencillamente el desdibujo de tibiezas. Lo que ahora existe es una sociedad politizada; que defiende un proyecto político que se identifica con las mayorías, en el que se vela prioritariamente por el interés de los más vulnerables.
Tanto el café como la cerveza pierden su esencia en los sorbos tibios. La falsa neutralidad política tiende a favorecer al estado de cosas. Las transformaciones se materializan cuando se toma postura a favor del cambio. Quienes se sientan a observar el caminar de la historia, contribuyen con su pasividad reaccionaria a que nada cambie.
El presidente de la república es ejemplo del entendimiento y manejo de los nuevos tiempos comunicativos. Ha llevado a otra dimensión la experiencia ya ejecutada en la jefatura del extinto Distrito Federal, en el que como jefe de gobierno imponía la agenda pública a nivel nacional desde sus madrugadoras ruedas de prensa.
Los medios tradicionales despotrican desde su fraudulenta imparcialidad en contra de AMLO, lo acusan de poner en riesgo su integridad a partir de los señalamientos puntuales que hace. Dicen estar en inferioridad de fuerzas ante la supuesta calumnia presidencial.
Lo que no entienden es que la credibilidad de palabra que mantiene y acrecienta el presidente es atribuible a su fuerza moral y no a su poder político. No entienden que la mañanera se ha convertido en un espacio de pedagogía nacional, en el que se informa la gente y se dota de elementos para ganar el debate público. Ese mismo debate que históricamente se gana con autoridad moral, misma que provee autoridad política.
No entienden que el pueblo de México ve en la representación diaria del ejercicio de comunicación del presidente a un hombre que se levanta todos los días con el reloj solar a trabajar por el país. Así como lo hacen los campesinos y los obreros. Como lo hace en general la fuerza trabajadora; docentes, comerciantes. Se identifican y reconocen en él porque informa de su labor día tras día, desde temprana hora. Trabajando de pie, sin sentarse, sin descansar; como lo hace el pueblo.
La conferencia de prensa mañanera puso fin a los gigantes monopólicos como televisa, que durante años trastornó el imaginario colectivo de nuestro país. Y con ello, también puso fin a todos los agentes políticos que requerían de esos grandes monopolios para darse a conocer; para popularizarse entre la gente. Ahora quien quiera llegar a la audiencia, debe hablarle directamente a la sociedad, sin intermediarios que imponían contenido, independientemente de que la audiencia quisiera escucharle. El televisor era un aparato que hablaba y al que no se le podía responder, no se le podía replicar.
Hoy tenemos un presidente que rinde cuentas de manera permanente, y que responde a las calumnias infundadas de quienes se sienten dueños de México. De quienes no entienden que a partir del año 2018 se abrió una puerta para construir un México diferente y nuevo. Que no fue el punto de llegada, el triunfo de Andrés Manuel, sino, el punto de salida. Y que el pueblo organizado es el protagonista.
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Por: Jorge Hernández Aguilera
Foto: Archivo El Ciudadano
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