La mañana del 19 de mayo de 1780, el sol duró apenas un par de horas brillando sobre el cielo de Nueva Inglaterra. Desde Portland, Maine, hasta Nueva Jersey, una mantarraya de obscuridad se apoderó del cielo. Al mediodía ya se había hecho imperativa la utilización de velas para poderse guiar entre la densidad de las sombras, más propias de la medianoche. El Día Oscuro de Nueva Inglaterra se había configurado.
El pánico no tardó de apoderarse de la población: ¿se encontraban ante una especie de eclipse? ¿Había llegado el Día del Juicio Final? Las escuelas mandaron a los pupilos de vuelta a casa. Muchos hombres se ausentaron del trabajo para asistir a servicios religiosos. Las amas de casa sollozaban confundidas. Las aves de corral regresaron a sus sitios de reposo.
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El mismo George Washington – por entonces comandante de la Armada Continental que combatía a los ingleses- registró en su diario la proliferación de «pesadas y anómalas de nubes -obscuras y al mismo tiempo una luz rojiza se mezclaba en ellas, alternando entre momentos de brillo y obscuridad. Esto continuó hasta el mediodía, cuando la luz comenzó a aparecer. Durante la mañana llegó el viento del este. A partir de ahí, comenzó a soplar hacia el oeste».
Los testimonios
Los documentos que se conservan de la época arrojan información diversa en cuanto a la hora y a la duración del fenómeno. Mientras que algunos mencionan un par de horas, otros aseguran que el fenómeno se prolongó por dos días.
Además, hubo reportes de fenómenos secundarios, tales como los recopilados por el historiador Sidney Perley, donde se apuntaba a olores pútridos y a una espuma negruzca que se vio en los ríos de Salem.
El testimonio más célebre que se conserva es un extenso poema de John Greenleaf Whittier (1807-1892), titulado John Davenport, escrito medio siglo después del evento, y del que nos atrevemos a traducir un fragmento:
Fue un día de mayo de aquel remoto año Mil setecientos ochenta que cayó Sobre los brotes y la dulce vida de la primavera Sobre la fresca tierra y el cielo del mediodía, Un horror de gran obscuridad, como la noche En el Día, como cuentan las sagas nórdicas Del Crepúsculo de los Dioses. Un cielo que colgaba bajo Era oscuro con nubes ominosas, excepto donde el borde Mostraba las franjas de un mate resplandor, como el que escala Los lados de un cráter desde el rojo infierno que hay debajo. Las aves dejaron de cantar y todas las gallinas de corral Reposaron. El ganado en los pastizales Se echó, con la mirada a los establos; los murciélagos de alas de cuero Volaron fuera; los sonidos del trabajo fenecieron; Los hombres rezaron y las mujeres lloraron; todos los oídos se aguzaron A escuchar el trueno de las trompetas del Día Final El cielo negro, el temido rostro de Cristo Podría mirar abajo desde las nubes desgarradas, no como miró Como un visitante adorable, en Betania, sino severo Como Justicia y Ley inexorable. Mientras tanto, en la Cámara de Representantes, pálidos como fantasmas Permanecían en sus asientos los legisladores de Connecticut Temblando bajo sus togas legislativas "¡Es el gran día del señor! Aplacemos la sesión" dijeron algunos y entonces, al unísono, todos los ojos voltearon hacia Abraham Davenport. Se levantó, hendiendo con su voz creciente El silencio intolerable. "Podría ser este bien El Día del Juicio que el mundo espera; Pero lo sea o no, yo solamente conozco Mi deber presente y el designio de mi Señor A ocupar hasta que él venga. Por lo que el puesto En que él me ha establecido en Su Providencia Elijo confrontarle cara a cara,- No como un sirviente de lesa fe asustado de mi función Sino listo cuando el Señor de las cosechas llame; Y por ello, con toda reverencia, yo diría Dejad que el Señor haga su trabajo y veamos nosotros por el nuestro. Traed las velas". Y las trajeron. Abraham Davenport, poema de 1830 escrito por J.G. Whittier.
Las posibles causas
Hoy en día, se especula que el fenómeno pudo ser provocado por una combinación de humo, nubes y neblina. El humo habría provenido de enormes incendios que durante esos días se presentaron en Canadá, tal como asesguran los investigadores Erin McMurry, Michael Stanbaugh, Richard Guyette y Daniel Dey, quienes han analizado las heridas del fuego en antiguos árboles canadienses, que permiten establecer con precisión la fecha y dimensión de la conflagración que habría sido la fuente del Día Obscuro registrado cientos de millas al sur de aquellos bosques, en Nueva Inglaterra.
Hayan cuales hayan sido las causas, el Día Oscuro de Nueva Inglaterra sobrevive hasta nuestros días en múltiples testimonios, leyendas y hasta canciones.
datadura
- El Día Obscuro de 1780 aconteció en plena Guerra Civil estadounidense.
- El evento pudo derivarse de incendios masivos que se registraron en las tierras altas Algonquinas, algunos cientos de kilómetros al norte de Nueva Inglaterra, en territorio canadiense.
- El fenómeno pudo observarse en los estados de Maine y Massachusetts por cientos de miles de personas, detonando un brote temporal de histeria masiva.