Por Robert Kohl Parra
Zaklin Nastic es diputada alemana y portavoz de derechos humanos de su grupo parlamentario DIE LINKE. (la izquierda), además es integrante de la comisión de defensa del parlamento. Como parlamentaria, es una conocida crítica del rumbo del gobierno alemán en su guerra económica contra Rusia y de los envíos de armas alemanas a Ucrania.
Con la ayuda de un informe pericial encargado por ella misma a los servicios científicos del parlamento alemán, Nastic pudo demostrar que como consecuencia de la entregas de armas y el entrenamiento de soldados ucranianos dentro de su territorio, Alemania se ha convertido en participante de la guerra.
A continuación, una entrevista exclusiva concedida por Zaklin Nastic a El Ciudadano.
Señora Nastic, usted es una conocida crítica del gobierno alemán en la cuestión de las sanciones contra Rusia. El occidente, y por tanto también Alemania, reaccionó así a la invasión de Ucrania por tropas rusas hace un año. ¿Cuál es su crítica al régimen de sanciones?
Las sanciones unilaterales se encuentran, como mínimo, en una zona gris según el derecho internacional. En realidad, los regímenes de sanciones que se ajustan al derecho internacional sólo pueden ser adoptados por el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que no es el caso de las sanciones a Rusia. Incluso con una decisión del Consejo de Seguridad de la ONU, un criterio importante es que se mantenga la proporcionalidad. Pero éste no suele ser el caso. El mejor ejemplo son las sanciones impuestas a Irak en la década de 1990; aunque fueron decididas por el Consejo de Seguridad de la ONU, debido a sus fatales efectos -al menos 1,5 millones de personas perdieron la vida, entre ellas medio millón de niños-, fueron sin embargo claramente contrarias al Derecho internacional.
Las sanciones de Occidente, motivadas políticamente, son una guerra híbrida contra la población civil y no pocas veces causan miles de muertos porque interrumpen considerablemente el suministro de alimentos y la importación de productos médicos. Y esto es así incluso cuando estos bienes están oficialmente exentos de las sanciones. Cuba y Venezuela son aquí ejemplos destacados de América Latina. Otros ejemplos vergonzosos son las sanciones contra Irán, Siria y varios países africanos.
Con tales guerras económicas, son sobre todo, las poderosas naciones industrializadas las que presionan a las naciones menos desarrolladas del Sur global, por lo que como personas defensoras de los derechos humanos y sociales, y orientadas a la paz, es imperativo rechazar estos instrumentos en general. Ningún Estado del mundo debe poder sancionar a su antojo a Estados políticamente contrarios a sus intereses. La ley del más fuerte no debe tener cabida en la política internacional. Tales sanciones son una guerra silenciosa pero mortal que los izquierdistas no deben consentir jamás.
¿Qué consecuencias se pueden nombrar para Alemania de esta guerra económica contra Rusia?
Por supuesto, no sólo hay consecuencias para los Estados sancionados, sino también para los Estados que imponen las sanciones. Europa ha impuesto sanciones muy amplias contra la Federación Rusa, principalmente bajo la presión de Estados Unidos. Durante décadas, el objetivo de la política estadounidense ha sido atar a la Unió Europea a sí misma y abrir una brecha entre ésta y Rusia. Muchas empresas de este país, como la industria química, se han beneficiado durante muchos años de la energía barata procedente de Rusia, que ahora ya no está disponible debido a las sanciones económicas.
En Alemania, las sanciones contra el sector energético ruso se han traducido en unos precios increíblemente altos del gas y la electricidad, lo que ha provocado el empobrecimiento de muchas personas y ha llevado a muchas empresas e industrias a la miseria o al borde de la ruina. La inflación casi histórica está haciendo el resto. Cada vez más personas tienen que temer por su supervivencia. A finales de febrero de este año, la empresa química alemana BASF anunció la supresión de 2.600 puestos de trabajo debido a la presión de los costes.
Junto con muchos colegas de mi grupo parlamentario en el Bundestag, critico las sanciones por ser contrarias al derecho internacional, antisociales y una medida de desindustrialización. Las consecuencias para Alemania y sus habitantes son enormes. Justamente porque probablemente seguirán teniendo repercusiones durante mucho tiempo, considero que la política del Gobierno Federal es absolutamente irresponsable.
Además de las amplias sanciones, Alemania está suministrando armas a Ucrania a gran escala. ¿Qué peligros ve en esta política?
Es espantoso que 75 años después del final de la Segunda Guerra Mundial se vuelvan a utilizar tanques Leopard alemanes en una guerra contra Rusia. Aunque sólo fuera por su responsabilidad histórica, Alemania no debería suministrar armas a ningún Estado. El belicismo de muchos políticos, apoyados también por periodistas, que junto con los derechistas ucranianos se unen en una alianza impía, que anhela una victoria contra Moscú, supone un peligro muy grande para Alemania y para el mundo.
Esta guerra no puede ganarse militarmente para Ucrania y las entregas de armas de Occidente sólo prolongan el sufrimiento. Cada día que dura esta guerra, aumenta también el peligro de un enfrentamiento nuclear entre la OTAN y Rusia. Cuando hace unos meses un misil ucraniano impactó en territorio polaco, algunos actores de la coalición de gobierno de este país ya pedían que la OTAN declarara una emergencia de alianza contra los supuestos culpables rusos, lo que podría haber llevado a la Tercera Guerra Mundial. Tales políticos son unos irresponsables, no juegan con otra cosa que con el estallido de una tercera guerra mundial y aceptan así la muerte de millones de personas, lo cual es inaceptable. La guerra, que es contraria al derecho internacional, debe terminar lo antes posible, hay que poner fin al sufrimiento de la población, y sólo así se puede volver a controlar el peligro de una escalada nuclear.
Las acciones del gobierno alemán son un desastre para Alemania, también desde una perspectiva nacional. Según un informe que encargué a los servicios científicos del Bundestag, en el que preguntaba cuándo, de acuerdo con el derecho internacional, Alemania se convierte en parte de la guerra, quedó claro que, mediante el aumento de las entregas de armas alemanas y el entrenamiento de soldados ucranianos en suelo alemán, la República Federal está abandonando la zona segura de no participar en la guerra. Esto puede llevarnos rápidamente a una espiral de escalada que nadie puede controlar.
¿Cómo reacciona la sociedad alemana ante la actitud de EE.UU., la OTAN y, por tanto, de su propio gobierno ante esta situación?
Muchos alemanes ven con gran inquietud el creciente suministro de armas. Hay muchas críticas a las innumerables violaciones de tabúes en la política exterior alemana y a la ausencia de una política de paz coherente. Cientos de miles de personas han firmado el Manifiesto por la Paz iniciado por la conocida feminista Alice Schwarzer y mi colega de grupo parlamentario Sahra Wagenknecht. Decenas de miles acudieron a la concentración posterior en Berlín y muchos más estuvieron en las tradicionales Marchas por la Paz de Pascua de este año. La resistencia al rumbo bélico del gobierno alemán es cada vez más fuerte entre la población alemana.
En América Latina, gobiernos progresistas han expresado su oposición a la entrega de armas y el presidente brasileño Lula ha planteado incluso la idea de un club de la paz. ¿Se imagina a Alemania uniéndose a esta iniciativa?
Me gustaría mucho que la lógica de la guerra, anclada en las mentes de los políticos en funciones de EEUU y la UE, se viera desplazada por un planteamiento de diálogo y entendimiento. Al fin y al cabo, esta guerra sólo puede terminar mediante negociaciones. Por no mencionar el hecho de que ni siquiera los principales oficiales militares creen en una victoria ucraniana. Por esta razón, apoyo las iniciativas de Brasil y China para poner fin de una vez a esta guerra mediante esfuerzos diplomáticos.
El problema es que, aunque ya ha habido soluciones tangibles, han sido torpedeadas. La primavera pasada, según el entonces primer ministro israelí Naftali Bennet, mediador entre ambas partes, habría sido posible un alto el fuego. Según él, fueron las presiones de Estados Unidos y Gran Bretaña las que llevaron al fracaso, aunque Rusia y Ucrania habían aceptado. La guerra podía terminar. Los gobiernos occidentales deben dar por fin una oportunidad a la paz.
Por Robert Kohl Parra
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