26 de junio de 1929: el poeta y dramaturgo Federico García Lorca y el jurista Fernando de los Ríos desembararcan en Nueva York. Habían atravesado el Atlántico en el barco Olympic en una travesía que había durado poco menos que un mes.
En dicha metrópoli permanecería por espacio de diez meses, donde consiguió un dormitorio entre los estudiantes de Columbia. Le tocó conocer el Nueva York de la transición entre los prósperos años 20 y los miserables años 30, el Nueva York gobernado por el truculento Jimmy Walker. El Nueva York de El Puente, de Hart Crane.
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La Gran Manzana apenas tenía 6 millones de habitantes, pero ya producía uno de cada 12 artículos de consumo elaborados en la Unión Americana.
A Lorca le aterra y a la vez le maravilla la diversidad cultural que en la ciudad se aprecia. En Harlem, aprecia en su esplendor las manifestaciones de la cultura afroamericana, cuya gran mayoría estaba por aquellos años estancada en la base de las clases trabajadoras.
Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre
Un viento sur de madera, oblicuo en el negro fango,
escupe a las barcas rotas y se clava de puntillas en los hombros
un viento sur que lleva
colmillos, girasoles, alfabetos
y una pila de Volta con avispas ahogadas
Lorca no se deja impresionar por los rascacielos, por los trajes, por los Rolls Royce que roban la calle a los peatones. Lorca percibe ya un concierto discordante, en tensión creciente, que en algún momento va a explotar. Hay telón que cubre aquella realidad subyacente ante los habitantes de la ciudad, y solo puede introducir a la ciudad un ritmo diferente el mascarón que viene desde África a traer y recordar las criaturas y los ritmos primigenios.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda
el mascarón llegaba a Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres
el ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico
ignorantes en su frenesí de la luz original
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos
y si una llama quema los helados proyectos
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
En esta idea de la necesidad de retornar a lo primitvo, García Lorca se adelantaba casi veinte años a las intuiciones de la llamada «Escuela de Altamira», que dio origen al grupo denominado «los nuevos primitivos» que proponían recuperar la inocencia perdida de la humanidad en pos de la persecución de un progreso que solamente nos había conducido a la guerra y a la devastación.
Después de los meses en Nueva York, Lorca partiría hacia Cuba, país que le despertaría muchas más simpatías que lo que le había tocado conocer de la Unión Americana.
El poemario Poeta en Nueva York se publicaría en 1940, cuatro años después de que el poeta y dramaturgo fuera fusilado ante un olivo en su natal Granada.
datadura
Nombre: Federico García Lorca
Libros:
Canciones (1921)
Poema del cante jondo (1921)
Romancero gitano (1928)
Poeta en Nueva York (escrito en 1930, publicado en 1940)
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935
Seis poemas galegos (1935)
Teatro: La casa de Bernarda Alba