Por Miguel Lawner Steiman. Arquitecto, ex Director Ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) 1970-1973.
Al candidato Gabriel Boric lo proclamamos en un acto multitudinario con la asistencia de varios miles de representantes de organizaciones de pobladores al término del cual, yo le hice entrega de mil firmas de arquitectos adhiriendo a su candidatura y a su programa. Concluí diciéndole finalmente: “Confío que concluída la elección, tengamos en la historia de Chile, al segundo Compañero Presidente”.
Por otra parte, cuando se supo el resultado electoral otorgándole la victoria, Boric pronunció un discurso que cerró citando un párrafo de las inolvidables últimas palabras de Allende: “estamos abriendo las grandes alamedas, por donde pase el hombre y la mujer libre para construir una sociedad mejor”.
Días atrás, entrevistado por el noticiero central de Chile Visión respecto a los 50 años del Golpe militar, el Presidente Boric declaró: “Se habla mucho de la Unidad Popular y yo creo que es un período a revisar. Y desde la izquierda tenemos que ser capaces de analizarlo con mucho mayor detalle y no sólo desde una perspectiva mítica”.
Es inaceptable pretender reducir el reconocimiento y la admiración a nivel mundial que goza el Presidente Allende, al gesto mítico de haber entregado su vida en defensa de la institucionalidad democrática. El prestigio de Allende, se debe a la capacidad de haber realizado las grandes transformaciones prometidas en su campaña electoral, en pluralismo, democracia y libertad, como tantas veces lo afirmó el mismo.
El Parlamento chileno aprobó por unanimidad, la nacionalización de las grandes compañías norteamericanas dueñas de los yacimientos en Calama, Sewell y El Salvador. Se creó Codelco y no obstante las severas restricciones impuestas por los Estados Unidos, se logró aumentar la producción del mineral.
Prometimos culminar la Reforma Agraria, acabando con el latifundio chileno que mantenía ociosas las mejores tierras arables y así lo hicimos.
Prometimos construir 100.000 viviendas durante el primer año de gobierno, destinadas preferentemente a los sectores de menores ingresos y así lo hicimos.
Prometimos entregar medio litro de leche diaria gratis a cada niño chileno y así lo hicimos.
Prometimos elevar las remuneraciones de los trabajadores y en 1971, la participación porcentual de las remuneraciones al trabajo, fue del 61.7% del ingreso geográfico, una tasa no conocida antes en Chile.
Prometimos hacer posible el descanso para todos los sectores que nunca antes pudieron disfrutar de vacaciones (que en nuestras Primeras 40 Medidas llamamos turismo popular) y así lo hicimos. En un año, habíamos concluido 16 Balnearios Populares situados en las mejores playas de Chile.
Prometimos facilitar la lectura a todos los chilenos y creamos la Editorial Quimantú, que comenzó a editar las mejores obras de escritores chilenos y extranjeros, en tirajes de hasta 60.000 ejemplares, al valor de dos cajetillas de cigarrillos.
Construimos en 275 días, el más bello edificio jamás construido en Chile: la UNCTAD III, que deslumbró a los 3.000 delegados extranjeros asistentes a dicha reunión, por la excepcional integración de Arte y Arquitectura.
Podría seguir enumerando numerosas otras realizaciones, pero no caben en esta breve columna. Repito: todo lo hicimos con pleno respeto a la institucionalidad pública, lo cual, naturalmente despertó la feroz reacción de los sectores oligárquicos que vieron afectados sus oscuros intereses y comenzaron desde antes de que Allende asumiera el mando, a conspirar para derrocar el gobierno, en complicidad con el Departamento de Estado norteamericano y su brazo ejecutor: la CIA.
La experiencia de Allende, se fundamentó en la tesis de construir un modelo de sociedad socialista por vía pacífica, largamente elaborada por las organizaciones políticas de la izquierda chilena.
Su éxito llevó a que el Partido Comunista Italiano abriera paso a la tesis del Compromiso histórico, en alianza con la Democracia Cristiana de ese país, siendo ésta la causa que motivó el secuestro y posterior asesinato, del primer Ministro italiano, el demócrata cristiano Aldo Moro, cuando se dirigía a suscribir un acuerdo con Enrico Berliguer, Secretario General del Partido Comunista italiano.
Era demasiado para el Departamento de Estado norteamericano, que ordenó acelerar las acciones que desembocaron en el golpe de estado de Chile el año 1973.
En estos días, ha hecho noticia el cumpleaños N° 100 de Henry Kissinger, Secretario de Estado durante el gobierno de Richard Nixon, quién fue el principal impulsor de las acciones desestabilizadora contra el gobierno de Allende.
El presidente Gabriel Boric, nos recomienda leer el libro “Salvador Allende, la izquierda chilena y la Unidad Popular”, escrito por Daniel Mansuy, nieto del ex almirante Ismael Huerta, uno de los principales instigadores del golpe de estado de 1973. Se trata -nada menos- de quién le trajo a Pinochet, el ultimátum formulado por José Toribio Merino para unirse al golpe de estado, que tendría lugar con o sin su participación.
Yo le recomendaría al Presidente Boric leer todo lo que ha escrito sobre el golpe de estado en Chile, Peter Kornbluh, quién ha consagrado su vida a conseguir desclasificar archivos secretos del gobierno de EE.UU. relacionados con el apoyo de ese país al golpe contra Salvador Allende en 1973. (2) “Chile llegó a ser un símbolo muy grande del abuso de poder de Estados Unidos, de mi gobierno, del abuso de la moralidad”, relató a La Tercera durante una visita al país en 2017. No me ha sido fácil escribir esta columna. Participé muy activamente en la campaña electoral de Boric y hasta ahora he entregado todas las energías que aún me quedan, para el mayor éxito de su programa en materia de Vivienda y Ciudad, que son de mi especialidad.
Lo lamento en el alma, pero no puedo callar ante el agravio cometido contra la memoria histórica. El aprecio de Salvador Allende es universal y está muy lejos, lejísimo, de corresponder a un mero mito, generado por pagar con su propia vida, la lealtad a la institucionalidad democrática.
El aprecio a nuestro Compañero Presidente, proviene de su irreductible voluntad de llevar a cabo, por vía pacífica, los cambios estructurales necesarios para elevar las condiciones de vida de los sectores sociales siempre marginados de los beneficios económicos.
En estos 50 años del golpe militar, nos esforzaremos, como siempre, por poner las cosas en su lugar y lo haremos con el orgullo que representa para mí y mi querida esposa y compañera ya fallecida, la hermosa obra que contribuimos a realizar.
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