Para entender las claves de la crisis de la democracia formal española, habría que recurrir al filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, quien en su ensayo “La España invertebrada”, publicado en 1921, realiza un exhaustivo análisis de la crisis social y política de su época. Así, estaríamos asistiendo a un nuevo escenario de “invertebración histórica” cuya casuística podríamos ordenar en tres estratos diferentes siguiendo el esquema orteganiano.
En la segunda capa o dermis exegética, encontramos el fenómeno de la disgregación o “particularismos” en el léxico orteganiano y que tendría su reflejo político en los movimientos independentistas o soberanistas vascos y catalanes. Así, según Ortega, “la esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte de un todo y en consecuencia, deja de compartir los sentimientos de los demás”.
Sin embargo, a esta actitud política se opondría según Ortega la “faena de totalización”, concepto que podría traducirse como un proceso incorporativo en el cual los diferentes grupos sociales quedarían integrados como partes de un todo (España), tesis defendida por partidos como PP y Vox. Según Ortega, “la potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre el proceso de totalización es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común”.
El doble rasero de Bruselas
El profesor James Mitchell, responsable de la escuela de Gobierno y Política Pública de la Universidad de Strathclyde (Glasgow, Escocia), explica que las razones de un pueblo para querer su independencia “radican en el fracaso de sus respectivos Estados, pues las naciones subestatales se sienten ninguneadas”.
Según la actual doctrina imperante en Bruselas, “un Estado resultante de un movimiento secesionista perdería su condición de miembro de pleno derecho de la zona euro y habría de comenzar el proceso de readmisión”, lo que en la práctica imposibilita la secesión.
Así, el Presidente serbio Aleksandar Vucic ha acusado recientemente a la Unión Europea (UE) de “doble rasero frente a aspiraciones independentistas en los casos de Cataluña y Kosovo”, pues Kosovo proclamó su independencia de Serbia de modo unilateral sin necesidad de un referéndum consultivo al contar con las bendiciones de EE.UU. y de la UE (excepto España), porque el impedimento que se aplica a Cataluña no existía en el caso de Kosovo al no pertenecer Serbia a la UE.
De todo lo anterior, se deduce la imposibilidad para Cataluña de lograr en el momento actual una independencia unilateral que no cuenta con respaldo internacional y sí con la firme oposición de España y Francia, preocupadas porque dicha independencia podría extenderse a la llamada Cataluña del Norte (Rosellón y la Cerdaña) así como al llamado País Vasco francés en el supuesto de independizarse el País Vasco español.
¿Repetición de elecciones en diciembre?
Desde su exilio en Waterloo, el político catalán Carles Puigdemont estaría sopesando rechazar las ofertas de Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez de colaborar en la formación de un nuevo Gobierno en España, decisión que se basaría en la inteligencia maquiavélica. Así, la inteligencia maquiávelica se distingue por una extraordinaria capacidad para encontrar las debilidades ajenas y utilizarlas en beneficio propio, así como de realizar acciones complejas que pueden no ser entendidas en un principio por sus votantes pues sus metas se proyectan hacia un futuro mediato (Declaración de Independencia de Catalunya).
Así, Puigdemont tendría la certeza de que dicha posición se verá refrendada con la victoria de Junts en las elecciones al Parlamento catalán que se adelantarían al 2024 tras la previsible conformación de un Gobierno PP-Vox en el Estado español.
Dicho Gobierno sería una alianza inquieta basada en su comunidad de intereses económicos y amalgamada por la defensa a ultranza del Régimen del 78 y de la unidad indisoluble de España. Su objetivo confeso sería implementar en España una “democracia no liberal” siguiendo la estela de la Hungría de Viktor Orbán, que beberá de la fuentes del centralismo bonapartitsta y del paternalismo de las dictaduras blandas.
Por su parte, el Govern catalán teledirigido por Puigdemont desde Waterloo y ante la imposibilidad legal de celebrar un referéndum sobre la Independencia de Cataluña, reeditaría el pulso con el Estado central con la declaración de la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) y esperaría la posterior implementación por el Gobierno central del Artículo 155 que le haga aparecer ante los ojos del mundo como una víctima del Estado totalitario español.
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