La memoria histórica busca recordar a las víctimas de violaciones de derechos humanos y dignificarlas para que su sangre contribuya a la paz que nace de la justicia.
Por otra parte, la Escuela de las Américas, ubicada primero en Panamá y desde 1984 en Fort Benning, Georgia, USA, convoca a militares y policías de América Latina para que aprendan técnicas para reprimir a sus propios pueblos cuando estos luchan por sus derechos.
En Vietnam, el ejército de USA aplicó la política que fue denominado como “quitarle el agua al pez” y que también fue aplicada en América Latina para combatir a los movimientos de liberación nacional en países de Centro América y Sud América: se trataba de crear un ambiente de miedo y terror para desarticular los procesos organizativos, considerados como amenaza para la seguridad de los Estados. Los secuestros, las torturas, asesinatos, masacres y expulsiones de campesinos e indígenas de sus tierras formaban parte de la “tierra arrasada”, acusando a los lugareños de apoyar a las insurgencias y haberse constituido para los guerrilleros como “el agua al pez”. Al quitarles el agua, los peces mueren (1).
Análogamente, el negacionismo consiste en negar la realidad que marcan los hechos, elaborándose explicaciones alternativas ajenas a la realidad. Dicho término comenzó a acuñarse para nombrar el acto de rechazar o reescribir la memoria del Holocausto. “Afirman que los nazis no asesinaron a seis millones de judíos, que las cámaras de gas para matar masivamente es un mito y que cualquier muerte de judíos ocurrida bajo el dominio nazi fue resultado de la guerra” (2). Esto estaría sustentado en que nunca habría existido un plan de aniquilación sistemática de la población judía y las víctimas serían menos de las que se indican oficialmente (3).
En Chile, en la actualidad, el negacionismo se refiere a la justificación, aprobación o negación de las violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar-empresarial dirigida por Augusto Pinochet. Es en este marco que parlamentarios democráticos presentaron un proyecto de ley para sancionar con penas de hasta sesenta días de cárcel el delito de negacionismo. Ello, para proteger la dignidad de las personas y evitar la negación de las violaciones de derechos humanos del pinochetismo. El proyecto parlamentario quiere incorporar un párrafo en el Código Penal que tipifique la conducta de quien apruebe, justifique o niegue los crímenes consignados en la Comisión de Verdad y Reconciliación (1991); la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación (1992); la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura (2004); la Comisión Asesora para la Calificación de Detenidos-Desaparecidos y Ejecutados Políticos y Víctimas de Prisión Política y Tortura (2011).
Se ha producido una extensión de los discursos de odio, negación y desinformación, a tal grado que un Ministro de Cultura llegó a tildar de “montaje” el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos (4). De igual manera son permanentes los ataques a víctimas y a sus familiares a través de redes sociales, a lo que se suman los rayados y destrozos de sitios de memoria. Es un hecho que “la región está atravesando un ciclo de negacionismo y relativismo. Hay una reivindicación de los pasados autoritarios y construcción de una narrativa heroica de sus protagonistas que los coloca en una posición de víctimas” (5). Con el negacionismo se pretende negar lisa y llanamente las experiencias del pasado reciente, con la relativización o minimización de las responsabilidades estatales y la descalificación los procesos judiciales y de las comisiones de verdad (6).
En Chile, de manera oficial se ha reconocido que la dictadura de Pinochet arrojó 40.000 víctimas directas; 3.227 asesinatos (incluyendo a niños); 1.158 detenidos-desaparecidos; 1.168 centros de detención y tortura; privatizaciones de la salud, educación, seguridad social y del agua; desmantelamiento de empresas estatales; cuentas corrientes de Pinochet en el Banco Riggs; en 1987, el índice de pobreza llegó al 45%; la economía cayó a un nivel de mediocridad, con la secuela de regresión en lo social; etc., etc., etc.
Es una forma de negacionismo el guardar silencio sobre el golpe de Estado y las violaciones de derechos humanos que instauraron las Fuerzas Armadas, Carabineros y la Policía Civil, no obstante haber sido los ejecutores de la tragedia de Chile. Incluso han vetado los sitios de los crímenes y torturas que se realizaron en recintos militares. Igual situación acontece con la intervención de USA.
Sin considerar todas las evidencias y sin mostrar pruebas, un diputado de Derecha ha afirmado: “Yo justifico el golpe militar. El gobierno de Allende se estaba saltando la Constitución”. Una diputada de Derecha ha señalado que “en el presente año se celebran 50 años de liberación del país.” En el Consejo Constitucional, un consejero del Partido Republicano y representante del Opus Dei se ha referido a Pinochet como “estadista”, a pesar de las violaciones de derechos humanos y ha recomendado llevar a cabo “una lectura más ponderada de su gobierno”.
La intensificación del negacionismo podría explicarse por las debilidades de una democracia “en la medida de lo posible” que, por su insuficiencia, ha posibilitado la desconfianza en la institucionalidad, debido a la ausencia de legitimidad que han adquirido los poderes públicos. Esto ha potenciado las incertidumbres, las que se han visto amplificadas por las nuevas tecnologías de la información. Es así como se ha llegado a negar la realidad en contra de las evidencias y porque esta misma realidad incomoda a la conciencia de los victimarios. Por eso niegan, justifican, aprueban las violaciones de derechos humanos cometidas durante la dictadura militar-empresarial, tal como niegan sus posteriores efectos.
En el contexto descrito, el negacionismo se opone a la ética. Y también es un delito que sí “está contemplado en las legislaciones de todas aquellas naciones que han sufrido la opresión y exterminio de sus ciudadanos por razones políticas. Legislar al respecto es un imperativo a fin de cumplir con las obligaciones que la comunidad civilizada le ha impuesto a sus Estados respecto a los crímenes de lesa humanidad” (7). Lo anterior es ratificado por el Pacto de San José de Costa Rica, al establecer que “estará prohibido por ley toda propaganda a favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso”.
Sin respeto por la verdad, los negacionistas han extendido propaganda política rechazando una verdad “oficial”, e invierten los roles entre víctimas y victimarios. Insisten en la “teoría de los dos demonios” y en una guerra que no ha existido; comparan cifras de víctimas para relativizar la gravedad de los hechos; instalan dudas para destruir la memoria y así van construyendo una historia alternativa.
El viraje a la Derecha en el mundo (y en Chile, en particular) obedece, entre otros aspectos, a la crisis de la Izquierda. Esta ha sido debilitada por el terrorismo de Estado y no ha logrado rehacerse. Sólo se debate en confusiones conceptuales y ausencia de reflexión. La izquierda ha continuado desarticulada, en un clima de miedo y terror tras la política de “tierra arrasada” ejecutada por las dictaduras y por quienes las han dejado en la impunidad. El objetivo ha sido distanciar a las directivas políticas de las organizaciones sociales; a los intelectuales y artistas de las nuevas generaciones; a los trabajadores de sus pares. Se ha exacerbado el individualismo a través de los medios de comunicación y de las redes tecnológicas de la información, todo concentrado en manos del poder económico. El pueblo, las bases sociales separadas de las dirigencias equivale a “quitarle el agua al pez”. Y la memoria histórica es el espíritu del pueblo. El pueblo equivale al pez. Para ser efectivamente pueblo requiere del espíritu o conciencia de clase que lo mueve y da sentido a sus luchas por paz, justicia y libertad. Dividiéndonos y haciéndonos olvidar el pasado, quienes tienen el poder han hecho morir la conciencia de clase. Pero la sangre derramada a lo largo y ancho de la tierra corre por las venas de la historia y no es posible negar que existen víctimas y victimarios.
Por Hervi Lara B.
Santiago de Chile, 20 de agosto de 2023.
NOTAS
1.-Cfr: Fernando Bermúdez, “¿DÓNDE ESTABA DIOS EN LAS MASACRES?”. (Documentos de SICSAL de España).
2.-Deborah Lipstadt, historiadora de la Universidad Emory, USA.
3.-Paul Rassiner. Es historiador y considerado el “padre” del negacionismo.
4.-Mauricio Rojas. Fue Ministro de Cultura del gobierno de Piñera y debió renunciar a los tres días de asumido el cargo. El 13-8-2018 dijo: “El Museo de la Memoria es un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar, es una manipulación de la historia”.
5.-Verónica Torros, coordinadora de la Red de Sitios de Memoria de América Latina y El Caribe (RESLAC).
6.-Cfr: Memoria Abierta de Argentina.
7.-Carmen Hertz, diputada del Partido Comunista de Chile.
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