El poder político y la Cuarta Transformación

Hasta el momento la Cuarta Transformación ha mantenido la separación del poder político con respecto al poder económico

El poder político y la Cuarta Transformación

Autor: Carlos Figueroa

Una de las grandes conclusiones a las que ha llegado la práctica revolucionaria en otros lugares del mundo, es que la cuestión esencial en las transformaciones es la de quién tiene el poder. Por supuesto que es importante el programa de cambios que lleva a cabo un bloque de fuerzas que desplaza a otro del poder. Pero es igual o más importante el hecho mismo de que una nueva fuerza política y social haya desplazado a una vieja fuerza de ese poder. Porque es este desplazamiento lo que posibilita que haya voluntad política con posibilidades de ejecutar el programa de cambios. Es el carácter de la fuerza política y social que controla el poder lo que le da un sentido revolucionario, reformista o reaccionario a cualquier reforma o cambio que se quiera hacer en una sociedad. No fue lo mismo la reforma agraria en la Cuba revolucionaria que en el Perú del reformismo militar o en la política contrainsurgente de la democracia cristiana en El Salvador.

Dos hechos son decisivos para determinar la naturaleza del poder político: el carácter de su relación con el poder económico y la relación que tiene con el poder social. 

En el caso de las revoluciones socialistas clásicas (la Comuna de París en 1871, la Revolución Rusa de 1917, la Revolución China de 1949, la Revolución Cubana de 1959) esa relación implicó la expropiación de los grandes medios de producción que hacían que el poder económico estuviera en manos de la burguesía de esos países. En el caso de revoluciones democráticas antiimperialistas (Nicaragua 1979) o reformismos radicales con horizonte socialista (Venezuela 2000), o de carácter no socialista (progresismos latinoamericanos) o en el caso de las reformas de socialismos existentes (China, Vietnam y Cuba) lo que determina su carácter es la separación del poder político con respecto al poder económico.

 Esta separación implica la coexistencia con poderes económicos, pero también la determinación de que estos poderes no subordinan al poder político. Esto quiere decir que no imponen como política estatal exclusiva los intereses particulares del poder económico. Implica también que el poder político tiene autonomía para impulsar políticas públicas que benefician al conjunto de la sociedad y no solamente a una clase privilegiada en particular.  A diferencia de las revoluciones socialistas clásicas en las que el poder político queda esencialmente en manos del nuevo bloque dominante, en los reformismos radicales o gobiernos progresistas, el Estado se convierte en territorio en disputa, en poder político compartido. En el mejor de los casos el nuevo bloque en el poder tiene el control del ejecutivo y mayoría en el poder legislativo.

En lo que se refiere a la relación del poder político con el poder social, es necesario decir que en este caso la noción de poder político la uso en un sentido estrecho: el poder estatal, el poder desde arriba. Pero una noción progresista de poder político (revolucionaria o reformista radical) involucra también el poder social, el poder desde abajo. Este poder social está constituido por la participación activa y autónoma de todas las organizaciones e instituciones populares y progresistas de la sociedad civil. Estas se vuelven encarnación de la democracia participativa, es decir aquella democracia que concibe a la participación ciudadana como algo que va más allá de acudir a las urnas en los procesos electorales. Incluso que va más allá de la participación en referéndums, plebiscitos o consultas populares. La democracia participativa es la participación autónoma e informada del pueblo en los asuntos cotidianos de la vida política del país.

Todo lo anterior es lo que implica la recurrente alusión de Andrés Manuel López Obrador a la separación del poder político con respecto al poder económico. No es una metáfora, sino la voluntad política que le da su sentido esencial a la Cuarta Transformación. En el momento en que esta voluntad política desaparezca también lo hará la Cuarta Transformación y nos pasará lo que al PRI, a su régimen ya su discurso oficial que siguieron hablando de revolución cuando ésta tuvo su primera muerte con Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán y aun después de su segunda muerte con Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari.

Hasta el momento la Cuarta Transformación ha mantenido la separación del poder político con respecto al poder económico. Pero muestra deficiencias significativas con respecto a la voluntad política de auspiciar el poder social. La organización de los comités distritales o comités de protagonistas del cambio verdadero tuvieron existencia temporal y un carácter instrumental: sirvieron para organizar la promoción del voto y su defensa en las elecciones de 2018. Desaparecieron después del momento electoral y la actual dirigencia de Morena no ha mostrado voluntad de hacerlos revivir más allá de eventuales declaraciones. 

También es preocupante la transición que estamos observando en Morena: de partido-movimiento ha partido de Estado. Cómo lo he expresado en ocasiones anteriores un momento decisivo de esa transición fueron las supuestas asambleas distritales del III Congreso Ordinario en las cuales fueron decisivas las maquinarias electorales de gobernadores, presidentes municipales, caciques regionales en la elección de consejeros distritales y delegados a ese III Congreso. También fue significativo que la mayoría de esos delegados y consejeros fueran empleados públicos. Finalmente, fue significativo que los participantes de honor en ese congreso fueran los gobernadores y que un gobernador fuera elegido como presidente del Consejo Nacional.

Poder político y poder económico, poder estatal y poder social son las coordenadas para medir la profundidad de una transformación social. Hay un elemento más que abordaré en un próximo artículo, cuál es el de la relación entre poder político y ética. Contrariamente a lo que postuló Maquiavelo, el poder político en una transformación no puede separar a la política de la moral. Si lo hace, ese poder seguirá siendo más de lo mismo. 

Por: Carlos Figueroa Ibarra

Foto: Archivo El Ciudadano

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