Tras el golpe de Estado contra el Presidente Salvador Allende en 1973, la dictadura de Augusto Pinochet estableció un cruel y violento aparato represivo, en el cual un grupo de criminales nazis alemanes desempeñaron un papel decisivo.
Uno de ellos fue Walter Rauff, miembro de la Schutzstaffel nazi (SS) -la escuadra de defensa del régimen-, quien es reconocido como uno de los responsables de las muertes masivas en Auschwitz, mediante monóxido de carbono.
De hecho, dirigió una unidad especial de las SS, que llegó una disponer de 20 camiones equipados por cámaras de 1,7 metros de ancho por seis metros de largo, que estaban conectadas al tubo de escape del vehículo de manera que los presos morían por emanaciones de gas.
La sangrienta huella de Walter Rauff en Chile
De acuerdo con un reportaje publicado por el medio alemán Tagesschau, Walter Rauff desempeñó un papel decisivo en la persecución y asesinato de miembros de la oposición a la dictadura.
Una foto que el criminal nazi le envió a su sobrino en Kiel en 1976, ayudó a rastrear las huellas que dejó en Chile.
El artículo escrito por el periodista Wilfried Huismann, relata que un exagente DINA con el nombre en clave de «Simón» reconoció inmediatamente a Rauff tras ver la imagen.
Lo había visto en julio de 1973 en la mina de salitre en desuso «Chacabuco», en pleno desierto de Atacama, cuando él era recluta y tenía que sembrar un campo minado en el lugar.
«Estábamos construyendo un campo de concentración para 1.200 prisioneros. Esto fue unas semanas antes del golpe». Uno de los comandantes era alemán, se hacía llamar «General van Nordenflycht» y es el mismo hombre de la foto (Walter Rauff)», indicó «Simón».
Tras la derrota del Tercer Reich en la segunda guerra mundial, Rauff huyó de un campo de prisioneros aliado hacia Siria, primero, y Latinoamérica, después. Llegó a Chile a mediados de la década de los cincuenta.
Poco después del sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, «Simón» fue enviado a la ciudad portuaria de San Antonio. Allí fue entrenado en el regimiento Tejas Verdes como agente del nuevo servicio secreto DINA. Su principal tarea era la destrucción del «enemigo interno».
En ese entonces, Pinochet había nombrado a su amigo Manuel Contreras jefe del servicio secreto, y en una visita al regimiento saludó personalmente a Simón y a los demás reclutas.
«Nos dijo que ahora formábamos parte de la élite del ejército y que nuestra tarea era erradicar el comunismo en toda América Latina».
Entre los instructores de exagente de la DINA habían varios alemanes, quienes era exjerarcas nazi que tuvieron una nueva oportunidad tras el golpe de Estado que dio origen a la dictadura.
En la DINA se les llamaba «nuestras tropas alemanas», y el líder de la red nazi era justamente Walter Rauff. quien había sido traído por Augusto Pinochet a Chile en 1956 como asesor militar en nombre del Alto Mando.
El «Chacal» Rauff
El exagente de la DINA, Jorgelino Vergara, relató al periodista alemán, que había conocido a Rauff en la casa de vacaciones del coronel Contreras, en la playa de Santo Domingo.
Comentó que por la mañana le llevaba el desayuno a la cama y luego paseaba con su perro pastor «Kazan» por la playa, junto a las cabañas del complejo donde se torturaba a los prisioneros de todo el país. El Ejército había confiscado el complejo justo después del golpe.
Vergara destacó que Rauff era un invitado frecuente en la casa de Contreras, quien lo llamaba «El Chacal» y ambos hablaban de ‘parcelas’ y ‘paquetes’ que había que eliminar».
El hombre explicó que cuando ingresó a la DINA a los 16 años, entendió lo que significaban los «paquetes». «Era la palabra clave para referirse a los opositores al régimen liquidados», dijo.
Según Vergara, Rauff era «miembro de la cúpula de la DINA», ya que había ayudado al dictador Pinochet a crear un servicio secreto eficaz al estilo de la Gestapo de la Alemania nazi.
Según el artículo, Rauff también estaba presente cuando los jefes de los servicios secretos de las dictaduras suramericanas panearon la Operación Cóndor.
La principal tarea del alemán en la DINA era hacer desaparecer, sin dejar rastro, a los opositores al régimen de Pinochet,
«Rauff era el maestro de la solución final. El departamento «Solución Final» estaba dirigido por Rauff y el general de brigada Christoph Willeke», afirmó «Simón», el exagente del DINA.
La fábrica de pescado de San Antonio
Al cumplirse 50 años del golpe de Estado, el destino de más de 1.000 personas que desaparecieron sin dejar rastro durante los años de la dictadura sigue sin conocerse.
En su artículo, Wilfried Huismann, recuerda que «algunos fueron arrojados al mar desde helicópteros, otros enterrados en el desierto de Atacama y varias docenas resultaron quemados con napalm en Colonia Dignidad».
El periodista alemán plantea que las autoridades y organizaciones defensoras de derechos humanos, llevan varios años siguiendo un rastro que conduce a San Antonio, el cual se ha estancado en parte, porque los exagentes de la DINA que se encuentran con vida, han mantenido un voto de silencio.
Pero durante el curso de la investigación, al mostrar la foto de Walter Rauff en San Antonio, Jorge Silva, un ex trabajador de la fábrica de pescado «Arauco», reconoció al criminal nazi y aliado de la dictadura.
«Lo vi varias veces en la sala donde se reparaban las redes, estaba con los camiones que llegaban a la pesquera con prisioneros, la cual había pasado a ser propiedad de la DINA inmediatamente después del golpe. Los prisioneros políticos que eran transportados en camiones frigoríficos rotulados «Pesquera Arauco» provenían de las cárceles secretas de la DINA en Santiago y eran considerados torturados», relató,
Asimismo, un grupo de exagentes de la DINA mantuvieron una conversación confidencial con el periodista alemán, en la que describieron cómo fue el proceso, revelando que en la pesquera «les disparaban o mataban a los prisioneros con el gas venenoso sarín».
De acuerdo con estos testimonios, los productos químicos para la producción de sarín fueron transportados por agentes de la DINA en vuelos de Frankfurt a Santiago dentro de su equipaje de mano, ya que no fueron sometidos a controles aduaneros.
Complicidad del Servicio de Inteligencia alemán
A juicio de Jorgelino Vergara, el Servicio Federal de Inteligencia alemán (BND) mantuvo su mano protectora sobre ellos.
«La DINA trabajaba muy estrechamente con el BND», afirmó.
El medio alemán consultó al Servicio de Inteligencia sobre estas acusacione y obtuvieron la siguiente respuesta: «No se ha podido determinar aquí información sobre el transporte de sustancias químicas y material de laboratorio para la producción de gas venenoso en el equipaje de mano de vuelos de Frankfurt a Chile con el conocimiento y apoyo del BND».
Sin embargo, al ser cuestionados sobre los resultados de la investigación, el BND admitió que estaba al tanto de la s actividades de Walter Rauff en Chile.
Tras revisar en sus archivos, encontraron un informe de julio de 1974 en el que se afirma que Rauff no era «asesor jefe» de la DINA, sino que «se le podría describir como uno de los ‘ejecutores’, es decir, como un ‘órgano ejecutivo’ sin autoridad para emitir órdenes».
Sin embargo, los exagentes de la DINA que ofrecieron su testimonio al medio alemán, afirmaron que no veían a Rauff como un «órgano ejecutivo», sino como un comandante militar.
Cuerpos cremados
Un macabro dato que reveló la investigación, es que los cuerpos de los prisioneros políticos fueron arrojados a la trituradora de la fábrica de pescado de San Antonio por orden de Rauff y luego procesados para convertirlos en harina de pescado.
Jorgelino Vergara admitió que supo de este hecho por dos ex agentes de la DINA que participaron en este crimen.
Para planificar la desaparición de los cuerpos, un hombre llamado Carlos fue varias veces con Walter Rauff a la «perrera». Se trataba de un gran crematorio en el Parque de los Reyes donde se quemaba a los perros callejeros.
El objetivo era comprobar si los hornos de este recinto también servían para cuerpos humanos, tomando en cuenta que los centros de tortura de la DINA en Santiago estuvieron repletos de cadáveres entre 1974 y 1976, por lo que urgía eliminar las huellas de los crímenes cometidos en el lugar.
Jorgelino Vergara confirmó la sospecha: «Fue muy cruel, pero la verdad es que los planes del Chacal (Rauff) se cumplieron».
Al ser consultado sobre cuántos cuerpos fueron quemados en la perrera, el exagente de la DINA respondió sin dudar: «Fueron al menos 300».
Wilfried Huismann culmina su reportaje destacando que Walter Rauff pasó sus últimos años en el barrio de Las Condes en Santiago, «jugando con sus nietos que vivían cerca», hasta que falleció en 1984.
«Rauff era un intocable. La dictadura rechazó las peticiones de extradición de Israel, Gran Bretaña y Estados Unidos. En 1979, recibió la visita de su antiguo superior, el general de las SS Karl Wolff y regalo de despedida, le dio un libro con la dedicatoria: «SS-Standartenführer Walther Rauff (criminal de guerra certificado por el Estado)», recordó.
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