Aparentemente, y a diferencia de campañas anteriores, en estas elecciones el papel que jueguen los medios de comunicación tendrá mayor protagonismo que lo que ha indicado la tradición, con quejas y acusaciones respecto a que tal o cual medio favorece o ataca a determinada candidatura, lo cual no puede dejar de ser considerado curioso porque tanto la Derecha durante el régimen militar como la Concertación en sus cuatro mandatos que igualan la duración de la dictadura, han podido establecer las reglas para el funcionamiento del periodismo.
Ninguno de los dos bloques se queja cuando los periodistas van a sus conferencias de prensa y se limitan a reproducir los documentos que se les entrega, pero cuando el periodista cumple con su deber profesional e indaga más allá de la superficie se le acusa de tener intenciones ocultas.
Es curioso porque todos saben que los grandes medios de comunicación en nuestro país tienen identificación con sectores políticos determinados, pero también es evidente que no ha habido un verdadero compromiso con el pluralismo informativo. En vez de propender a la creación de nuevos medios que aporten miradas distintas a la sociedad, se ha preferido mantener a los ya existentes en una neutralidad inofensiva, pero al mismo tiempo restrictiva.
Es evidente también que algunos medios han intentado salirse de este corsé, y que en ese proceso han sufrido las críticas de quienes se sienten postergados por una línea editorial divergente a sus propios intereses.
En el pasado, casi desde los inicios de la República, ha habido una relación difusa entre la política y la prensa, con favores en uno y otro sentido, en una suerte de concubinato que no se desea reconocer en público, como no sea para quejarse de las eventuales infidelidades de una de las partes.
Si de verdad se quiere avanzar hacia una sociedad democrática, el poder político tiene que entender que son esenciales las libertades de prensa, expresión y opinión, así como el derecho a la información. Sólo en esta última área ha habido avances en los últimos tiempos, pero mientras el Estado no asuma como una de sus responsabilidades la promoción del pluralismo informativo el país continuará a merced de las decisiones que adopte el concubinato entre la política y la prensa.
Sin embargo, y esto es algo que aún no se comprende del todo, los avances de la tecnología están impulsando la democratización de la información más allá de la barreras impuestas por la política y si no se produce una reacción oportuna, se llegará a un punto en que la relación entre el poder y la prensa tenga escasa relevancia.
por Andrés Rojo T.
Periodista