Pasan los días de septiembre y el plazo del 2 de octubre cuando Marcelo Ebrard definirá su rumbo se hace largo. Ese día, según he sabido, el exjefe de gobierno del Distrito Federal y excanciller informará sobre lo que hará de su vida política. Confieso que se me hace difícil pensar si tendrá vida más allá de Morena y la 4T en las circunstancias actuales. El nivel de aceptación del presidente Andrés Manuel López Obrador y de su gobierno es tan grande, que la marca Morena se ha vuelto garantía de buena fortuna política. Por ello, aquellos que defeccionan del oficialismo en este momento, en buena parte de los casos se están lanzando a un rumbo incierto y lleno de penumbras. En sentido contrario, aquellos que están tocando la puerta de Morena buscan una nave que los puede llevar a puerto seguro. Allí está Enrique Doger, probado priista y neoliberal, pretendiendo aparecer como un morenista convencido. Allí está también José Chedraui, morenovallista de muchos años con su propaganda rosa tipo INE en salto desafanado hacia Morena.
No cabe sino repasar en los motivos de Marcelo Ebrard para plantear una ruptura con López Obrador, Morena y la 4T. También en conjeturar sobre los cálculos que ha hecho sobre su futuro político para haber realizado un temerario salto en sentido contrario al de los chapulines.
Con respecto a los motivos, puede pensarse que Ebrard se siente defraudado cuando dice que no hubo piso parejo para designar a la candidatura presidencial en 2024. Ciertamente, Marcelo ha dado reiteradas pruebas de lealtad hacia Andrés Manuel. Como diputado independiente, al revés de lo que hizo Ignacio Mier para citar un caso, Marcelo se pronunció inequívocamente contra la aprobación del FOBAPROA. En 2000, él y Manuel Camacho Solís habían fundado un partido, el Centro Democrático, y Ebrard estaba postulado como su candidato a la Jefatura de Gobierno del DF. Pero declinó en favor de López Obrador, un gesto político que mucho ayudó a este último a ganar las elecciones aquel año en la capital del país. Hay que recordar que entre 2006 y 2012, Marcelo fue leal a Andrés Manuel en los duros años que siguieron al fraude electoral del mencionado 2006. En 2012, como competidor, Ebrard también aceptó los cerrados resultados de la encuesta que eligió a López Obrador como candidato presidencial.
Andrés Manuel también ha tenido gestos de simpatía y consecuencia hacia Marcelo. Gravitó de manera importante para que este fuera el candidato a la jefatura de Gobierno en 2006, cargo que ocupó al ganar las elecciones de aquel año. Después de 2012, Marcelo sufrió un embate durísimo por todos los problemas que tuvo la línea 12 del Metro y tuvo que salir al exilio como consecuencia de la represión que sufrieron él su familia por parte del presidente Peña Nieto. Como es sabido, Peña Nieto lo culpó de haber filtrado la información sobre la lujosísima casa que él y su esposa se habían mandado hacer. La “casa blanca” se malogró como consecuencia del escándalo mediático que se provocó. Al ganar las elecciones, Andrés Manuel colocó a Ebrard dándole la cancillería, cuando era un hecho que ese cargo lo ocuparía Héctor Vasconcelos. La cancillería se volvió junto a las mañaneras, en la pasarela en la que Ebrard se placeó para abonar a sus ambiciones presidenciales. A mi modo de ver, Andrés Manuel y Marcelo están como cuando se conocieron: no se deben nada.
Por ello mismo, es difícil entender los motivos por los cuales Marcelo Ebrard se ha colocado con su enojo en las vísperas de cruzar el Rubicón, es decir, en el lugar del no regreso. Ha alegado que no hubo piso parejo y probablemente no lo hubo. La sola percepción generalizada de que Claudia Sheinbaum era la candidata de Andrés Manuel propició la cargada dentro de Morena y de la mayoría de los gobernadores de la 4T. Esa percepción hizo que una y otra vez a lo largo de los últimos meses, las encuestas nos dijeran que Claudia ganaría y que Marcelo ocuparía el segundo lugar. Marcelo Ebrard y sus seguidores, sus competidores y respectivos seguidores, sabían que los resultados de la encuesta madre y las cuatro encuestas espejo darían como ganadora a Sheinbaum y colocarían en un distante segundo lugar a Marcelo. Por ello es difícil entender su descontento.
Veo a Marcelo cada vez más aislado. Al interior de Morena, fácil es verlo en las redes sociales, se le acusa de traición y ya se le ha empezado a satanizar. Me parece soberbio y sectario que eso se le haga. Es incorrecto e innecesario. Producto de la sensación de que “vivir fuera de Morena es vivir en el error”, la gran mayoría de sus partidarios no lo seguirán en su incierta aventura. Una eventual candidatura presidencial le quitaría más votos al PRIANRD que a la 4T. Su posible candidatura presidencial por Movimiento Ciudadano también es incierta porque el gobernador Samuel García tiene pretensiones y el jefe de MC, Dante Delgado, ha dicho que ese partido no tiene por qué esperar a que Ebrard termine de deshojar la margarita.
Pareciera entonces que la decepción de Marcelo Ebrard al ver frustradas sus ambiciones personales, lo han llevado al elevado riesgo de pagar un enorme costo político por el rumbo que parece haber tomado. A menos que a última hora, la misma 4T le lance una soga que lo salve del despeñadero.
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