La crisis es una gran profesora. La economía mundial se desnuda y se pone de pie, mostrando hasta sus partes más pudendas con todo descaro. Es particularmente buena, desde luego, para enseñar teoría de ciclos.
Un aspecto interesante de esta materia se refiere al ciclo de inventarios. Éste tiene que ver con el fenómeno recurrente de sobreproducción generalizada que se produce hacia el «boom» de cada ciclo.
Aunque mucho más determinante que el subconsumo, el crédito o la especulación financiera, por ejemplo, la sobreproducción generalizada no es tampoco la causa última de la crisis.
Esta última hay que buscarla más por el lado de la persecución de ganancias por parte del capital en los ciclos cortos o normales y en la emergencia de nuevas potencias capitalistas en los ciclos seculares o largos.
Sin embargo, comprender correctamente el funcionamiento del ciclo de inventarios resulta indispensable para analizar los ciclos capitalistas en general.
John Authers del Financial Times ha tenido la gentileza de presentar una verdadera una clase magistral al respecto en sus columnas «The long view» del 17 y 18 de junio del 2009. En las mismas ha entrevistado a uno de los más importantes analistas mundiales del ciclo de inventarios, David Bowers de Absolute Strategy.
Bowers tiene el gran mérito de haber predicho a fines del 2008 el «rally» bursátil mundial que empezó en marzo del 2009, cuando nadie daba un peso por la economía y menos por las bolsas de valores.
Su explicación es sencilla y se basa en los dos gráficos adjuntos.
El primero muestra la variación anual de los despachos e inventarios de EE.UU., Japón y Corea del Sur desde 1992 hasta junio del 2009.
Se puede apreciar claramente como los aumentos y caídas en los despachos se mueven al unísono, pero con un desfase.
Es decir, los aumentos y caídas en los despachos anteceden los de los inventarios por algunos meses.
El gráfico destaca particularmente la profunda caída de los despachos durante el último trimestre del 2008, la que alcanza a más de un 2o por ciento.
Asimismo, muestra que el pequeño repunte a principios del 2009 no es sino la muy leve disminución del ritmo de caída.
Es decir, los despachos se han reducido en más de una quinta parte respecto del año precedente, el doble de lo que cayeron el 2001 y cuatro veces lo que se redujeron en 1998.
La caída de los inventarios, por su parte, no ha hecho más comenzar, puesto que se han reducido en 5 por ciento.
Según Bowers, la crisis no se precipitó solamente por la burbuja inmobiliaria, sino por un aumento generalizado del nivel de inventarios. Hacia fines del 2008 éstos habían alcanzado niveles muy elevados a lo largo de toda la cadena global de aprovisionamiento, estimulados por el crédito abundante y barato y el aumento de precios de las materias primas.
Cuando se comprobó que la demanda no iba a continuar creciendo como lo venía haciendo y el crédito se interrumpió violentamente, los fabricantes redujeron bruscamente la producción para reducir sus niveles de inventarios, los que de pronto les parecieron insostenibles.
En su opinión, la reducción de la producción continuará a lo largo del 2009 hasta que la caída de los inventarios llegue a igualar la caída de los pedidos, es decir, hasta reducirse al menos en 20 a 25 por ciento.
Solamente entonces se producirá un repunte de la producción para reponer los inventarios, pero ello no ocurrirá, según él, antes de fines del 2009.
Sin embargo, según Bowers, más que el nivel de inventarios o despachos, la relación relevante es la diferencia entre ambos.
La diferencia entre inventarios y despachos alcanzó un mínimo a fines del 2008 e inició su repunte a partir de ese momento, como se muestra en el segundo gráfico adjunto.
Lo interesante, según Bowers, es comprobar que la diferencia entre inventarios y despachos se mueve casi exactamente igual que la razón entre las inversiones en acciones y bonos. Esta última la denomina «asignación táctica de activos.»
En otras palabras, según esta relación, cuando la diferencia de inventarios menos despachos empieza a subir, también lo hace la proporción de inversiones en acciones respecto de los bonos.
Esta última relación llevó a Bowers a predecir que los mercados accionarios iban a repuntar a principios del 2009, debido a que se iban a trasladar hacia los mismos inversiones que hasta ese momento se habían cargado hacia los bonos.
Basado en el ciclo de los inventarios ¿cual es su pronóstico hacia el futuro? Bastante malo.
En su opinión, el repunte de las acciones será seguido de un repunte en los precios de materias primas.
Paralelamente, según él, la disyunción de la cadena de abastecimientos global ha sido muy profunda y no va a ser fácil restablecerla. Ello puede producir ciertos cuellos de botella que se traduzcan en una cierta capacidad de los productores de subir los precios, lo cual hasta este momento se han visto impedidos de hacer. Por el contrario, los han rebajado fuertemente para liquidar rápido sus excesos de inventarios.
Considera que ambos efectos van a incidir sobre expectativas inflacionarias, lo cual va a ha hacer subir los precios de los bonos.
Paralelamente, las alzas bien reales de precios de materias primas y algunos productos incidirán sobre la demanda final, reduciéndola significativamente.
La suma de estos efectos redundará, en su opinión, en una nueva caída de los despachos y una nueva baja en el ciclo de inventarios durante el 2010.
En resumen, Bowers pronostica una W, es decir, una recuperación transitoria seguida de una nueva caída.
Sus elucubraciones respecto del futuro resultan bastante enrevesadas, pero no hay que olvidar que en los hechos Bowers le achuntó medio a medio al repunte accionario iniciado en marzo del 2009. Está por verse si repite la gracia.
Lo que si queda en pie con toda claridad es el primer gráfico. Es decir, la relación entre las variaciones en los despachos y el movimiento de los inventarios a lo largo de las diferentes fases de los ciclos económicos.
Manuel Riesco
Economista CENDA