Nuestra principal angustia es que a pesar de los años de conflicto entre palestinos e israelitas el problema continúa y hoy escala.
Lo primero que se nos ocurre es preguntarnos quién es responsable de tantos años de violencia, de enfrentamientos, de dolor, de pérdida y de sufrimiento. Nos lo preguntamos porque buscamos una respuesta a la pregunta de ¿qué hacer?, ¿cómo resolver este conflicto?
Yo creo que este problema ha estado alimentado por dos tipos de creencias que podríamos considerar como irrenunciables: la creencia religiosa y la creencia ideológica, por así decirlo. Tanto al estado palestino como al israelí les asiste el derecho a tener un territorio. Recordemos que desde antes de que estallara la segunda guerra mundial, la población judía alemana y europea en general buscaba asilo inútilmente en otros países. Así, podríamos pensar que los judíos de distintas nacionalidades estaban en lo justo al solicitar un territorio donde asentar un estado israelita. Pero obtener ese territorio implicó un perjuicio y una reducción importante del territorio palestino.
No se podía esperar que tal decisión no generara los enfrentamientos y las luchas continuas hasta ahora. Sin embargo, ha habido pactos de reconocimiento mutuo de estas naciones que son muestra de que el arreglo pacífico es posible.
La situación es muy compleja y depende de muchos factores, pero lo que nos atrevemos a afirmar es que existe un punto en común del cual partir: nadie quiere vivir en medio de la violencia, todos queremos vivir pacíficamente, tener la confianza de que estamos seguros en nuestras casas, de que nuestros hijos están seguros en las escuelas, de que podemos recrearnos y desarrollarnos sin temores.
Las formas bajo las cuales podemos lograr estos objetivos pueden ser diversas, pero tenemos el foro donde se pueden verter los diferentes puntos de vista, opiniones, sentimientos, expresiones, testimonios, etc. Precisamente un foro dispuesto para eso: los organismos internacionales, cuya misión es tomar las medidas diplomáticas necesarias para resolver los conflictos regionales o globales.
Los ciudadanos del mundo estamos convencidos de que la violencia sólo genera más violencia, y la única manera de resolver nuestros conflictos es cumpliendo las normas de convivencia que nos hemos dado y acudiendo al diálogo, al respeto a la vida sin violencia y sin abusos.
A pesar de las diferencias culturales, religiosas o ideológicas coincidimos en que todos merecemos vivir de la mejor manera nuestra vida y rechazamos el abuso y la imposición. No hay manera, cuando de humanismo se trata, de sacar provecho de la fuerza y de la radicalización de los grupos en confrontación. Justamente, el no resolver los conflictos lleva a quienes los viven a prolongar la forma de vida violenta y de venganza en la que han estado inmersos por décadas.
No cabe duda de que la ley del más fuerte prevalece en muchos ámbitos, pero no en el de las personas que tenemos un conjunto de propiedades materiales, pero, por encima de estas, nos caracterizamos por un conjunto de rasgos espirituales que nos imprimen el sello de la humanidad.
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Por: Guadalupe Grajales
Foto: Archivo El Ciudadano
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