Por Katu Arkonada
La reciente elección en Argentina, donde estaba en juego, y sigue estando hasta la segunda vuelta, quién será el próximo presidente, nos ha dejado varias enseñanzas para (re)pensar la izquierda, en el plano electoral, pero también más allá en lo que tiene que ver con la construcción de un nuevo proyecto político.
Las ideas de ultraderecha tienen un límite, incluso en sociedades al límite
La votación al iliberal (ni liberal ni anarcocapitalista como él se define a sí mismo) Javier Milei fue prácticamente la misma que en las PASO (Primarias Abiertas Simultaneas Obligatorias), pasando del 30% al 31’6%. Es decir, en las PASO se dio un voto de castigo a los partidos tradicionales, pero no un voto destituyente. Cuando llegó la hora de verdad, en la que había que votar al nuevo presidente, y a pesar de un aumento de participación de 8 puntos, Milei no consiguió aumentar de manera significativa su porcentaje de apoyo. Al atacar al Papa Francisco, el significante Dios, asociado en otras sociedades a reivindicaciones de derecha, se puso en esta ocasión del lado, o más bien a favor, del candidato peronista Sergio Massa. En la sociedad argentina, Francisco es la personificación de una institución que trabaja en barriadas y sectores populares –de hecho, la Iglesia Católica es un actor relevante en la agenda del Ministerio de Desarrollo Social-, y cuenta con una extensa red de instituciones educativas con una enorme capilaridad social. En un continente donde ganaron Trump o Bolsonaro, Milei es más parecido a una ultraderecha prehistórica e ignorante defensora del libre mercado (estilo Kast en Chile) que a los ex presidentes de Estados Unidos y Brasil.
Cuando enfrente tienes a la derecha y ultraderecha, el centro se convierte en izquierda
Siendo el voto a Milei un voto contra los partidos tradicionales, en esta elección presidencial la derecha macrista se desplomó. La candidata Patricia Bullrich se desplomó, perdiendo 800 mil votos desde las PASO, y quedándose en el mismo 24% que obtuvo en las elecciones de 2015.En realidad, hay todo un sector de la sociedad que prefiere romper con lo público y lo común, en nombre del “libre mercado”. Y es en esa división entre derecha y ultraderecha, donde el progresismo ha podido salir victorioso (de momento).Si Massa logra sumar una buena parte de los votantes que se inclinaron (2’7%) por el trotskista Frente de Izquierda y de Trabajadores (FIT), así como del 6’8% del peronista, pero no kirchnerista Juan Schiaretti, y parte de los votantes de Patricia Bullrich (el sector del moderado Rodríguez Larreta, el de la Unión Cívica Radical, y el de la Coalición Cívica de Lilita Carrió), tiene casi asegurada la victoria en segunda vuelta. Su reunión tras la victoria en primera vuelta con 18 gobernadores ratifica que la victoria está muy cerca.
La economía no lo es todo
Da para varias tesis doctorales estudiar como en un país con una inflación de 2 dígitos mensuales (140% de inflación anual), que va a decrecer un 3%, y que cuenta con el 40% de la población en situación de pobreza, la gente ha votado de manera mayoritaria por el actual Ministro de Economía. Resolver las condiciones de vida materiales de las clases populares es fundamental, pero ha resultado más decisiva esa identidad política, compleja y contradictoria, llamada peronismo. Solo hay 3 proyectos políticos en América Latina que se han transformado en identidad política, además de el peronismo, el chavismo en Venezuela y la Revolución Cubana. En cualquier caso, es necesario subrayar que pese a la enorme inflación, que desgasta de forma permanente el poder adquisitivo del salario y el humor social, si uno pone en la lupa otras variables, resulta indiscutible que el mercado interno argentino se encuentra a punto de estar “a todo vapor”. Según el INDEC –el instituto de estadísticas del país-, la economía creció 1,3% en agosto y el nivel de actividad está 7,5% por encima del año 2019, el último de la gestión macrista. Por supuesto, este crecimiento no está llegando a todos y ese es el gran problema. Pero, sin dudas, los sectores medios argentinos asisten a un momento de bonanza de consumo donde el discurso del “que estalle todo” difícilmente pueda penetrar. La alta inflación está relacionada a la restricción de divisas externas producto del ciclo de valorización financiera y endeudamiento macrista, con su pesada herencia: el monitoreo permanente del FMI sobre las decisiones económicas del país. Pese a su fantasiosa propuesta de dolarización, un Milei que se exprese como el “rostro loco” de Mauricio Macri, difícilmente pueda presentarse como una opción de solución al gran problema de la economía argentina.
La comunicación es importante, pero el territorio lo es más
Si bien Sergio Massa tuvo una buena campaña a nivel comunicacional, es el voto de Axel Kicillof (ex Ministro de Economía de Cristina, por cierto) en el mayor granero electoral del país, la provincia de Buenos Aires, el que traccionó la victoria de Massa. A diferencia de lo que ocurrió con Alberto Fernández a nivel nacional, la política de Kicillof en su provincia fue en línea con la idea kirchnerista del “Estado presente”, con mucha obra pública, mucha potenciación gubernamental al entramado pyme, y medidas de potenciación del consumo de los sectores populares como el “cuenta DNI”, un mecanismo de banca electrónica con importantes beneficios y descuentos por compras de primera necesidad (alimentos, vestimenta, farmacia, etc). Una vez reelecto como Gobernador de la provincia de Buenos Aires, Kicillof va a ser decisivo en la victoria de Massa en segunda vuelta, una vez que los intendentes se terminen de alinear con el Gobernador (en provincia de Buenos Aires no hay segunda vuelta). Todo ello sobreviviendo a un escándalo mediático en mitad de la campaña de su Jefe de Gabinete que involucraba modelos de lencería, sexo, y yates de lujo en Marbella, España.
La importancia (o no) de los liderazgos
Si bien América Latina es tierra de caudillos (algo que no terminan de entender las izquierdas europeas, que no están para dar lecciones de nada), Axel Kicillof fue preciso en campaña al afirmar que tenemos que ir más allá de las bandas de rock que tocan los grandes éxitos y uno se sabe las canciones, que en este momento histórico es más importante componer una nueva canción que tocar la que todas y todos conocemos. Es imperiosa la necesidad de un carácter de época y generacional nuevo. Es necesario reconocer todo lo que se ha hecho bien en el pasado, pero, como la utopía de Galeano en el horizonte, que caminamos y se aleja dos pasos, volvemos a caminar diez pasos y se aleja otros diez, y eso es justo lo que necesitamos para seguir caminando, necesitamos reconstruir nuestro proyecto político y utopías. Si la izquierda no entiende las nuevas formas, de vida y organizativas, que adopta la sociedad, está condenada a dar vueltas en círculo y no construir un proyecto político que seduzca a las nuevas mayorías sociales, especialmente a los sectores populares a los que nos debemos.
Katu Arkonada es diplomado en Derechos Económicos, Sociales y Culturales y Políticas Públicas.
Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.
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