Por Sergio Salinas Cañas
Pese a que el candidato peronista Sergio Massa venció el 22 de octubre en la primera vuelta presidencial argentina a su rival de ultraderecha, Javier Milei, el 30% alcanzado por el llamado «liberal» Milei, muestra una tendencia que se repite los últimos años a escala planetaria. Los partidos y movimientos de derecha son un foco de atención tradicional para numerosos académicos de las ciencias sociales alrededor del mundo. Sus visiones críticas a la modernidad y a la globalización, sus perfiles populistas parecen perfilar escenarios más disruptivos e inciertos que una mera resignificación performática de las derechas más conocidas.
En Europa, la ultraderecha está en marcha; por ejemplo, en Italia Giorgia Meloni está más a la derecha que en cualquier momento desde el gobierno de Mussolini; en Francia, la amenaza permanente de una presidencia de Marine Le Pen crece con cada protesta contra el gobierno de Macron, ya sea por la violencia policial o la reforma de las pensiones; los partidos de ultraderecha apoyan coaliciones en Finlandia y Suecia; los grupos neonazis crecen en Austria, y, en España, Vox está a punto de ingresar al gobierno por primera vez como parte de una coalición.
En Chile, el Partido Republicano ha logrado la mayoría en la redacción, por segunda vez, de un proyecto constitucional, esta vez más retrógrado que lo imaginado el año 2022. Y es que tenemos que asumir que el sistema político chileno hoy se encuentra en un importante proceso de deterioro y crisis. Sin duda que los actuales casos de corrupción asociado a las fundaciones y gobiernos regionales, han permeado al Gobierno y han concentrado la discusión política y también mediática, porque el mismo sistema hace unos años se encargó de taparlo. La existencia de la ultraderecha no es nueva en Chile, y su presencia en el sistema político generalmente ha estado por fuera del sistema de representación, presentándose de manera anti sistémica, de tipo extremo y contribuyendo a la polarización del mismo, toda vez que encontraba una posición de izquierda que hacía un fuerte contrapeso a su existencia, así ocurrió durante la década del 60 y principio del 70.
Seamos claros, el escenario actual, presenta una desvalorización de la democracia, la revalidación de la dictadura y con ello el negacionismo respecto a las violaciones a la Derechos Humanos y a la figura de Pinochet como dictador. Lo anterior, contempla un también un vaciamiento electoral del centro político, que confirma por una parte la inexistencia de un proyecto que logre consensuar las posturas, haciendo más difícil la posibilidad de alcanzar acuerdos. La posición mayoritaria de la derecha política en el Consejo Constitucional y la cierta posibilidad que Kast gane las próximas elecciones presidenciales, es un hecho real.
Por otro lado, en la izquierda tampoco hemos sido capaces de lograr una consolidación de una posición que nos permita enfrentar con una retórica de transformación el posicionamiento del conservadurismo, completamente debilitada por ser minoría en el Congreso, y hoy además afectados por tener que ceder en sus pretensiones y acercarse a posiciones de centro o incluso a la derecha frente a determinadas agendas, especialmente en temas de seguridad y migración.
En los últimos años, la ultraderecha ha hecho un uso estratégico de las redes sociales; la difusión de desinformación en los medios de extrema derecha, la influencia de los líderes de ultraderecha y sus medios, o la transnacionalidad del discurso de extrema derecha, son pan de cada día.
En general, los partidos de derecha y de extrema derecha comparten una aproximación liberal a la economía y no tienden a diferenciarse mucho. La derecha radical es más conservadora en lo moral que la derecha convencional, y pone mucho más acento en las cuestiones que tienen que ver con, por ejemplo, la eutanasia, el aborto o la familia tradicional. La derecha clásica, sin embargo, acentúa otras cuestiones como la gestión económica. En lo que más se diferencian, sostienen numerosos autores, es en el “nativismo», que considera que las naciones son casas, en las que hay que poner muros, cerrar puertas.
TERRORISMO DE EXTREMA DERECHA
El exdirector del diario español El País sostiene en una entrevista en México hace unos días, que no debemos abandonar la protesta ni la reivindicación, porque esa es la gota fina que irá modificando los comportamientos sociales. Además, señala que “no podemos ignorar a la ultraderecha, sino ponerle los focos encima”. Moreno aboga por echar toneladas de periodismo encima de este fenómeno ideológico que está a las puertas de países como Argentina o que ya las cruzaron, como en Italia.
Según fuentes de prensa, en los últimos cinco años se registró un aumento exponencial del terrorismo transnacional y apocalíptico violento de extrema derecha. El informe del Counter Extremism Project, una de las organizaciones más prestigiosas en la investigación del accionar del terrorismo de todos los signos, sostiene que los grupos neonazis se expanden por el mundo y para captar voluntades utilizan la música, las artes marciales y los polígonos de tiro.
Incluso antes del asalto al Capitolio en Estados Unidos, el FBI ya había denominado al año 2019 como el año más mortal debido al extremismo doméstico (de extrema derecha) desde 1995. Desde octubre del año pasado, la organización policial estadounidense elevó el nivel de amenaza por “el extremismo de derecha y el extremismo violento de motivación racial”. Colocó a esa amenaza al mismo nivel que la del ISIS, Al Qaeda y varias otras organizaciones terroristas islámicas. Un informe presentado a fines de ese mismo mes ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas indicó que el terrorismo de ultraderecha aumentó un 320% en los últimos cinco años. Y todos estos organismos apuntan que la pandemia del Covid-19 sirvió de protección y expansión de estos grupos de odio.
Y también desde la política comparten este diagnóstico, por ejemplo, el ministro federal del Interior de Alemania, Horst Seehofer, advirtió que el extremismo de derecha es la mayor amenaza a la seguridad que tiene Alemania actualmente.
Por otro lado, desde el ámbito académico, que es mi campo, hace más de 10 años que se viene trabajando en artículos, tesis y libros sobre esta amenaza a escala planetaria. Por ejemplo, en el excelente libro coordinado por Enrique Arias Gil titulado “Aceleracionismo y extrema derecha ¿hacia una nueva oleada terrorista?” se estudia el terrorismo autónomo e individual de extrema derecha (y su corriente más radical, el aceleracionismo) analizado desde un enfoque multidisciplinar. Los autores monitorearon un total de 255 canales de Telegram, realizándose un análisis de la propaganda aceleracionista en dicha red social. Además, se realizó un análisis cuantitativo y cualitativo sobre los 162 incidentes terroristas de extrema derecha acontecidos entre 2017 y 2019.
En el caso de Chile, el tema se subvalora por parte de los políticos y sólo los destacados trabajos de algunos académicos nos adelantan prospectivamente la peligrosidad de este tema no sólo por el costo en vidas humanas sino también por la afectación a la estabilidad política.
Hace años que hay rumores de la existencia de grupos de extrema derecha nacionales y otros con establecimiento en zonas específicas, como el sur de Chile. Además, es un rumor masificado que algunos de sus miembros estarían detrás de algunos atentados “extraños” en la Macro Zona Sur. Lo cierto es que se conoce que existe “Vanguardia” que fue creado a partir de una convocatoria de Capitalismo Revolucionario y Aún Tenemos Patria, a la que adhirieron sectores como la juventud de Fuerza Nacional, el autodenominado “Partido Militar”, y en el que participarían algunos militantes de partidos de derecha sistémicos.
El 26 de febrero de 2020, Rubén Gallegos Rivas y Rubén Vargas Cotiart realizaron un ataque con bombas molotov a una iglesia del barrio Francke, donde se desarrollaba un conversatorio que contaba con la participación del alcalde de Recoleta, Daniel Jadue (PC). Vargas es hermano del concejal por Hualaihué, y miembro de Renovación Nacional, Félix Vargas Cotiart. Los detenidos serían miembros de Vanguardia.
El 26 de noviembre de 2020, fue detenida otra célula formada por ocho personas, todos de la clase alta, acusada de amenazar a la fiscal Ximena Chong. Las amenazas se concretaron en su domicilio y en la operación se utilizaron autos y motocicletas. Al allanar los domicilios se encontraron numerosas armas de balines, cascos, chalecos antibalas y una subametralladora Uzi. Esta célula sería también la que realizó amenazas en los domicilios particulares de numerosos periodistas y comunicadores sociales con panfletos con la araña, símbolo del extinto Frente Nacionalista Patria y Libertad (1971-1973).
La peligrosidad de este grupo radica en lo mentalmente desequilibrado de sus líderes, los que no mencionaré con su nombre ya que sobreviven económicamente con donaciones luego de cada amenaza que realizan. Entre éstas está: “barrer a palos los inmigrantes de las plazas”, enfrentar con “armas a los mapuches en el sur”, y un largo etc., etc. Incluso hay un comunicador sureño que llamó hace dos días a la “guerra civil”, obvio, luego pidió que le depositaran dinero para seguir informando. Estas donaciones les permiten un buen vivir y les entregan la posibilidad -no tengo datos para sostener es sólo una hipótesis- de acceso, financieramente hablando, a armamento en el mercado negro, tal como pasa en otros países. Sus vinculaciones además son complicadas. Está el caso en que en el domicilio del padre de uno de los líderes de Vanguardia vivía un asesino serial de jóvenes y violador mexicano, que estaba en el país hace años con documentación falsa. Sus amigos se jactaban que tenía varios pasaportes mexicanos y uno español.
Otro miembro de la extrema derecha chilena, el ciudadano norteamericano John Macarewich Colbin, fue condenado a 11 años por disparar a manifestantes en Viña del Mar en el marco del estallido social del 18 de octubre de 2019. Esta persona tendría vínculos con grupos supremacistas blancos en Estados Unidos, probablemente la Liga del Sur (California). En una entrevista señaló que: «Tenemos un proyecto, Vergel Libertad, en Curacaví, Región Metropolitana de Chile. Es un sueño traer 400 o 500 familias conservadoras en lo social, a favor de la vida, de los matrimonios normales y en contra del aborto. Hay mucha gente interesada de Estados Unidos, Canadá, algunos en Australia y en Europa occidental».[1]
Este tema debe de ser tomado seriamente, ya que como señala el académico español Enrique Arias Gil, el origen de los “lobos solitarios” (o terrorismo individual de los siglos XX y XXI) va ligado a la estrategia y táctica terrorista de los leaderless resistance o “resistencia sin líderes” de la extrema derecha estadounidense. Los 162 incidentes terroristas de extrema derecha acontecidos entre 2017 y 2019 son la prueba de que es un tema serio y así debe comenzar a ser visto por nuestras autoridades.
Si bien el perfil de estos nuevos terroristas es heterogéneo, tal como los demuestran estos estudios internacionales, hay un punto que los une a todos y ese el peligro para Chile: la creencia de que la sociedad occidental está herida de muerte y la convicción de que no pueden quedarse de brazos cruzados. Para ellos la pandemia del Covid-19, con la doble crisis sanitaria y económica que conlleva, es el síntoma indiscutible de esta decadencia. No digan que no lo vieron venir.
Por Sergio Salinas Cañas
Doctor en Estudios Latinoamericanos y Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Diplomado en Cultura de Paz de la Universidad de Barcelona y periodista de la Universidad Católica de Chile.
[1] Véase https://www.theclinic.cl/2013/11/28/john-cobin-el-gringo-que-quiere-colonizar-curacavi-no-hay-una-persona-mas-neoliberal-que-yo-en-este-pais/