La asfixiante ocupación de Palestina ahora es una serie de crímenes de guerra

“Es importante reconocer también que los ataques de Hamás no se produjeron en el vacío. El pueblo palestino ha estado sometido a 56 años de ocupación asfixiante", afirmó el Secretario General de la ONU, António Guterres.

La asfixiante ocupación de Palestina ahora es una serie de crímenes de guerra

Autor: El Ciudadano

Por Vijay Prashad

El 24 de octubre, quedó claro para las Naciones Unidas (ONU) que el bombardeo sostenido de Gaza – que ya había asesinado a 6.500 personas (incluidos al menos 35 empleados de la ONU) – había transformado esta parte de Palestina en un territorio en el que la vida humana es inviable. Más de dos millones de personas viven en esta delgada porción de tierra a orillas del mar Mediterráneo. Desde 1948, las y los refugiados que viven aquí han dependido de la ayuda de la ONU, que en 1949 creó toda una agencia (UNRWA) con ese fin. El Secretario General de la ONU, António Guterres, declaró ante el Consejo de Seguridad de la ONU que en cuestión de días la ONU se quedaría sin combustible para sus camiones, que transportan la ayuda mínima que llega a Gaza desde Egipto y que sirve de apoyo a las 660.000 personas palestinas que han huido de sus hogares para acudir a los complejos de la ONU repartidos por Gaza. Los camiones transportan “una gota de ayuda en un océano de necesidades”, dijo Guterres. “La población de Gaza necesita un suministro continuo de ayuda a un nivel que se corresponda con las enormes necesidades que hay. Esa ayuda debe entregarse sin restricciones”.

La declaración de Guterres, pronunciada con voz serena, se apartó sin embargo del sentimiento de desprecio que define las declaraciones de los dirigentes europeos y norteamericanos, muchos de los cuales se han apresurado a acudir a Tel Aviv para ponerse al lado del Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y prometer su apoyo incondicional a Israel. La historia importa. Guterres afirmó que los problemas que sufren ahora los palestinos de Gaza no empezaron el 7 de octubre, cuando Hamás y otras facciones palestinas rompieron la barrera de seguridad del apartheid y atacaron los asentamientos que limitan con Gaza. Su declaración sobre la situación en las últimas décadas es objetiva, ya que se basa en miles de páginas de informes y resoluciones de la ONU: “Es importante reconocer también que los ataques de Hamás no se produjeron en el vacío. El pueblo palestino ha estado sometido a 56 años de ocupación asfixiante. Ha visto cómo su tierra era devorada sin cesar por los asentamientos y asolada por la violencia; cómo se asfixiaba su economía; cómo se desplazaba a su población y se demolían sus hogares. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”. La imagen de la “asfixiante ocupación” es totalmente adecuada.

Después de que Guterres hiciera estas declaraciones, las autoridades israelíes – como si fuera una señal – exigieron la dimisión del Secretario General de la ONU. El representante permanente de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, acusó a Guterres – absurdamente – de “justificar el terrorismo”. Tras afirmar que Guterres “una vez más distorsiona y tergiversa la realidad”, Erdan señaló que su Gobierno no permitiría que el jefe de Ayuda Humanitaria de la ONU, Martin Griffiths, cruzara la frontera de Rafah con Gaza para supervisar la distribución de ayuda. “¿En qué mundo vive?”, preguntó el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Eli Cohen, a Guterres. Mientras tanto, en el Consejo de Seguridad de la ONU, los Estados Unidos vetaron las resoluciones a favor de un alto el fuego, mientras que China y Rusia vetaron una resolución estadounidense que decía que Israel tenía derecho a defenderse e Irán debía detener su exportación de armas. Los Estados Unidos han politizado profundamente el ambiente en la ONU, utilizando sus propias resoluciones para recabar apoyo – sin éxito – para Israel, mientras ataca a los palestinos (y extrañamente a Irán) en el proceso.

Estados Unidos no tiene nada de neutral

Los Estados Unidos nunca han sido un árbitro imparcial sobre la región, dada su estrecha vinculación con Israel desde al menos la década de 1960. Miles de millones de dólares en armas vendidas a Israel, miles de millones de dólares en ayudas a Israel y declaraciones puntuales a favor de Israel han definido la relación entre Washington y Tel Aviv. Durante todas las negociaciones entre palestinos e israelíes, los Estados Unidos han jugado a la duplicidad: fingiendo ser neutral, pero de hecho, utilizando su inmenso poder para neutralizar a los palestinos y fortalecer a Israel. Los Acuerdos de Oslo, que condujeron a la creación de un bantustán impotente dirigido por la Autoridad Palestina, se negociaron con los Estados Unidos con las manos en la pluma. Oslo condujo a la creación de un proceso que ha tenido como resultado el desgaste del control palestino sobre Jerusalén Este y Cisjordania, así como el estrangulamiento de los palestinos en Gaza; todo ello combinado constituye la “ocupación asfixiante” de la que hablaba Guterres.

Desde 2007, cuando las tropas israelíes abandonaron Gaza y la cercaron con muros terrestres y marítimos que la convirtieron en la mayor prisión al aire libre del mundo, Israel ha bombardeado sistemáticamente a los palestinos que viven allí. Cada vez que se produce un bombardeo, uno peor que el siguiente, el Gobierno de los Estados Unidos ha respaldado plenamente a Israel y lo ha rearmado durante el bombardeo. Las peticiones de alto el fuego han sido bloqueadas por Washington en el Consejo de Seguridad de la ONU desde el destructivo bombardeo de Gaza denominado Operación Plomo Fundido (2008-09). Esta vez, sin ir más lejos, los Estados Unidos han proporcionado a Israel apoyo diplomático, con el presidente estadounidense Joe Biden yendo a Tel Aviv y con los Estados Unidos llegando incluso a adoptar la mentira flagrante de que Israel no bombardeó el Hospital Árabe al-Ahli en la ciudad de Gaza el 17 de octubre. Antes de que Biden llegara a Israel, los Estados Unidos enviaron dos importantes grupos navales de combate al Mediterráneo oriental: dos portaaviones, el USS Dwight D. Eisenhower y el USS Gerald Ford, con sus buques de apoyo en dos grupos de ataque. Desde entonces, los Estados Unidos han trasladado sistemas de defensa antimisiles a la región para reforzar las fuerzas armadas israelíes. El movimiento de estas fuerzas se produce junto con los miles de millones de dólares que los Estados Unidos gastan anualmente para armar a Israel, incluidos 15.000 millones de dólares en ayuda militar adicional durante este reciente período. Estas guerras no son simplemente las guerras de Israel. Son las guerras de Israel y los Estados Unidos, con sus aliados occidentales a remolque.

Gaza se convertirá en Mosul

Mientras tanto, los Estados Unidos han enviado oficiales militares de alto rango para trabajar estrechamente con los generales israelíes. Uno de estos oficiales es un teniente general de los Marines de tres estrellas, James Glynn, que ha sido enviado para “ayudar a los israelíes con los desafíos de luchar en una guerra urbana”. Glynn y otros están en la cadena de mando militar israelí no para tomar decisiones por Israel, sino para ayudarles. Glynn formó parte de la operación estadounidense Inherent Resolve contra el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) en los años posteriores a 2014, cuando los Estados Unidos bombardearon Mosul y Raqqa (Irak) para expulsar al ISIS de esas ciudades. Como para subrayar la experiencia de Glynn en Mosul y Raqqa, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin, dijo al ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, que él mismo había participado en la Operación Inherent Resolve en 2016-2017, cuando Austin dirigía el Mando Central de los Estados Unidos. Los comentarios de Austin y el despliegue de Glynn en Israel se anticipan a la guerra terrestre que se espera contra Gaza. “Lo primero que todo el mundo debería saber”, dijo Austin a ABC News, “y creo que todo el mundo lo sabe, es que el combate urbano es extremadamente difícil”.

De hecho, el comentario de Austin sobre la dificultad del combate urbano, sobre todo teniendo en cuenta las experiencias de Mosul y Raqqa, es apropiado. En 2017, Associated Press (AP) informó que el ataque estadounidense contra Mosul había causado entre 9.000 y 11.000 bajas civiles. Muy pocas personas recuerdan la brutalidad de aquella guerra y apenas se señalan las cifras de muertos civiles. Si Mosul es el ejemplo que los Estados Unidos e Israel tienen ante sí para la guerra terrestre que se avecina en Gaza, hay algunas diferencias que conviene tener en cuenta. El ISIS sólo tuvo dos años para atrincherar sus defensas, mientras que las facciones palestinas llevan preparándose para tal eventualidad desde al menos 2005 y, por tanto, están mejor preparadas para luchar contra el ejército israelí una calle en ruinas tras otra. De todos los informes se desprende que la moral de las facciones palestinas es mucho mayor que la del ejército israelí, lo que significa que las facciones palestinas lucharán con mucha más fuerza y con mucho menos que perder que el ISIS (cuyos combatientes se escabulleron de la ciudad y desaparecieron en el campo).

Tanto en Mosul como en Raqqa, cuando comenzó el bombardeo aéreo estadounidense, decenas de miles de civiles huyeron de las ciudades hacia el campo junto con algunos combatientes del ISIS para esperar a que comenzara la destrucción y luego terminara. Si hubieran permanecido en Mosul y Raqqa, las víctimas civiles habrían sido el doble de las que informa AP. La población de Mosul era de sólo 1,6 millones de habitantes, inferior a los 2,3 millones de residentes de Gaza, por lo que las cifras de víctimas civiles tendrían que ajustarse al alza. Los palestinos de Gaza están atrapados y no pueden escapar al campo, a diferencia de los residentes de Mosul y Raqqa. No pueden ir a ninguna parte mientras los tanques israelíes entran en Gaza, disparando. Las muertes de civiles en Gaza, que ya son escandalosamente altas debido a los bombardeos incontrolados de Israel, serán inimaginables durante esta guerra terrestre que comenzó el 27 de octubre. Gaza, que ya es una ruina, quedará convertida en un cementerio.

Este artículo fue producido para Globetrotter.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the Fragility of U.S. Power (con Noam Chomsky).


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